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La nueva forma de recorrer los paisajes

El ecoturismo, hoy llamado turismo de naturaleza, involucra a las comunidades de cada región y sirve como una alternativa para conservar la biodiversidad y dinamizar las economías locales.

MARÍA PAULINA BAENA JARAMILLO
06 de agosto de 2015 - 05:42 p. m.

Pensar que la naturaleza es infinita, es igual de exagerado a pensar que es intocable. El punto medio consiste en utilizarla de manera sostenible para que no se agote y pueda representar ganancias sociales, culturales y económicas. Esa es la fórmula del ecoturismo que, a diferencia del turismo convencional, incluye principios de conservación de la naturaleza y participación comunitaria.

Colombia tiene potencial para aprovechar este sector. Por el lado biológico se ha dicho hasta la saciedad que somos uno de los países con mayor diversidad por metro cuadrado y nuestra ubicación es estratégica en el mapa.

Como explicó Mauricio Mira, jefe de la oficina de Negocios Verdes del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, “tenemos una ventaja comparativa y diferenciada en turismo de naturaleza, pues contamos con una diversidad de climas y ecosistemas que hacen que nuestro país sea único con respecto a otras ofertas en la región. Identificar este factor diferenciador nos da una ventaja competitiva. Es un desafío que el país debe incorporar en la visión de crecimiento verde”.

Por el lado del sector turístico convencional, las noticias también son favorables. En los últimos años el turismo ha tenido un alto dinamismo. Según cifras de la Organización Mundial de Turismo (OMT), en 2014 se reportó un crecimiento del 4,5% en el número de llegadas internacionales, comparado con el mismo período del año anterior.

Este último reporte destacó que las llegadas a América del Sur aumentaron 5% en 2014, gracias al empuje de Argentina (13%), Ecuador (14%) y Colombia (12%), mientras Paraguay (6%), Chile (3%) y Perú (2%) crecían a un ritmo más moderado. Y por regiones, América lidera este crecimiento con un 6%. Dentro de ella, sobresale Suramérica con un 8% de incremento.

En lo corrido de 2015 Colombia aumentó en 13,1% el número de viajeros más comparados con el mismo período de 2014. Este porcentaje ubica al país por encima del promedio de crecimiento mundial. De hecho, la ministra de Comercio, Industria y Turismo, Cecilia Álvarez, destacó que Colombia viene registrando un comportamiento positivo sostenido desde 2006, y en los últimos años se ha convertido en tendencia constante al superar los niveles promedio que reporta la OMT.

Sin embargo, los datos del aporte del ecoturismo al país son difusos. Los únicos son los emitidos por Parques Nacionales Naturales, que revelaron un aumento del 5% de visitantes internacionales durante el primer cuatrimestre de 2015. Sumado a esto, entre 2013 y 2014 el aforo a estas áreas bajó por primera vez. La razón de ello es que el ecoturismo aún se enfrenta a grandes retos y que, en definitiva, el ecoturista piensa diferente al turista raso.

De acuerdo con Fredy Ochoa, docente de la Universidad Externado y asesor de turismo en la Corporación Biocomercio Sostenible, son varios las limitantes del ecoturismo en el país: “la falta de continuidad en los procesos de gobierno, la duplicidad de esfuerzos en cada ministerio, la incapacidad de ver que genera beneficios más allá de los monetarios, pues mejora las vías, los servicios públicos y la conservación de las culturas y los ecosistemas”, comentó. Otra limitante es que venden mal la idea del ecoturismo. “Es solo una alternativa, pero no reemplaza su actividad principal. Los ingresos del ecoturismo no alcanzan para sustituir una actividad productiva”, complementó.

Para Alejandro Acosta, director del proyecto de ecoturismo Punta Brava en el Chocó, los desafíos consisten en “la falta de conectividad, en comunicaciones y transporte, que incrementa los costos de la operación y por consiguiente los costos para el turista, y el desconocimiento de la zona por parte de las instituciones estatales, que pretenden aplicar políticas de la misma manera que a los prestadores de servicios turísticos de zonas urbanas”.

