Profanas letanías bendicen el Carnaval de Barranquilla

Las Ánimas Rojas de Rebolo, siete encapuchados rojos, pasan con sus libros de versos por la carrera 22, ellos rezan letanías profanas, se sirven el trago y la gente los escucha mientras bebe cerveza.

Ever Mejía y Valery Serrano*
14 de febrero de 2018 - 02:35 a. m.
Profanas letanías bendicen el Carnaval de Barranquilla

Alrededor de la calle 17 se aglutina la gente para disfrutar del que llaman el desfile del pueblo. Ahora pasan siete encapuchados rojos con sus libros de versos por la carrera 22, ellos rezan letanías profanas, se sirven el trago, tienen un pequeño amplificador, la gente los escucha mientras bebe cerveza. Ellos se denominan Las Ánimas Rojas de Rebolo. (Lea aquí: Así nació la cumbiamba “El Gallo Giro” en el Carnaval de Barranquilla)

En esa esquina, que hoy es un billar, por la que ahora pasa la agrupación de Orlando Barrios, se fundaron las letanías. Hace 88 años, en 1930, a esa misma hora, 4:30 de la tarde, se le había acabado la plata y el trago a un grupo de amigos. José Dolores Gutiérrez fue quien dijo que se disfrazaran para salir a pedir plata e Isaac Morón lo secundó diciendo: “Yo sé de un disfraz que es un capuchón negro con versos improvisados, lo usan en Ciénaga (Magdalena)”. Terminaron de escribir los versos y quedaron en reunirse el día domingo con ropa negra, cuando ya iban a partir Isaac Morón hizo un último llamado: “Falta el coro”. José Dolores contestó: “Como esta vaina es un rezo y nosotros lo que vamos es a buscar ron mañana, el coro que sea ‘Pague este rosario con media botella de ron’”. (Lea aquí: Baila la calle: ¡Porque lo bueno se repite!)

La historia de las letanías, documentado en una investigación de Alejandro Espinosa, se remonta al siglo II, cuando los padres apostólicos, siguiendo los consejos de San Pablo, hacían peticiones por una vida en paz. Luego en el siglo XII surgen las letanías lauretanas en honor a la Virgen María. El Papa Sixto V las aprobó en 1587 para toda la iglesia. Luego no hay información documentada de cómo llegaron hasta el Carnaval de Barranquilla. Algunos investigadores, como Ariel Castillo, mencionan que una manifestación similar a las letanías de Carnaval, fueron los goliardos. Los goliardos fueron un movimiento que surgió en el siglo XIII en algunos países de Europa, entre ellos España, comandado por clérigos que escribían poesía satírica en latín en contra de la iglesia. Luego con la colonización de los españoles a América, y esa mezcla de culturas, esta manifestación se habría hecho popular en Ciénaga, Magdalena. Y ahí aparecen José Dolores e Isaac Morón para traerla al Carnaval de Barranquilla en 1930.

Son muchas las veces que Orlando Barrio ha contado el origen de la agrupación que hoy, a sus 70 años, dirige. Esta historia ha pasado de generación en generación de forma oral, y de esta forma sobrevivió hasta nuestro tiempo. Orlando que lidera el grupo desde lo que sería la cuarta generación de Las Ánimas Rojas de Rebolo aún se sabe uno de los versos que José Dolores escribió en 1930:

Dicen las malas lenguas

Entre ellas las de mi tío

En esta calle vive una vieja

Que tiene siete mario’

Coro

Pague este rosario

Con media botella de ron

Ahora ellos avanzan por la calle 17 sin ninguna dificultad: rezan sus letanías, profanan desde Donald Trump, pasando por los políticos colombianos y los jugadores del Junior, hasta las chismosas del barrio. Pero estas libertades no siempre fueron tales.

Las letanías no fueron formalizadas por Carnaval hasta el año 1978, cuando las dejaron inscribirse como ‘letanías’ en las diferentes actividades de Carnaval. En los año 60’s empezaron a inscribirse en algunos actividades como ‘comparsas’. Antes de eso las letanías vivían en la informalidad, rechazadas por las autoridades y por gran parte de la ciudad, y su existencia estaba en vilo permanente. Todo dependía de la buena voluntad de los grupos de amigos que salían a la calle a hacer reír a los vecinos en los barrios populares a punta de versos picantes.

