Campesinos de Pelayito son protagonistas del pesebre más grande de Colombia

En Pelayito, corregimiento del municipio de San Pelayo, Córdoba, el teatro llegó para cambiar la vida de los campesinos. Son ellos los personajes del Pesebre más grande de Colombia.

Constanza Bruno
24 de diciembre de 2019 - 08:58 p. m.
En Pelayito, corregimiento del municipio de San Pelayo, Córdoba, el teatro llegó para cambiar la vida de los campesinos. / William Lopez y Yojany Pérez
En Pelayito, corregimiento del municipio de San Pelayo, Córdoba, el teatro llegó para cambiar la vida de los campesinos. / William Lopez y Yojany Pérez

El director de teatro, William López Durango, un nativo de la zona, explora, sin proponérselo, las tensiones, en medio de las contradicciones, entre la modernización y la democratización de la apuesta en escena teatral de personajes bíblicos en pueblos olvidados como Pelayito, un rincón macondiano de 1.100 habitantes, ubicado a un kilómetro de San Pelayo, la tierra del porro.

Es uno de esos pueblos de cultura híbrida de las que habla el académico y antropólogo argentino, Néstor García Canclini. Es uno de esos Estados-nación latinoamericanos donde lo popular sigue siendo lo excluido. William es un hijo de Pelayito, que empezó de manera inconsciente una carrera titánica de lograr que estas tierras sean reconocidas y conservadas, no por la precariedad representada en el desempleo, la pésima prestación de los servicios de agua y energía, la inseguridad, la corrupción política o los altos índices de consumo de estupefacientes entre jóvenes campesinos, sino por la resistencia, los esfuerzos y los sueños de su gente desde el teatro.

William nunca se imaginó que en la tierra donde nacieron sus abuelos y él hace 40 años, encontraría hombres y mujeres campesinos dispuestos a seguir sus locuras teatrales y a aceptar su propuesta de encarnar a Jesús, María, José, los Reyes Magos y otros personajes bíblicos, para que actuaran en el Pesebre más grande de Colombia, construido en un predio de 17.000 metros cuadrados.

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Entendiendo que el teatro hiere seriamente la ignorancia de los pueblos y transforma vidas, este director de arte para teatro y cine, regresó del teatro Colón, de la fría Bogotá, a su tierra natal para interrumpir en la monotonía que caracteriza a los pueblos olvidados de Córdoba, donde parece no ocurrir nada extraordinario.

Cualquier conocedor de las artes teatrales pensaría que García Canclini le hubiese encomendado a William democratizar el teatro en su tierra, pero no, él dice que proviene de los designios de Dios que desde hace dos años le impulsan a dedicar gran parte de su tiempo a formar en arte, teatro y cine a los campesinos de Pelayito. Este proyecto nació motivado por Cecilia García Genes, una devota religiosa que lidera la construcción de la capilla del corregimiento. Lo buscó para que hiciera un viacrucis infantil para la sede educativa del pueblo, pero él le dijo que no actuaba con niños y decide entonces hacer un casting con adultos. Fue la Semana Santa de 2018 vivida por sus coterráneos con más devoción en su historia. La gente quedó maravillada, logrando romper la rutina en esta región bañada por el majestuoso río Sinú.

“Hagámosle algo muy bonito a Dios”, dijo William a la devota. Alrededor de 200 personas interesadas en conformar los equipos de trabajo, se acercaron para participar en lo que en el arte llaman los departamentos de maquillaje, vestuarios y escenografía. Primero llegaron padres de familias, luego obreros desempleados que al final de la tarde, se asomaban a ver de qué se trataba el asunto. Después arribaron los hijos y los abuelos, quienes más tarde se les verían compartiendo en una misma escena.

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Las facciones de los campesinos de Pelayito se prestan mucho para recrear el pueblo judío. “Sabía que iban a actuar, pero me sorprendí en el estreno del viacrucis cuando vi que esos rostros son muy parecidos a los de mis fotografías y a las de Yojany Pérez, la persona que me ayuda en la parte audiovisual”, expresa William.

Todo el pueblo se volcó a ver qué era lo que estaba pasando en ese lugar lejano a la voluntad política. Ver los rostros de sorpresa del público le erizó la piel. Se sintió como en el teatro Colón, en Bogotá, disfrutando de un inigualable espectáculo teatral de talla internacional.

Personas de 40 y 60 años, padres y abuelos de los niños de la Institución Educativa José Antonio Galán, sede La Inmaculada, se metieron en el cuento de la actuación, que ahora es una pasión. “¿Será que yo puedo actuar, tendré talento?, se preguntaba Jawin Ramírez, un carpintero de Pelayito que luego del casting fue escogido para personificar a José por sus facciones similares y su voluntad para acompañar estos procesos. Lo mismo pasó con Bibiana Padilla (Sara); Elviro Guevara (Abraham e Isaac); Alejandro Negrete (Rey Mago) y los demás personajes. Todos ellos tienen, según el maestro, dotes actorales de tallas nacional e internacional. Pero un papel especial fue asignado a Carolina Petro, una joven de Pelayito que se convirtió en la musa que lo inspira a escribir sus obras teatrales y quien más tarde se convertiría en su esposa. Sus cualidades espirituales la hicieron acreedora de encarnar el papel de la Virgen María.