Otro problema es que “debería ser un sector de talla mundial, pero es evidente que se necesitan unas fortalezas como la capacitación en bilingüismo”, explicó Gustavo Urrea, director de la organización Biocomercio Colombia. “El turista debe adaptarse a los requerimientos de las comunidades. Que vean y respeten el territorio y sean considerados no meros turistas, sino visitantes biológicos”, remató.

Ese es un punto clave: el rol de las comunidades en la prestación del servicio. Ellas juegan un papel fundamental en la conservación de la biodiversidad y en la preservación de la cultura. Sin embargo, por mucho tiempo se les negó la participación en áreas protegidas y las empresas privadas se encargaron de administrar estos territorios por concesión. Pero hoy en día se asume que las comunidades locales cumplen una doble función: “hablamos del concepto de territorio que une la visión del área protegida y la de la cultura. Si quitamos naturaleza o comunidad, ya no tienes qué visitar porque se invisibiliza el concepto”, dijo Fredy Ochoa.

Parte de los criterios de sostenibilidad abordan el turismo comunitario como elementos de toma de decisiones. Son las comunidades locales quienes echan mano del turismo como parte de sus Planes de Vida y Esquemas de Ordenamiento Territorial.

Así que esta actividad se convirtió en “dinamizadora del desarrollo sostenible, pues además de generar empleos, generan riqueza, en armonía con el medio ambiente”, sostuvo Mira del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Pero no es sólo eso: “la conservación tipo acuario ya no existe. La gente conserva la biodiversidad cuando se beneficia económicamente de ella. Por eso el ecoturismo debe enfocarse en que les queden beneficios económicos a estas comunidades”, concluyó Urrea.

La comunidad es la única que entiende el entorno en el que vive. “Y no sólo lo entiende, sino lo aprecia en cada momento en el que interactúa con él. Los modelos de desarrollo deben incluir el ecoturismo como una herramienta de incentivo para que comunidades pequeñas, que se han mantenido en el olvido, y grupos al margen de la ley se integren al crecimiento del país. Ellos, los que no viven en las ciudades, los que caminan en vez de coger bus o carro, los que siembran, los que recogen, lo que viven en los ríos, las playas, los bosques y la montañas, son los que conocen este país y los que deberían mostrárselo a los visitantes que tantas ganas tienen de conocerlo”, comentó Acosta.

Por lo visto es un renglón de la economía al que le hace falta trabajo. “Colombia no es que sea ciega ante esta posibilidad, sino que el conflicto la tenía cerrada. La única maravilla no es el café, ni el petróleo y mucho menos el oro. Lo que va para arriba es el turismo y la economía lo está mostrando”, dijo Sergio Ocampo Tobón, asesor de observación de aves para Biocomercio Colombia.

Ocampo aseguró que una de las atracciones del país está en el avistamiento de aves, la rama del turismo de mayor crecimiento en el mundo, del que el país es primero en especies. “Aquí tenemos la posibilidad de ver 150 especies de aves en un solo día”, dijo. Por poner un ejemplo de nuestra magnitud, Costa Rica cuenta con 877 especies de aves, todas comunes a Centro América, mientras que sólo el departamento de Caldas tiene 950 especies de aves y 30 de ellas son endémicas o exclusivas en todo el mundo.

Para él, los avistamientos de aves pueden ser un reemplazo de los cultivos ilícitos. “Muchas de las zonas más ricas en aves tienen cultivos ilícitos, por ejemplo el Cauca, así que es una opción enorme dentro del posconflicto. La gente del campo es la que más quiere su campo. Hemos tenido experiencias donde esa gente desmovilizada conoce el monte como ninguna otra persona”, aseguró Ocampo.

Y así como está el segmento del avistamiento de aves, según el Plan de Negocios de Turismo de Naturaleza del Ministerio de Comercio y Turismo, los que tienen mayor impacto son el turismo de aventura en la zona central y andina y el turismo rural, que involucra las prácticas agropecuarias de los diferentes departamentos. Según el documento, el avistamiento de aves es mayor que el de ballenas o el buceo y, por tanto, debería ser “el destino mundial de las aves silvestres preparado para recibir a visitantes de todo el mundo”.

Por MARÍA PAULINA BAENA JARAMILLO

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