En tiempos de transición a la formalidad, en 1977, tuvieron un percance. El martes de Carnaval, Orlando Barrios fue con su grupo a un billar en el barrio Hipódromo a rezar letanías. Cuando terminó las letanías verdes (son las más suaves), empezó a rezar letanías rojas, que son del ombligo para abajo. Arbitrariamente una niña de no más de 10 años entró al billar y escuchó las vulgaridades que decían los letanieros; un policía al ver la escena entró al billar, regañó a Orlando y a su grupo y se los llevó al calabozo. Para ese entonces, ya contaban con una inscripción por parte de Corporación Autónoma del Carnaval, pero esto no le importó al policía. Orlando, hoy, aún recuerda con enfado los regaños de las tías porque no llegaron a comerse los sancochos que les prepararon. Y luego descubrió que la niña del billar era hija del policía.

Hay muy poco material histórico respecto a las crisis que vivieron las letanías en sus primeros años. Hay algunas anécdotas y algunas hipótesis de los investigadores.

Orlando, por ejemplo, cuenta que a él le contaron que cuando la agrupación aún se llamaba Las Ánimas Negras de Rebolo, los invitaron a la emisora La Voz de la Patria y José Dolores tiró unos versos contra el alcalde y a su vez dueño de la emisora, de inmediato los sacaron del aire, los insultaron y no los invitaron más.

En 1962 la Alcaldía expidió el decreto No 027 que rezaba: “Desde el día 20 de enero hasta el 6 de marzo próximos se permitirán toda clase regocijos públicos que no sean contrarios a la moral y a las buenas costumbres”. Luego el decreto especificaba qué días se permitirían los disfraces y aclararía que no podrían ser alusivos a las autoridades civiles ni militares ni eclesiásticas. Además prohibía a las emisoras radiales los rezos o letanías y advertía una multa de 100 a 200 pesos para las emisoras infractoras. El decreto de la época tampoco permitía a los hombres disfrazarse de mujeres.

Para que una ciudad conservadora y católica como Barranquilla disfrute una fiesta liberal que se burla de la vida, de sus políticos y sus religiones, tienen que existir contradicciones que resulten insólitas y, por lo tanto, cómicas. Los barranquilleros saben que para disfrutar la fiesta hay que ceder en creencias. El escritor Ramón Illán Bacca, por ejemplo, relata en su novela Disfrázate como quieras un suceso real: En 1951 la reina Cecilia Primera, quien era una aviadora aficionada, aterrizó en el aeropuerto de Barranquilla en su propia avioneta; inmediatamente el emocionado alcalde firmó un decreto en el cual nombró a Cecilia “reina de los cielos de Colombia”. Todo era algarabía hasta que apareció el grito del Arzobispo diciendo que “la única reina de los cielos puede ser la Virgen María”. El alcalde, fiel a su religión, derogó el decreto anterior y promulgó uno nuevo que decía: “Cecilia Primera es nombrada Capitana de los cielos en Colombia”.

En Barranquilla lo santo y lo profano logran convivir, se untan, se mezclan y se separan, a veces, hasta se confunden. En el 2013 el arzobispo Jairo Jaramillo protestó por la campaña de la Alcaldía que repartió 400 mil condones durante el Carnaval para evitar embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual. No obstante, por ejemplo, el año pasado, el sacerdote Rafael Ospino ingresó a la iglesia de Tubará (municipio del Atlántico) disfrazado de monocuco. Como digo, en carnavales Barranquilla confunde lo santo con lo profano, no es extraño escuchar la noche del martes de Carnaval a más de uno que se la pasó parrandeando “menos mal que mañana es miércoles de ceniza”. En los días de carnavales el barranquillero no se complica, guarda sus problemas y sus dioses, lo importante es disfrutar, para lo otro ya le quedan 361 oportunidades, para los carnavales solo tienen cuatro.

Aunque en un principio, como toda manifestación, el carnaval causó resistencia, especialmente de un sector elitista de la ciudad. En el Caribe colombiano, en general, nos acostumbramos a aceptar nuestras tradiciones y manifestaciones solo cuando reciben la bendición del resto del país, del interior, solo cuando los otros aplauden nuestra cultura, ahí nosotros empezamos a apropiarnos de ella, mientras tanto la despreciamos. Un artículo titulado ‘Para salvar el Carnaval’, publicado en el Diario Del Caribe en 1968, dice: “Parodiando una frase (…) del gran caudillo que fuera Jorge Eliecer Gaitán, puede decirse que nuestro carnaval es superior a sus dirigentes”. Párrafos más abajo el artículo que crítica a la Empresa Colombiana de Turismo dice “Los compatriotas del interior, la prensa capitalina sí entiende el significado del Carnaval de Barranquilla”. En la prensa de la época se pueden encontrar títulos más apocalípticos, uno del Diario Nacional dice ‘El Carnaval, tradición de la ciudad, se muere’.

