Cada año queda ‘embarazada’ de ‘ocho pelaos’: la historia de “Barriga e' trapo”

Hace 20 años salió por primera vez, en el Carnaval de Barranquilla, una mujer con una barriga de grandes proporciones. El Espectador habló con la docente detrás del emblemático disfraz.

Linda Rueda De la Hoz
15 de febrero de 2018 - 01:30 p. m.
La "Barriga e' trapo". / Cortesía.
La "Barriga e' trapo". / Cortesía.

"Ajá, ¿de qué te vas a disfrazar?". La pregunta rondó la cabeza de Atala Ochoa Torrenegra, quien regresaba de un viaje al exterior. El fantasma del Carnaval de Barranquilla ya la acechaba y ponerse al tanto de la actualidad nacional era un paso clave para elegir un personaje. Encendió el televisor y, precisamente, anunciaron la gran noticia. ¡Qué señor personaje! Cogió dos almohadas, dos pijamas y se las colocó en el abdomen. "¿Ajá y tú qué, ahora eres la barriga e' trapo?", expresó su mamá y bastó para saber que ese sería el disfraz. 

En 2018 se cumplieron 20 años de la primera vez que Atala recreó el personaje, los mismos años que tiene la historia macondiana de Liliana Cáceres, quien gestó una barriga de trapo para que su marido no la dejara. Fue en noviembre de 1997 cuando la farsa salió a la luz y nació un emblemático disfraz que reviviría la historia cada año. Lea también: "Yo lo que tengo es pura tradición": Manuela Torres, cantora de Basan Tambó.

El atuendo, por supuesto, ha ido evolucionando con los años y cada vez está mejor pensado. "Tiene una estructura de aluminio y un corsé que mandé a hacer especialmente para sostener la barriga y proteger la columna", explica la docente de 58 años. Aunque parezca que "cargar ocho pelaos" es muy pesado, asegura que el interior está hecho de esponja y que, además, "la alegría, el sol, las fotos y los piropos, me permiten llevar el disfraz con entusiasmo". Puede leer: “El Cañonazo”, la historia misma del Carnaval.

La peluca, un afro, es para guardar relación con el aspecto de Liliana Cáceres en aquella época. En otros años se ha hecho trenzas o se ha decorado el cabello con chaquiras. Con su traje, maquillaje y peinado innova en cada versión del Carnaval, haciendo su disfraz lo más pintoresco posible. Lea también: Carnaval de Barranquilla: del caos y la alegría.

El convertirse en la "Barriga e' trapo" le lleva solo 45 minutos, pero la incomodidad dura casi medio día. "No puedo tomar líquido el día que voy a desfilar, y si lo hago es solo un 'dedito' para la hidratación, porque con el traje no puedo ir al baño", detalló Ochoa. Puede leer: ¿Y qué es la tal “Guacherna”?

Sin embargo, prefiere pensar en aquello que la motiva. "Cada año parece que fuera la primera vez. Los hombres, cuando se toman una foto conmigo, abrazan la barriga y dicen: 'Así quiero tener una mujer preñada'. La alegría del Carnaval, el calor humano, todo eso me anima a salir cada año con el disfraz".

Pese a ello, esta carnavalera de corazón confiesa que ha deseado dejar el personaje, sin éxito, pues a la "Barriga e' trapo" es a la que invitan a los eventos. "A veces quiero portar otro disfraz, porque tengo varios: "Fantasía carnavalera", "Río, brisa y mar", "Fantasía Wayúu", "Ochoa en Carnaval", "Soy pilandera y el maíz qué" o "La Gitana". Son disfraces más fáciles, los cuales simplemente se meten en una mochila y vamos. Pero con esto...", dijo mientras señalaba su super barriga. 

Pero la comodidad, por lo general, no acompaña a la fama, así que si el público quiere a la "Barriga e' trapo", ella lo complace con cariño. Sobre todo porque su pasión por la fiesta la sobrepasa y hace que dé todo de sí a cambio de las sonrisas. 

