Me gustaría que se extinguieran los humanos rapaces, y sólo ellos: Tomás González

Su última novela "Las noches todas" trata de un hombre que deja la ciudad para recluirse con placer en el campo, asumiendo la tarea de diseñar su propio jardín. Esa presencia de la naturaleza en sus obras fue la que impulsó esta conversación, en la que el antioqueño explica su relación con el todo.

-Redacción BIBO
11 de abril de 2019 - 11:00 a. m.
La primera vez que el escritor Tomás González se sintió conectado a la naturaleza, recuerda él, fue cuando tenía siete años. Guarda en su memoria la imagen de una tortuga gigante decapitada y descuartizada en las playas de Tolú. Era el año de 1957.  / Cortesía
La primera vez que el escritor Tomás González se sintió conectado a la naturaleza, recuerda él, fue cuando tenía siete años. Guarda en su memoria la imagen de una tortuga gigante decapitada y descuartizada en las playas de Tolú. Era el año de 1957. / Cortesía

¿Hay una relación entre la naturaleza y la cultura?

Creo que la naturaleza produce todas las cosas que conocemos, sean abstractas o concretas. Chachafrutos, armadillos, novelas, planetas, sinfonías. Si alguien vive en un apartamento, digamos en Manizales, podría imaginarse a sí mismo separado de la naturaleza. Error. Fue Ella la que produjo los cementos, los ladrillos y los vidrios de las ventanas del apartamento y de la ciudad y también produjo toda su cultura, desde las galleras y reinados hasta el festival de teatro, pasando por los cuentos de mi amigo Jaime Echeverri y las novelas de Octavio.

¿Cuál es su primer recuerdo en el que aparece una conciencia ambiental?

Tal vez haya sido el de la decapitación y descuartizamiento de una tortuga gigante de mirada mansa en las playas de Tolú, por allá en el año 57, cuando yo tenía siete años. En mis escritos lo tengo consignado así:

Trajeron del mar en una lancha

y con trabajos bajaron a la arena

la tortuga más grande que mis ojos hayan visto.

Con un hacha le cortaron la cabeza

y abrieron las corazas.

Vecinos con ollas cruzaron

los umbrales de las casas.

Por los lados del hotel

sonaban tambores y acordeones;

al frente sonaba el mar, muy espaciado.

Y en un momento dado vi su corazón

aún latiendo allí, solo y absurdo, durante

aquel atardecer en el Atlántico, cuando

el viento movía las hojas de las palmas,

las faldas,

las camisas y mi asombro

se hacía cada vez más aterrado y hondo.

¿Cómo está presente la naturaleza en su oficio de escritor?

Está en todo lo que he escrito hasta ahora. La naturaleza en Colombia es de las más diversas y bellas del mundo, así como son más bien sus ciudades y poblaciones grandes. Ahora bien, muchas de mis novelas están situadas en ese límite entre lo rural y lo urbano y en ellas vive aquella tensión.

Y es que lo uno invade constantemente a lo otro, en un flujo y reflujo que nunca para. Ciudades tragadas por la selva, selvas tragadas por las ciudades. Gente tragada por las selvas y gente que se traga las selvas, entre estas últimas ciertas gentes cercanas a la familia Clinton, de la que se dice les han ayudado a obtener contratos para la deforestación del Chocó. Y si lo que están haciendo los "buenos" es convertir al Chocó en papel higiénico, no quiero ni pensar en lo que están haciendo los "malos", como Trump.

Cuando la naturaleza se desequilibra, como lo está ahora, ella misma vuelve a equilibrarse de alguna forma, así sea pasando por la convulsión de las extinciones. Me gustaría que se extinguieran los humanos rapaces, y sólo ellos, pero lo más probable es que se extinga la especie y quizás lo más conveniente para La Cosa en su totalidad. Yo le tengo afecto a la mencionada especie, que produjo a León de Greiff y a Fernando Pessoa y a Calder, y la sola idea me da guayabo, pero nos lo hemos venido buscando desde hace mucho tiempo.

¿Tiene algún ritual o ha adoptado acciones para relacionarse con los recursos naturales y la biodiversidad?

No pertenezco de planta a ningún movimiento ecológico, pero guardo la esperanza de que las personas que lean mis libros se acerquen un poco más, gracias a ellos, al disfrute de esos recursos, y a la admiración por ellos y por las formas infinitas y siempre cambiantes que produce la naturaleza. La palabra ritual tiene bastante de religioso. Pues bien, a mí me cuesta mucho trabajo separar la noción de naturaleza de la noción de Dios. El río Bogotá o Medellín, que ojalá sean limpiados algún día no muy lejano, forman parte de la naturaleza tanto como Marte o Venus o alguna supernova de esas que hay por ahí. Todo está junto. Solo hay Una Cosa. Las separaciones son imaginarias...

Desde 1990 vengo haciendo una donación de treinta dólares al mes a Greenpeace. No es mucho, al parecer, pero si haces la cuenta al final llegas a una buena cifra, que seguramente les habrá alcanzado para salvar alguna ballena o algunos delfines.

 

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Por -Redacción BIBO

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