Dentro de este proceso de crisis y de desorden institucional del Carnaval se vieron involucradas las letanías. Los decretos excluyentes, la censura en la prensa, el rechazo social y la falta de apoyo financiero pudieron extinguir esta manifestación oral del Carnaval. Pero con las ganas de sus integrantes, levantaron la voz y lograron sobrevivir. Ahora un hombre de camisa morada llama a Orlando Barrios, le pide que rece unas letanías, Orlando se aparta con su grupo del desfile para rezarle algunos versos al hombre, el coro conformado por Jorge De La Rosa y Wilfran, Jhonfran, Yarlinson y Francisco Ibarra responden. El hombre y los que están a su alrededor lanzan un par de carcajadas, recogen la plata y le entregan 4000 pesos a Orlando. Wilson Bermejo reparte el trago.

Las Ánimas Rojas de Rebolo siguen la ruta del desfile, pasan ahora por su barrio, Rebolo. Ellos son reboleros orgullosos. Aunque los términos ‘Rebolo’ y ‘Rebolero’ han adquirido significados negativos. Si alguien busca en Google la palabra ‘Rebolo’, encontrará, entre otras noticias de asesinatos, un titular del periódico El Tiempo que dice “Rebolo es el barrio más peligroso de Barranquilla”. Si alguien ingresa a El Heraldo, el periódico más leído en el Caribe colombiano, y busca la palabra ‘Rebolo’, encontrará, entre otras, las siguientes noticias: “En medio de persecución, Policía da de baja a presunto delincuente en Rebolo”, “La pelea que apagó las velitas de una familia en Rebolo” y “Lo descubren en Rebolo con 7 kilos de cocaína”. No suficiente con eso, un barranquillero que no frecuenta Rebolo y comenta que va para allá, los que escuchan le suelen advertir “ten cuidado”, “abre el ojo” o “no lleves el celular”.

Solo en carnavales, el folclor omite las acepciones negativas del barrio, le da otro color a sus calles, ahora en ellas baila el Rey Momo, la gente baila alrededor de él, conversan, beben cerveza, celebran la vida. El Carnaval saca la mejor cara de Rebolo y sus habitantes. La fiesta logra disimilar la ausencia de políticas públicas, el abandono del Distrito, lástima que solo sean cuatro días.

Es domingo de Carnaval, la gente se acerca a la carrera 50 donde se presentarán diferentes manifestaciones del Carnaval. Entre esas está el Encuentro de Letanías. Son las cinco de la tarde y rápidamente empiezan a llegar las 27 agrupaciones de letanías que participan del Carnaval de Barranquilla.

Las Ánimas Rojas de Rebolo ensayaron sus letanías durante el mes de enero. Los integrantes llegaban alrededor de las siete de la noche a la casa de Orlando. La fachada de la casa es de color amarillo crema, la terraza está cubierta por un techo de zinc, en la sala abundan los recuerdos alusivos al Carnaval, están retratos de las diferentes generaciones de Las Ánimas Rojas de Rebolo, hay fotos alusivas a la danza del Toro Grande y una foto grande de José Trinidad Barrios quien resucitó a aquella agrupación, también hay dos mecedoras de mimbre y el televisor. En el patio es donde ensayaron las letanías.

Buenas buenas carnavaleros

Un saludo de antaño

Le traemos los reboleros

Igual que todos los años

Ese es el verso que utilizó Orlando para abrir los ensayos, el coro le respondió:

 

Para que escuchen con sabrosura

Letanías de la cultura

 

Luego de ensayar 42 versos con la misma estructura del anterior, empezaron a conservar.

 

—Hoy terminé una letanía que me tenía dando vueltas, sobre los manes que mataron al toro en Venezuela —dijo Orlando.

— ¿Cuánto te demoraste? —preguntó alguien

—Más de media hora —respondió Orlando y agregó que un colega le dijo—. “Si tú estás haciendo la del toro, yo voy a hacer la de…

Orlando no recordó y solo atinó a decir: “Lo que pasó en Venezuela”.

