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Un país anfibio

Hasta un 20% de la superficie de Colombia está cubierta de humedales y el 87% de la población nacional vive de ellos. ¿Qué son, para qué sirven y por qué ha sido tan complejo delimitarlos?

María Paulina Baena Jaramillo
26 de marzo de 2015 - 04:48 a. m.
Este humedal es el  igapó o bosque inundado de aguas negras de la Amazonía./ Fernando Trujillo
Este humedal es el igapó o bosque inundado de aguas negras de la Amazonía./ Fernando Trujillo

31.702 humedales. Esa es la cifra, conservadora por demás, que detectó el Instituto Humboldt en el país y que es apenas un avance de la cartografía final. Eso significa que Colombia, además de ser tropical, es en gran medida anfibia: lugares que se debaten entre períodos de inundación y de sequía. Estas tierras húmedas albergan una gran variedad de poblaciones de plantas, animales y microorganismos. Pero también son claves para el sustento del 87% de la población colombiana que habita en ellos.

El último estudio publicado por el Instituto Humboldt Fondo Adaptación junto con el Instituto Geográfico Agustín Codazzi, el Ideam y el Ministerio de Ambiente señala que Colombia cuenta con 22 millones de hectáreas de terrenos húmedos temporales o permanentemente cubiertos por aguas dulces.

“Los humedales son fundamentales para el bienestar humano”. Así lo dijo Úrsula Jaramillo, coordinadora del programa de humedales del Humboldt. En ellos suceden varios procesos biológicos (descomposición de materia orgánica, reproducción, alimentación, crecimiento y refugio de muchas especies), representan provisiones de agua para el consumo humano, son reguladores hidráulicos al evitar que haya inundaciones y sequías extremas, estabilizan el clima pues impiden que las temperaturas de las áreas aledañas sean muy calientes y secas, recargan los acuíferos de las aguas subterráneas, son fuente de alimentos como peces y frutos, los mejores amortiguadores frente a los efectos del cambio climático y sirven de fertilizantes naturales para la agricultura al dejar los nutrientes en el agua.

Según la Evaluación de Ecosistemas del Milenio de 2005, los humedales, más que cualquier otro ecosistema, son propensos a su degradación y desaparición. Esto se explica por el crecimiento de la población, el creciente desarrollo económico, el avance de la infraestructura, los cambios en el uso del suelo, la extracción del agua, la contaminación y la presencia de especies invasoras.

Pero aparte de ser escenarios dominados por el agua cumplen un rol cultural. En los humedales está concentrada el 87% de la población nacional, porque de los 1.124 municipios, 1.094 cuentan con estos ecosistemas.

Como aseguró Sandra Vilardy, asesora del Instituto Humboldt en temas de humedales, estos ecosistemas son mucho más que zonas húmedas: “tenemos que ver las relaciones históricas de los humanos dentro de ellos”.

El caso de los humedales ha sido paradigmático por su complejidad. La dificultad de delimitarlos ha estado atravesada por la ampliación de áreas urbanas, los procesos industriales, las obras para la generación de energía, la construcción de vías y actividades mineras (gran parte de los títulos mineros otorgados en 2013 y áreas en exploración petrolera estaban en zona de humedal).

Como explicó Vilardy, su dificultad radica en que son ecosistemas muy dinámicos, que dependen de la época climática. “Hay un percepción social de que el humedal va hasta dónde llega el espejo de agua, pero hasta allí no va su límite, sino hasta donde va su punto máximo de expansión. Científicamente está muy claro el límite del humedal, pero culturalmente no”.

Según el documento, hace falta conocer el contexto de las cuencas a las que pertenecen los humedales, aclarar sus formas de uso, fortalecer el nivel institucional y contar con un modelo hidrogeológico que brinde información precisa.

Porque, en últimas, los humedales son sistemas socioecológicos “donde existe una alta complejidad e interdependencia entre los sistemas sociales y los naturales”, sostuvo Úrsula Jaramillo.

Las comunidades habitan en ellos y viven de ellos, por eso la tarea por delimitar los más de 30 mil humedales que hasta el momento han sido registrados debe apostar, como lo dijo la editorial de este mismo diario cuando se publicó el estudio, por “reconocerlos y reconocernos en ellos. Una nueva visión del país debe emerger, esta vez de las aguas continentales y sus habitantes”.

 

mbaena@elespectador.com

Por María Paulina Baena Jaramillo

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