Publicidad

Adiós a 'La Chiva' Cortés

Periodista, gerente y político, es recordado como uno de los íconos en contra del secuestro, que él mismo sufrió en 2000 cuando las Farc lo plagiaron en su finca de Choachí. Semblanza de un entusiasta y defensor de la paz.

Juan David Torres Duarte
26 de abril de 2013 - 09:49 p. m.
Guillermo ‘La Chiva’ Cortés en el Concejo de Bogotá, cuando fue elegido para ese cargo a principios de la década pasada. / Archivo
Guillermo ‘La Chiva’ Cortés en el Concejo de Bogotá, cuando fue elegido para ese cargo a principios de la década pasada. / Archivo

Es bien sabido que a Guillermo La Chiva Cortés lo secuestraron las Farc en 2000. Estaba en su finca en Choachí, descansando, cuando cuatro hombres armados se lo llevaron por la fuerza. También robaron la camioneta Cherokee que tenía, sin sacar nada de ella. Alias Romaña, cuando lo tuvo en sus terrenos, le preguntó si era una mera Cherokee o una Grand Cherokee; quería saberlo —relató el escritor Carlos Castillo en El Tiempo— para decidir si él se la quedaba o la entregaba a jefes de menor rango. Pasaron 230 días hasta que fue liberado. Pasaron también días de caminata, días en que decía a los comandantes que lo llevaban que ya no caminaría más, que no se movería, pero en últimas se veía obligado a hacerlo. Desde su campamento veía, al otro lado del monte, a otros secuestrados.

Pasa más inadvertido, en cambio, algo que contó en Soho. Ya libre, Cortés recibió una serie de notificaciones de las autoridades que lo requerían por la falta de pago de impuestos de su camioneta. Cortés respondió, del modo en que señala su apellido, que colaboraría en lo que fuera necesario. Y les dijo también, “como buen colombiano que era”, que refirieran dicha solicitud al verdadero dueño de su camioneta, a aquel que habría ordenado su plagio y también que cobraran a su familia millonarias sumas, mientras lo exponían embadurnado de sangre de gallina para aparentar que había sido torturado. Les dijo, pues, lo que sigue: “El nuevo dueño es Manuel Marulanda, alias Tirofijo, y se encuentra en las selvas del Chocó. Cóbrenle a él”.

***

Guillermo La Chiva Cortés nació el 31 de mayo de 1927 en Bogotá, donde vivió toda su vida, donde conoció a su novia de siempre, María Elvira de Greiff, quien también sería su esposa por siempre. Estudió en el Gimnasio Moderno; de seguro allí se cruzó con el director de El Espectador Guillermo Cano. Allí también iba con su perrita, Bijou, que lo esperaba a la salida para volver a casa, en la calle 64 entre carreras 13 y 14. Por ese entonces iba con su novia —relató en Soho— al café Tout Va Bien, conocido por los bogotanos como Tuvabian. Fue por esos años que recibió su mote cuando, un día cualquiera, una de las profesoras quiso protegerlo de la lluvia con una ruana. Y los compañeros, entonces, le gritaban: “¡Ahí va la chiva!”.

Se casó joven, con permiso de sus padres, y vinieron los años de trabajo: en el Banco de República, primero, y luego como gerente en varias empresas. Así fue, en principio, como se contactó con los medios. Gerenció la revista Cromos y el noticiero Hora Cero, y también fungió como jefe del consejo de redacción del informativo televisivo En Vivo.

De allí pasó a la presidencia de Santa Fe, que encabezó entre 1972 y 1981. Se retiró, dijo, cuando se dio cuenta de que dineros vinculados con la mafia ingresaban al equipo. Años después, refiere su biografía, regada en varias notas periodísticas, fue cónsul en Sevilla, España. volvió al país. Fue secuestrado. Los medios pedían su libertad; uno de sus hijos habló con parte del secretariado para negociar su libertad; ellos pedían dinero, sin dinero no habría libertad. Un operativo del Ejército, a fuego, le permitió la libertad. Fuera de cautiverio, se lanzó a la política por invitación de Germán Vargas Lleras. Obtuvo 11 mil votos, que lo designaron como concejal de Bogotá.

Diez años después de su cautiverio, en julio de 2011, recibió el Premio de Paz Alfonso López Michelsen. Ernesto Samper, uno de sus amigos, fue el encargado de entregárselo mientras él lloraba. Convertido en miembro activo de País Libre, Cortés apoyó siempre el intercambio humanitario.

Los últimos fueron tiempos diferentes, de descanso. De vejez, como dijo en una entrevista con El Tiempo en 2007, a propósito de sus 80 años.
—La ‘puve’ no perdona —dijo Cortés por ese entonces.
—¿La ‘puve’? —le preguntó la periodista.
—Sí, la ‘puta vejez’, que al final llega y no quita con nada.

Por Juan David Torres Duarte

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar