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“La manera en la que imaginamos la selva influye en el maltrato que le damos”

La investigación del filósofo Leonardo Ordóñez, ganadora en del Premio Alejandro Ángel Escobar en la categoría de Ciencias Sociales muestra cómo las representaciones e imaginarios tradicionales que tenemos de la selva han impulsado su deforestación y destrucción durante siglos en América Latina.

Daniela Quintero Díaz
16 de octubre de 2020 - 02:00 a. m.
La investigación, que no solo abordó la selva amazónica (en la foto) sino también diversos bosques húmedos del continente, muestra cómo las visiones tradicionales de este ecosistema han impulsado los daños y la deforestación que hoy sufren.
La investigación, que no solo abordó la selva amazónica (en la foto) sino también diversos bosques húmedos del continente, muestra cómo las visiones tradicionales de este ecosistema han impulsado los daños y la deforestación que hoy sufren.
Foto: Óscar Pérez

¿Qué imagen se nos viene a la cabeza cuando pensamos en la selva? Para algunos podría ser la de un lugar hostil, de condiciones difíciles e infernales. Para otros, un lugar de atraso y marginación que va en contravía con el desarrollo y que debe ser “civilizado”, y para unos más, un sitio paradisiaco y virginal que debe ser protegido celosamente y mantenerse al margen de cualquier intervención. Todas esas representaciones que tenemos de la selva forman parte de un legado cultural que nos acompaña desde hace siglos. Un legado que también ha propiciado la deforestación y destrucción de “el mundo selvático”. Así lo revela la investigación de casi una década de Leonardo Ordóñez, un filósofo y doctor en literatura apasionado por los problemas ambientales y ecológicos, quien recibió este jueves el Premio Alejandro Ángel Escobar, en la categoría Ciencias Sociales y Humanas.

El título de su trabajo resume nuestra relación histórica con este ecosistema: “Ríos que cantan, árboles que lloran. Imágenes de la selva en la narrativa hispanoamericana”. En él representa el destino trágico de la selva. La división entre la suprema belleza y poesía, y a los terribles daños sufridos por ella y sus pobladores en las sucesivas oleadas de colonización.

Desde hace años, a Ordóñez le inquietaba la manera en la que la filosofía, la ética y las ciencias humanas podían aportar al debate medioambiental, que tradicionalmente se ha abordado desde la orilla de las ciencias naturales. “La problemática ecológica es la cuestión más urgente a la que nos enfrentamos actualmente como sociedad”, señala. “Pero el problema del porvenir de la selva y sus pobladores no depende solo de cuestiones técnicas o de explotación económica, sino también de la relación que establecemos con esos entornos ambientales, de factores culturales”. Entre esos factores halló uno muy importante: la manera en la que representamos y nos imaginamos la selva influye en el maltrato que se le da a este ecosistema a lo largo y ancho del continente. Al ser vista con desprecio se difunden prácticas nocivas de explotación que la tienen hoy al borde del colapso.

La manera en la que nos imaginamos la selva influye en el maltrato que le damos

Leonardo Ordóñez

“Todo surgió desde la época de la Conquista de América”, explica. “Esos imaginarios originales se reproducen en los siglos siguientes y llegan hasta hoy, donde continúan haciéndonos creer que la selva es un lugar de atraso, en donde habitan poblaciones que están sumidas en un pasado arcaico. Este tipo de imágenes funcionan como mecanismos que legitiman la deforestación y la conquista de las selvas para usos industriales, ganaderos y de diferente índole”.

Su investigación, que fue de largo aliento, refleja lo que hace 40 años decía el reconocido escritor peruano César Calvo, la selva “está hecha de hermosuras que jamás se han contado, o se han contado malamente, lo cual ha sido peor que callarlas”. Durante 10 años se dedicó a recopilar textos históricos y narrativos que dieran cuenta de nuestra relación con el mundo selvático y de los imaginarios que históricamente hemos tenido sobre este. Revisó numerosas crónicas de indias, cuentos y relatos cortos, treintenas de novelas y gran variedad de ensayos históricos que abarcan, en total, 110 años de producción literaria en Latinoamérica, con obras de autores de más de 12 países. “Aunque la principal herramienta para conocer cómo se ve la selva en todos esos textos fue el análisis literario, la investigación va más allá de la crítica, porque emplea herramientas de la ecología, la biogeografía, la historia ambiental y la antropología cultural. Con estas fue posible hacer un análisis que desbordara la dimensión puramente estética y literaria de los textos y se convirtiera en una especie de análisis sociológico ampliado”, señala. Además, se revisaron en detalle textos de especialistas en el funcionamiento de ecosistemas de bosque húmedo, de la historia reciente de la Amazonia y de las dinámicas de población que se han presentado en las últimas décadas. Todo dio como resultado más de 500 páginas de análisis.