— ¿La de los venezolanos que mataron a los animales en el Zoológico? —Intervino Francisco Ibarra

—Esa, esa —certificó Orlando

—El coro de esa debía ser “Nojoda tiene hambre” —agregó Francisco y todos se rieron

—Se escuchaba clarito cuando el que grabó decía “tiene hambre, tiene hambre” —dijo alguien más

—Yo vi otra noticia en la que atropellaron a un perro —dijo Jorge

Después de conversar otro rato, volvieron a ensayar sus 42 versos. Cuando terminaron contaron algunas anécdotas de letanieros. “A veces nos toca hacer las letanías corriendo, las presentamos hasta en borrador porque las noticas pasan hasta los días de carnavales”, dice Orlando Barrios. Y recordó la masacre en la Universidad Libre de Barraquilla en 1992, la noticia salió el sábado de Carnaval en horas de la mañana.

Son precisamente las malas noticias las que permiten que surja la sátira de las letanías, que su espíritu provocador recorra las calles de la ciudad. Su mirada subjetiva que combina la audacia con la plebedad, solo es posible en un país como Colombia donde no se distinguen las divisiones entre lo inverosímil y lo verosímil, donde lo trágico y lo cómico suelen ser lo mismo, donde nuestros gobernantes nos recuerdan que cada día se puede ser peor. Solo en ese escenario las letanías son posibles, para que sus rezos hagan reflexionar al pueblo.

Las buenas letanías tienen el punto medio entre la vulgaridad y la intelectualidad. No se puede vulgarizar de tal forma que su contenido esté vacío. Pero tampoco se pueden orientar hacia lo conmemorativo ni estilizar su contenido de tal manera que pierdan la mirada popular que las caracteriza porque las letanías, como las empanadas, sin picante no saben a lo mismo.

Esos son precisamente algunos de los criterios que evalúan los jurados ahora en la tarima donde se presentan las distintas agrupaciones de letanías. Alrededor de 70 personas están tras las vallas dispuestas a escuchar las letanías, algunos se quejan de que hay poco espacio. Momentos después Los Siete Lenguas lo dirían con un poco más de irreverencia en sus versos “escenario de porquería”.

El público presente se ríe con los mejores versos. Este año los temas favoritos son Teo y Ovelar, el Pae y las pechugas de pollo a 40.000, el Papa y su ojo colorado, los corruptos del gobierno y la oposición y en el plano internacional Maduro y Donald Trump fueron protagonistas.

Cuando una agrupación menciona a las iglesias evangélicas y tilda a sus pastores de corruptos, un grupo de espectadores entre risas dice “sobre eso no habían dicho nada”. Orlando Barrios que estaba cerca, vestido con su capuchón rojo y lentejuelas doradas, les dice que: “Eso es lo que bueno de que haya muchas agrupaciones, ellos tienen temas que yo no tengo y yo tengo temas que ellos no”. Cada letanía tiene su mirada y envía mensajes diferentes a la sociedad. Hasta con el vestuario las letanías envían un mensaje, fue en 1949 tras el homicidio a Jorge Eliecer Gaitán que José Dolores decide que el capuchón de su agrupación debe ser rojo en respaldo al Partido Liberal. En ese momento también cambiaron el nombre de su agrupación.

Minutos después Las Ánimas Rojas de Rebolo son las que están a punto de subir a la tarima. Se bajan las integrantes de Las Chismosas del Carnaval, Orlando le choca las manos a Yulitza Yanos, la rezandera del grupo, que tiene tan solo 17 años. Orlando que tiene 70 años sube a la tarima con los demás integrantes.

Orlando Barrios toma el micrófono, está a punto de empezar. Alguien del público en voz baja dice, en forma de anticipo, “bendito ron blanco”. Y sí, Orlando suelta las primeras palabras “bendito ron blanco que estás en el armario”. Ochenta y ocho años en el Carnaval, los espectadores más fieles se saben de memoria los rezos que identifican a los grupos más antiguos. “y bendito sea tu sabor santo (…) yo te ofrezco en este día con alma vida y corazón para que nunca quedes vacía, que todos tomen y yo también”. “Améeeen”, responde el coro y empiezan a recitar sus 42 versos.

Hoy es martes, último día de Carnaval, estos dos últimos días de Carnaval Las Ánimas Rojas de Rebolo hicieron un recorrido por algunos pueblos del Atlántico. Mañana miércoles de ceniza, a eso de las 10 de la mañana, como todos los años, se reunirán en la terraza de la casa de Orlando, bajo el techo de zinc, sacarán una botella del ‘bendito’ ron blanco y tomarán aunque digan que los carnavales finalizaron. En cada trago intentarán prolongar la ficción que han vivido en estos cuatro días, intentarán eludir esa realidad de la que tanto se han burlado. Aun así, la realidad ya está cerca, en cualquier momento les dictamina su amén.

*Estudiantes de la Universidad del Norte de Barranquilla

 

Por Ever Mejía y Valery Serrano*

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