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Buenaventura, 14 años de violencia

Investigadora Constanza Millán reconstruyó catorce años de violencia en la zona. Lo peor del terror de Farc, “paras” y bacrim contra los afrodescendientes aún está silenciado.

Élber Gutiérrez Roa
06 de junio de 2015 - 02:09 a. m.

Una de las tragedias humanitarias más graves que vive Colombia está en Buenaventura, municipio y puerto sobre el Pacífico del que recurrentemente se habla en los medios de comunicación, como consecuencia de su problemática de violencia y falta de oportunidades, pero al que poca atención parece prestársele a la hora de acometer acciones concretas para espantar tantos males que le azotan.

Las guerrillas, los paramilitares, las bandas criminales, la delincuencia local y los políticos corruptos son algunos de ellos y se han encargado de perpetuar dichos problemas, inocultables ya hasta en el mismo Buenaventura, en donde pareciera que muchas cosas pasan sin que nadie se dé cuenta: de los 400 mil habitantes, más de 160 mil se han acreditado como víctimas; entre 1999 y 2003, los paramilitares cometieron 26 masacres en el municipio. Lo confirma el Centro Nacional de Memoria Histórica en su investigación “Buenaventura, un puerto sin comunidad”, que documenta los últimos catorce años de violencia en el puerto y sobre cuyas conclusiones informó este diario el 2 de junio.
 
La investigadora Constanza Millán, una de las autoras del informe, reveló nuevos detalles sobre la situación del principal enclave del país en el Pacífico.
 
¿Cómo es en realidad ese conflicto en Buenaventura, con tantos actores y tanta ausencia de Estado?
 
Un conflicto armado y violento que tiene dos momentos fundamentales: uno en los últimos meses de 1990, con una presencia hegemónica de las Farc en el Pacífico del Valle del Cauca, y otro con la arremetida paramilitar y el ingreso del bloque Calima. Pero hay otro momento clave: la dinámica después de la desmovilización de este bloque, en 2004, específicamente del Frente Pacífico en Buenaventura.
 
A veces cuesta comprender por qué, pese a la desaparición de un actor armado tan grande, la violencia no cede, sino más bien muta…
 
Claro, es que el conflicto de los actores armados y las organizaciones criminales en un territorio no se desarrolla de manera aislada, sino anclado en un contexto económico, político y social específico. Entonces en ese primer capítulo lo que intentamos comprender es que durante 14 años se ha expresado un conflicto con tanta magnitud y con tanto nivel de degradación y por qué continuó incluso después del acuerdo de desmovilización y desarme con los grupos paramilitares.
 
Buenaventura tiene la ventaja y la desventaja de ser un puerto. ¿Cómo se ve afectada la dinámica del conflicto a partir de esa posición geográfica?
 
Es un puerto internacional que adquiere especial importancia geopolítica y geoeconómica después de mediados de los 90. Hay unos fuertes intereses económicos legales e ilegales en el desarrollo de la región, con un Estado nacional y local que ha sido relativamente débil para ejercer soberanía allí. A finales de los 90, las Farc encuentran, en su sexta y octava conferencias, que es importante ampliar su presencia hacia el Pacífico. Y luego los paramilitares también. Todo eso ejerce presión sobre las dinámicas económicas legales e ilegales del puerto.
 
¿A qué se refieren cuando hablan del “período de las mil muertes”?
 
Para las comunidades locales quedó como huella el que H.H. había ordenado que los paramilitares asesinaran a mil personas. Tenían que suceder mil muertes durante su ingreso a Buenaventura. H.H. lo plantea también como una orden que se dio para controlar psicológicamente a la población con un terror muy fuerte. Las muertes eran indiscriminadas. Lo importante era el número, sin una razón o una lógica antisubversiva que supusiera una persecución a quienes consideraran aliados de la guerrilla. Fueron más o menos 26 masacres en el área rural de Buenaventura.
 
Siendo una tragedia tan grande, ¿por qué no hay tanta conciencia sobre el tema? Tal vez se tienen más en el imaginario las masacres paramilitares de la costa Caribe.
 
Hay un asunto de visibilización que planteamos en el informe sobre el conflicto en el Pacífico colombiano. Invisibilización tal vez por la forma como nos hemos relacionado con los cuerpos de los afrodescendientes e indígenas. Pareciera que no nos diera tan fuerte el dolor y el sufrimiento de los afrodescendientes masacrados, desmembrados. Muy poco se sabe de las masacres que han vivido los pueblos indígenas hasta ahora. Poco se sabe en términos de la dimensión, la magnitud de lo que estos pueblos han vivido en la historia del conflicto reciente.
 
Pero la guerrilla acaba de dejar el puerto sin luz, hay alerta por el origen de algunos candidatos, las casas de pique siguen… 
 
Buenaventura y el Pacífico son uno de los principales escenarios de disputa del país en este momento. Digamos que es la consecuencia de un escenario de paz fragmentada que vivió Buenaventura (y otras regiones), en donde hicieron acuerdos de desmovilizaciones con unos grupos, pero se continuó la guerra con otros. El enfoque se centró en acuerdos de negociación nacionales y no se pensó en los anclajes regionales locales. Tampoco se han contemplado los anclajes políticos y económicos que permiten que este conflicto continúe. Buenaventura es un territorio que no tiene un actor violento, sino múltiples actores que mutan de identidad permanentemente.
 
Por eso las cosas se pusieron muy mal cuando llegaron los paramilitares, pero siguieron mal cuando se desmovilizaron los paramilitares.
 
Exactamente. No hubo un desanclaje real en la dinámica que estaba viviendo el pueblo, en las victimizaciones que estaba viviendo el puerto. En el territorio han hecho presencia los Urabeños, los Rastrojos o bandas locales como la Empresa.
 
¿Y cómo ponerle solución a este tema?
 
Es fundamental transformar los modelos institucionales que se presentan en la región, romper la forma como el Estado se presenta en Buenaventura, para que el Estado sea fuerte y pueda cumplir sus funciones en términos de bienestar, justicia y seguridad, que son los que no se han desarrollado allí. Y hay otros aspectos en términos de justicia, reparación y condiciones de no repetición.
 
 
 
egutierrez@elespectador.com
 

Por Élber Gutiérrez Roa

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