El vasto recorrido le permitió también reconocer varios hallazgos importantes. Por un lado, notó que a la par de los imaginarios tradicionales de la selva infernal o paradisiaca, en los últimos 50 años ha surgido una tercera imagen de una “selva frágil”. “Ella, que parecía invencible hace apenas medio siglo, que se veía tan grande que cualquier cosa que le hiciéramos era un rasguño nada más, ahora, a la altura del siglo XXI, se nos muestra como una realidad sometida a presiones tan intensas por parte de la actividad humana que pueden llevarla a transformarse, por ejemplo, en una sabana semiárida en las próximas décadas”. Este nuevo imaginario viene de la mano con los miedos a una catástrofe ambiental de alcance planetario y a las recientes discusiones sobre la crisis climática. Sin embargo, los primeros signos de alerta no están solo en textos recientes. En las narrativas de los años 20 y 30, como “La Vorágine” (1924) o como “Canaima” (1935), dos de las más conocidas, ya estaba esa imagen de la selva frágil y la advertencia de que podrían verse seriamente afectada por la intervención humana en ella. “Eso fue una sorpresa enorme”, señala.

También le sorprendió la increíble riqueza de conocimientos que encontró en el saber de los ancianos chamanes, los sabedores, los curacas amazónicos tradicionales. Un saber impresionante, dice, sobre la diversidad vegetal y los usos medicinales de gran variedad de plantas, y la complejidad de las relaciones entre las poblaciones vegetales y animales al interior de esos bosques. “Es un conocimiento que está a punto de perderse y que necesita recuperarse para generar un nuevo tipo de relación con los bosques húmedos en particular, y con la naturaleza en general. Una relación que pase de la explotación y extracción, al equilibrio dinámico, a la simbiosis”, insiste.

Aunque la investigación inició con una preocupación por el trasfondo cultural de la explotación de la selva, con el paso del tiempo -confiesa Ordóñez- se fue convirtiendo en una crítica al proyecto modernizador y a los proyectos de desarrollo promovidos desde las políticas gubernamentales en el último siglo. Sobre todo, a la separación que se hace en el mundo moderno de la naturaleza y la cultura. “Creemos -asegura- que la cultura es algo aparte de la naturaleza, y que civilizarnos es liberarnos de las fuerzas naturales, pero esta es una separación artificial. Ellas siempre están con nosotros, incluso en el seno de las grandes megalópolis contemporáneas. Si queremos superar la crisis ecológica contemporánea, necesitamos dejar atrás esa visión progresista en donde la aventura histórica y tecnológica humana puede seguir adelante independientemente de sus conexiones con el sustento que ofrecen los ecosistemas”.

Por eso, desde Bogotá, en donde también se encuentra el gobierno central, el investigador llama la atención sobre la necesidad urgente de generar políticas de protección que sean “muchísimo más efectivas que los pañitos de agua tibia que hemos tenido hasta ahora”. Desde su análisis, los gobiernos recientes han sido muy pasivos frente a los fenómenos de deforestación y de sobreexplotación del bosque, y de conversión de amplias áreas de la selva húmeda en zonas de ganadería... “las consecuencias de eso pueden ser enormes”, concluye.

Otros aspectos de la obra

El trabajo arroja nueva luz sobre varios de los debates centrales en la historia latinoamericana: el conflicto entre “civilización” y “barbarie”, la tesis sobre el carácter “maravilloso” o “mágico” de la naturaleza americana, y los debates sobre el “mestizaje” de nuestras sociedades que, hasta la fecha, señala el autor, no habían sido examinados desde una perspectiva ambientalista. Asimismo, las narrativas de la selva también pueden aportar y dar pistas sobre posibles estrategias de solución y etilos de vida alternativos que nos permitan entender mejor la riqueza del bosque tropical y la urgencia de su preservación.

La investigación, además, está organizada de manera temática y en ella se encuentran “aspectos que quizás uno no esperaría, pero que resultaron allí gracias a que hay autores que han abordado cuestiones tan diversas como, por ejemplo, la explotación de las selvas desde una perspectiva feminista”. En ese sentido, hay un capítulo exclusivamente dedicado a narrativas cuyas autoras fueron mujeres. y que explora la cuestión femenina y el rol de las mujeres en relación con la naturaleza, la visión de los bosques húmedos como entidades femeninas, imaginarios míticos como la madre tierra, y las implicaciones de esto en el pensamiento feminista contemporáneo.

“Hay otro capítulo dedicado al tema de los animales, cómo es nuestra relación con ellos y qué nos muestra la interacción de animales y humanos en los bosques húmedos del continente”, señala. En este capítulo se encuentran cuestiones tan extraordinarias como la ética animal, o la agencia moral de los animales. También hay un capítulo centrado en la relación con mundo vegetal. Cómo representamos esos árboles y plantas de la Amazonía y otras selvas. En resumen, citando otra novela de 1942, Sangama, Ordóñez destaca: “¿Qué es la selva? Es la vida misma de las colectividades civilizadas representadas por los árboles y los animales que la pueblan”.

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