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Pequeñas islas acosadas por el cambio climático

El aumento en el nivel del mar ya está transformando la vida, la economía y el paisaje de los países insulares. Un reporte de Naciones Unidas señala que el costo se medirá en trillones de dólares.

Pablo Correa
06 de junio de 2014 - 03:00 a. m.
Pequeñas islas acosadas por el cambio climático

La isla de Barbados, donde ayer se celebró oficialmente el Día Mundial del Medio Ambiente, luce como un lugar paradisíaco por sus playas de arena blanca, un mar de tonos azules, el clima siempre cálido y la brisa que agita las palmeras día y noche. Pero ese paisaje esconde otra realidad.

Esta isla, al igual que el resto de los pequeños países insulares en desarrollo, es uno de los lugares más amenazados por el calentamiento global. Los 3,2 milímetros anuales de aumento en el nivel del mar, que en algunos puntos puede ser hasta cuatro veces más, ya han comenzado a generar pérdidas económicas. No hay una cifra exacta, pero de acuerdo con el informe presentado ayer por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), tarde o temprano ese precio tendrá que medirse en trillones de dólares.

Los pequeños países insulares son 52 naciones distribuidas en el Caribe, el océano Pacífico, África y el océano Índico. En total, unos 62 millones de personas habitan estas islas. De los 20 principales impactos del cambio climático, el aumento en el nivel del mar es el más preocupante. Y estas islas serán las que paguen el mayor precio al ver reducido considerablemente su territorio, perder grandes masas de coral de las que depende su seguridad alimentaria y, eventualmente, sufrir escasez de agua dulce. La mayoría de estos lugares, como Granada, cuya economía depende desproporcionadamente del turismo, podrían llegar a perder hasta el 60% de sus playas.

Al presentar el reporte dedicado exclusivamente al presente y futuro de estos territorios, el primer ministro de Barbados, Freundel Stuart, recalcó la importancia de apostar por una economía verde como motor del desarrollo sostenible. En este sentido, Barbados ha encontrado una oportunidad en las amenazas climáticas.

En los últimos años, la clase dirigente de esta pequeña isla de apenas 430 kilómetros cuadrados, en la que viven unas 260.000 personas, fue capaz de ponerse de acuerdo y emprender en conjunto una revolución. “Esto puede verse en la integración de una política económica verde en la estrategia de desarrollo de Barbados”, explicó el primer ministro, “y la movilización de enormes inversiones hacia la agricultura, el turismo, el manejo de basuras y el agua”.

En agricultura, por ejemplo, los campos de caña están dando un giro hacia el manejo orgánico de los cultivos. En materia de vivienda hay nuevas restricciones y todas apuntan a aumentar la eficiencia de los recursos y reducir los desechos. En las zonas altas, donde ocurre la recarga de agua, se creó una reserva forestal con el apoyo de todos los dueños de la tierra que se comprometieron a preservar el lugar y no construir ni una sola vivienda más.

Los paneles solares han comenzado a adueñarse de los techos en la pequeña isla. Una política de cero impuestos para paneles solares, así como la posibilidad de vender energía solar a la red pública, está haciendo crecer exponencialmente este sector. Unas 100 empresas se han instalado en la isla. De acuerdo con el informe presentado ayer, que muestra a Barbados como un ejemplo a seguir, gracias a esta política el ahorro en combustibles fósiles llegará a ser de US$280 millones hacia 2029 y se logrará en gran medida la independencia energética.

Barbados es considerado un lugar donde escasea el agua. La principal fuente hídrica son aguas subterráneas cuya utilización está muy cerca de sobrepasar el umbral de recarga. Por esto, y para evitar experiencias como la de 1996, cuando una gran parte de la población se quedó sin agua potable, se construyó una planta desalinizadora de agua que hoy aporta el 10% del recurso.

Aunque todos los pequeños países insulares hagan bien la tarea, den un giro hacia la economía verde e implementen planes de adaptación, saben que un futuro sin problemas no está garantizado. Juntas, estas 52 islas producen menos del 1% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Si el resto del mundo no hace lo suyo, hacia 2100, cuando el nivel del mar podría elevarse hasta dos metros, algunas de ellas, como Kiribati y Tuvalu, serán sólo un recuerdo en las fotos de los turistas.

 

pcorrea@elespectador.com

@pcorrea78
 

Por Pablo Correa

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