Los enemigos silenciosos de los ríos colombianos

Hay más de mil contaminantes en las aguas del país, entre los que se encuentran fármacos y herbicidas. Investigadores trabajan para entenderlos y eliminarlos.

Maria Paula Rubiano
17 de agosto de 2018 - 10:00 p. m.
Cristian Garavito/ El Espectador
Cristian Garavito/ El Espectador

Hace cuatro años, Dewayne Johnson, un jardinero en San Francisco (Estados Unidos), fue diagnosticado con linfoma de Hodgkin, un tipo de cáncer letal. Con la piel cubierta de llagas —uno de los primeros síntomas de la enfermedad— decidió indagar por qué, a los 42 años, caía sobre él una noticia semejante a una sentencia de muerte. Con sus médicos, Johnson llegó a una conclusión que el pasado 11 de agosto fue avalada por un juez de California: la culpa fue de los más de 150 litros del herbicida Roundup que utilizó durante cuatro años como jardinero en un colegio de ese estado.

Aunque la sentencia es histórica, Dewayne Johnson podría no ser el único afectado por esos 150 litros de glifosato que regó sobre los jardines de un colegio californiano. El glifosato, como los otros 20 tipos de herbicidas que cada día se riegan sobre los cultivos del mundo, puede escabullirse por el suelo y mezclarse con el agua, quedándose con ella así se evapore, se congele o caiga en forma de lluvia.

“Son silenciosos. El río parece normal. Pero el problema llega con los años, cuando uno ve que entonces ya no tiene peces, que los animales cercanos se fueron o se empezaron a morir”, dice el profesor Ricardo Torres en su laboratorio en la Universidad de Antioquia, en Medellín. Torres lleva una década tratando de entender cómo remover estos compuestos, que no se limitan a los herbicidas. De hecho, estos son una pequeña parte del problema.

Pero, ¿qué son?

Productos del cuidado personal, hormonas para pollos, vacas y cerdos, analgésicos, antisépticos, antiinflamatorios, aditivos en perfumes, cremas, lociones, maquillaje, y drogas ilegales hacen parte del universo que los científicos han decidido bautizar como “contaminantes emergentes”.

No tienen olor ni color y actúan a muy bajas concentraciones, explica Torres. Las plantas de tratamiento de aguas residuales actúan como un colador demasiado grande para atraparlos. Una investigación, que su grupo adelantó en 2016, encontró que un tipo de antibiótico pasó intacto por los lodos activados de una de las plantas de tratamiento de agua de Medellín. Como en otros lugares del mundo, Torres comprobó que los métodos tradicionales de limpieza de agua no sirven para estos componentes.

Pero, por si fuera poco, las concentraciones de estos químicos son tan pequeñas que se escurren entre las letras de la legislación. En Colombia, la ley de vertimientos, que se modificó en 2015, ni siquiera los nombra. “El problema es que en nuestro país las leyes exigen limpiar en microgramos por litro, pero los compuestos que aparecen en el agua en partes por trillón —como es el caso de los emergentes— no están normalizados”, dice Diana Martínez, docente de la Universidad Antonio Nariño, en donde el grupo de Biología Aplicada, Química de Materiales y Ambiental también lleva varios años tratando de llenar ese hueco en la información que el Estado no se ha preocupado por completar.

Fue precisamente su grupo el primero en confirmar la presencia masiva de fármacos en un cuerpo de agua real del país. Hasta entonces, había reportes sobre la presencia de plaguicidas o herbicidas en quebradas de distintos municipios, pero jamás sobre medicamentos. Pero en 2013, aliados con la Universidad Jaime I (España), decidieron tomar muestras de agua de 12 puntos de la cuenca del río Bogotá. Dos años más tarde publicaron el primer artículo en reconocer la presencia masiva de 1.000 fármacos en el río Bogotá, aun a la salida de la PTAR Salitre.

Mientras tanto, en Medellín, el profesor Torres y su equipo, el Grupo de Investigación en Remediación Ambiental y Biocatálisis (GIRAB,) avanzaban en el análisis de cómo eliminar los contaminantes emergentes más comunes en aguas simuladas en el laboratorio. “Nos tocaba medir en concentraciones más altas de las reales, porque es la única forma de que podamos medirlas con nuestros equipos convencionales”, recuerda el profesor.

Luego, cuando encontraron un par de métodos seguros, empezaron a analizar mezclas de sustancias, un escenario más cercano al coctel que son los ríos colombianos. Sin embargo, seguían sin poder tomar las muestras reales.

En 2017 ambos grupos se encontraron y, financiados por Colciencias, emprendieron la investigación más exhaustiva que se haya hecho en el país para tratar de encontrar soluciones viables a la contaminación por fármacos en las aguas. Alejandro Moncayo, de la Universidad de Nariño, explica que el proyecto tiene tres fases: primero, identificar y medir 20 productos médicos en las aguas de Florencia (Caquetá), Tumaco, Medellín y Bogotá. Segundo, generar una propuesta de métodos para eliminarlos y tercero, aplicar estos procesos propuestos en el tratamiento de muestras reales.

En la primera etapa, que salió publicada en la revista Science of the Total Environment, los investigadores detectaron altas concentraciones de acetaminofén, así como la presencia de antibióticos como azitromicina, ciprofloxacina y norfloxacina, y los fármacos antihipertensivos, como losartán y valsartán.

Ahora, en la segunda parte del proyecto, explica Ricardo Torres, la idea es que estos nuevos métodos “sean económicos y adaptables a nuestro contexto colombiano, porque no sirve un método que funcione con aguas que no corresponden a nuestros ríos”. Su equipo espera poner a prueba un piloto en las aguas hospitalarias de Tumaco, utilizando zumo de naranja y limón y hierro extraído en el país. Por su parte, los científicos de la UAN están implementando métodos de oxidación avanzada para eliminar el losartán y valsartán del agua.

“Esto no se trata de criticar o hacer quedar mal a las plantas que ya existen en el país. Esto se trata de demostrarles que hay una oportunidad abierta para hacer un mejor trabajo, un trabajo conjunto en el que todos salimos ganando”, concluye Torres.

*El Río es una alianza de The Nature Conservancy y El Espectador.

Por Maria Paula Rubiano

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