Algunas de las creaciones de Atala Ochoa para su comparsa. Foto: Linda Rueda De la Hoz.

Más que una actriz de Carnaval

Atala Ochoa fue reconocida este 6 de enero, por la reina Valeria Abuchaibe Rosales, por su participación en el Carnaval. "Me puso la corona por ser portadora, hacedora y artista. Por preservar nuestra identidad, nuestra gran fiesta que lleva la cultura del pueblo costeño", explicó.

Es que la docente no es solo un personaje importante de la fiesta, sino que es dueña de su propia comparsa, para lo cual dedica los 365 días del año. "Carnivanimal" está conformada por más de 80 integrantes, quienes recorren el desfile de los niños vestidos de animales que tradicionalmente hacen parte del Carnaval. 

"En 2004, uno de mis estudiantes de transición me manifestó que él quería salir como yo en la Vía 40, entonces, yo le dije que para ellos hay un desfile de los niños. 'No profe, yo quiero ir contigo, bailar como tú', me dijo. La sorpresa fue que al día siguiente el niño se apareció con un jean cortado en tiritas, se lo puso encima de su cuerpo y aseguró 'mira, seño, para que veas que yo sí sé bailar'", recordó la docente entre risas. 

Eso, según cuenta, la llenó de emoción y, durante la clase de los animales y su relación con el hombre, se le ocurrió que podía hacer una comparsa de animalitos. "En ese entonces salieron 24 niños y 10 madres que me apoyaron en el proyecto".

Ahora, divide su tiempo entre la docencia y todo lo que implica tener su propia comparsa. Las máscaras propias de esa danza son costosas, por ejemplo, así que se dedica a hacerlas ella misma. Con una puede tardar una semana, así que es un trabajo de todo el año. 

Foto: Linda Rueda De la Hoz.

La máscara más especial

Un extraño adorno reposaba en uno de los muebles de Atala. Una máscara de muerte que recuerda a las muy vistosas que hacen en México. "Esta es del disfraz 'Ochoa en Carnaval'. La hice en honor a mi hermano", expresó, mientras su miraba cambiaba.  

Reveló que murió aproximadamente un mes antes de unos Carnavales. Durante todo ese tiempo le parecía verlo organizando, animándola, hablando como siempre lo hacía. "Entonces yo dije 'Ochoa, te voy a hacer un disfraz' y lo hice. Es el de la muerte, con este salí en la guacherna". 

Actor o espectador

Ser un actor del Carnaval no permite disfrutar de ciertas cosas de la fiesta. Por ello, tras salir como la "Barriga e' trapo" en la Vía 40 y en la calle 17, el martes dejó "los pelaos" en la casa y fue simplemente Atala, una espectadora más. 

"Cuando eres actor y hacedor todo gira alrededor del Carnaval, todos los días. En cambio cuando eres espectador, simplemente pasas unas horas disfrutando, alegrándose con cada manifestación. Es diferente". 

Eso sí, aunque su familia le insista en que "ya está bueno", que ya es hora de dejar del lado el personaje, ella mira al cielo al tiempo que dice que no. "Hasta que papito Dios me tenga con vida y me permita hacerlo". 

Parece ser que cuando alguien se enamora del Carnaval no está dispuesto a dejarlo. Ella, en su natal Manatí (Atlántico), disfrutó junto a sus padres carnavaleros. La mamá organizaba toda la logística e imagen y el papá era quien armaba las cumbiambas y salía a desfilar por el pueblo y a bailar en los salones.

En ese ambiente festivo, sano, Atala Ochoa aprendió a valorar la fiesta, a participar de ella y a luchar por su preservación. Ahora, es una mujer que lleva un vientre más grande que su corazón, pero un amor por el Carnaval más grande que su barriga. 

Por Linda Rueda De la Hoz

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