Cuando “Cartagena, sexo, menores” gana a “Cartagena, Patrimonio, Humanidad”

Charla con la reportera madrileña Alejandra Andrade, quien hace un mes publicó un reportaje en la televisión española sobre la prostitución en la Heroica.

Gonzalo Robledo *
17 de diciembre de 2017 - 02:00 a. m.
 Imagen del reportaje “Piratas sexuales”, emitido el pasado 13 de noviembre en el canal Cuatro de España. Se ve a la periodista Alejandra Andrade en charla con niñas afectadas. / Cortesía
Imagen del reportaje “Piratas sexuales”, emitido el pasado 13 de noviembre en el canal Cuatro de España. Se ve a la periodista Alejandra Andrade en charla con niñas afectadas. / Cortesía

El cariño que siente la periodista española Alejandra Andrade por Colombia lo manifiesta haciendo reportajes de denuncia social. Y la fluidez con la que maneja términos como “bazuco, bacrim, ollas y urabeños” evidencia que, a su manera, lleva en el corazón sus visitas al Bronx de Bogotá y a las comunas más peligrosas de Medellín.

El turno le llegó a Cartagena, catalogada en su último reportaje televisivo, Piratas sexuales (emitido el pasado 13 de noviembre en el canal Cuatro de España), como “la cuna del turismo sexual con menores en América Latina”.

“Colombia no me puede gustar más, pero siempre me ha tocado hacer temas chungos”, dice Alejandra para explicar la elección de un fenómeno negativo cada vez más asociado al nombre de Cartagena en la información que circula por el mundo. Una búsqueda reciente en Google de las palabras “Cartagena, sexo, menores” arrojó más de un millón de entradas, casi el doble que “Cartagena, Patrimonio, Humanidad”.

“Lo tenemos como un sitio turístico maravilloso que la gente relaciona con García Márquez y el Caribe”, anota Alejandra sobre la percepción que tienen los españoles de Cartagena. “Y nos pareció muy fuerte que existiera eso allí”.

Vive en Madrid y la entrevisto por Skype desde Tokio, donde este año trabajamos juntos para un reportaje que incluyó un recorrido por la región de Fukushima y una visita a los reactores nucleares accidentados en marzo del 2011.

Esperamos a que se emitiera el programa de Colombia para que me contara sus impresiones sobre un tema que por mi larga residencia en el oriente asociaba a países del sudeste de Asia, donde la explotación sexual de menores es un estigma histórico y una importante fuente de ingresos anuales. “Se han hecho muchos reportajes de Tailandia, Camboya y otros países, pero pensamos que Cartagena era un destino turístico donde van muchos españoles”, añade la periodista.

El programa se abre con un avión de pasajeros que sobrevuela un tugurio en Cartagena y una frase lapidaria: “Hay lugares donde ser menor es un riesgo”. A continuación, y a lo largo de una hora, la reportera habla con proxenetas, menores de edad prostituidas, clientes de bares, policías, abogados y miembros de ONG que luchan contra el problema.

Un hostelero español de Cartagena le explica cómo la policía de la ciudad le obligó a aceptar que un oficial se quedara en su hotel con su “novia”, que al parecer tenía doce años. Otro paisano suyo residente en la Heroica defiende ante la cámara lo filantrópico de pagar por acostarse con prostitutas de bajos recursos.

Por competir en la franja prime time con populares espacios de entretenimiento, los reportajes de Alejandra tienen ritmo y estética de película de acción. Emitir temas duros en las horas de mayor audiencia tiene lugar en España desde que a principios de este siglo un equipo de jóvenes con gran desparpajo periodístico, entre los que se encontraba Alejandra, decidió reinventar el cinema verité, el documental en su forma primigenia.

Idearon formatos televisivos que harían escuela y les pusieron títulos que anunciaban lo descarnado de sus contenidos: Callejeros, Encarcelados y En tierra hostil. Con Callejeros, que indagaba en la España marginal y encontraba a menudo personajes esperpénticos perpetuados después gracias a Youtube, Alejandra descubrió su talento para empatizar con las tragedias humanas.

Encarcelados le sirvió para mostrar las condiciones extremas de las peores prisiones de América Latina y denunciar la desidia de algunos diplomáticos españoles a la hora de hacer llegar medicinas a sus compatriotas presos en ellas.

En tierra hostil la llevó a Medellín, donde pudo confirmar, en un encuentro a puerta cerrada con un escuadrón de sicarios armados, que el interés sincero por la ocupación de un sujeto peligroso puede ser el único seguro de vida del periodista extranjero que se adentra en zonas de alto riesgo.

Por poner una lupa sobre lo peor de los sitios que visita, las críticas que reciben sus programas van desde “sensacionalista” a “telebasura”. Ella se defiende diciendo que sus reportajes son “incontestables” y que para mostrar lo bueno “están los programas de viajes”.

Aunque enfatizar el riesgo o la dificultad de su trabajo es un componente habitual al inicio de sus narraciones, reconoce que entrar en contacto con la prostitución cartagenera no fue complicado. En el primer taxi que Alejandra y su equipo cogen en la entrada del hotel, el conductor les anuncia que las colombianas “se portan muy elegante con los extranjeros”. A continuación, les ofrece mujeres “con tetas, sin tetas, con nalgas, sin nalgas” y, por supuesto, de todas las edades.

Con la premisa de que “si te lo cuentan ellas es que está pasando”, el equipo se adentra en el barrio La Candelaria y allí un par de menores les explican cómo son utilizadas, drogadas, engañadas y a veces golpeadas por los clientes. Declaraciones como “si yo dejo de venir no va a cambiar nada”, de un cliente que está a punto de entrar a un bar o las redadas inocuas de la policía que se limitan a pedir documentos a las trabajadoras de los locales nocturnos, conducen a la conclusión de que en Cartagena reina la impunidad.

Alejandra añade que aunque lo mejor de su investigación está en el programa, le quedó la espina de no haber encontrado “ningún cerdo español haciendo eso”. Señala la falta de penalización a los clientes como una de las raíces del problema, ya que la tolerancia es recurrente en muchos países donde el sexo con menores ha sido convertido en un aliciente más del turismo internacional.

El reportaje reveló a cientos de miles de televidentes españoles la faceta más oscura de Cartagena y seguirá vigente en la web hasta que la ciudad amurallada recupere el calificativo de Patrimonio de la Humanidad como su marca más conocida.

“Inaceptable que nos quieran vender como destino sexual”

La frase del título fue publicada en Twitter el pasado 4 de octubre por el alcalde encargado de Cartagena, Sergio Londoño Zurek, luego de participar en una reunión con Interpol, Migración Colombia, Policía Nacional, Distriseguridad, Secretaría del Interior, Armada Nacional y Corporación de Turismo, a raíz de la publicación en la red social Instagram de una invitación a una fiesta sexual con “60 mujeres ardientes para servir a 30 clientes”. Londoño Zurek dijo: “Este es un video obsceno que no obedece al turismo que queremos en la ciudad, que promovemos y que es su motor de desarrollo. Estos eventos dañan el buen nombre de los cartageneros, va en contra de las mujeres. No los vamos a tolerar en la ciudad, y después de una exhaustiva investigación sobre lo que sucede alrededor ya se tienen acciones puntuales para desarrollar en materia policiva”. Se prometió incluso que Migración Colombia deportará a los extranjeros que patrocinen delitos como la inducción a la prostitución o la trata de personas. Sin embargo, no ha habido capturados.

*Periodista y documentalista colombiano radicado en Tokio.

Por Gonzalo Robledo *

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