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Al ver a los adultos actuando y luciendo sus vestuarios, un grupo de muchachos del pueblo, con problemas de drogadicción, le pidió a William que les enseñara a actuar. Fue así como armó el Grupo de Teatro Pelayito, conformado por 80 personas y con las que se propuso sembrar en su pueblo y donde vaya, la semilla de las pequeñas transformaciones sociales. Ellos empezaron como artesanos y ahora son artistas legítimos, que intercalan sus quehaceres campesinos con la devoción teatral.

En el estreno del grupo de teatro, la gente del pueblo lloraba al ver que aquellos jóvenes que diariamente se ubicaban en las esquinas a consumir drogas, se habían transformado en actores. La triste escena sobre la realidad de estos muchachos cambió, nadie se hubiese imaginado que este milagro ocurriría en la tierra de María Varilla, donde la espiritualidad cambió para muchas personas. Los conflictos parecían perderse entre el espíritu de hermandad que brotaba durante y después de los ensayos. “La empatía fue descubierta, y gracias a ella, se fueron limando asperezas entre ‘pelaos’ y resolviendo los conflictos de pareja. Luego de los ensayos teatrales entraban a campo a cocinar juntos y compartir otras actividades”, explica el maestro de teatro.

Este hijo de Carmen Durango Vargas y Jaime Garay, su padre adoptivo, maravilla con su proceso pedagógico y sus obras a desprevenidos espectadores, que en su mayoría son esos que han quedado por fuera de las universidades y los museos, esos que muchos creen incapaces de leer y mirar la alta cultura porque desconocen la historia de los saberes, los estilos y las metodologías teatrales.

William estudió dirección de teatro y cine en Bogotá y regresó a su Pelayito para enseñarle a su gente esas técnicas ahora convertidas en arte. Convencido de que pueden dar más, no solo le asigna a sus coterráneos los papeles actorales, también imprime su toque moderno al conocimiento popular, formándolos a través de talleres artesanales y de recreación local (vestuarios, maquillaje y músicas de la época que quiere recrear), para que aprendan a conocer y mantener nuevas formas de supervivencia por medio de los quehaceres que ofrece el teatro.

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Durante su estancia en Bogotá, William también aprendió a confeccionar vestuarios para obras de teatro. La sicología del color es un trabajo bastante arduo, y para desarrollarlo en Pelayito se valió de las señoras que saben de modistería; les entregó los diseños y los construyeron juntos. Para armar la paleta de colores recogieron sábanas de telas viejas con el fin de obtener la apariencia de vestuarios desgastados de la época de Jesucristo. Luego se pasó al maquillaje y se convirtieron las telas reciclables en obras de arte.

Si fue capaz de atraer 3.500 personas en el viacrucis, lo fue aún más cuando decidió presentar “Porro, pasión, sangre y un pájaro herido”, obra escrita y dirigida por él, convertida en un espectáculo realizado este año paralelo al Festival del Porro, basado en las costumbres e idiosincrasia de las corralejas. “No es una apología sino una crítica sutil y con diálogos escritos en poesía, inspirados en la vida de la gente del pueblo, fue una obra basada en la canción ‘El mantero’”, explicó William.

La fama del Grupo de Teatro de Pelayito se extendió a la Feria del Libro, en Montería, donde sus actores hicieron un performance muy europeo, sorprendiendo al público que no salía de su asombro al ver que los actores son campesinos y obreros del Medio Sinú. En el pueblo se enteraron que había sido todo un éxito. Cecilia, la devota, estaba de cumpleaños y expresó en público un deseo “Qué lindo sería hacer aquí el pesebre más grande de Colombia”. William le envió una nota que decía ‘Vamos a hacer el pesebre más grande de Colombia’ y ella lo leyó en público. “Me ha sorprendido el amor que le ha puesto a la construcción de la capilla, se merece este regalo. Pero luego me pregunté: ¿Cómo vamos a conseguir 10 mil metros cuadrados de terreno? ¿y los materiales? Pero por coincidencia vi a un hombre cortando madera en un predio de Pelayito y se me iluminó la mente. Visioné que era perfecto para armar allí el pesebre. Le dije a la señora, quien de inmediato habló con el propietario. No sé en qué momento todo el mundo empezó a ayudar atraído por la originalidad de la idea. Luego alguien dijo que un amigo tenía una retroexcavadora para desmontar el predio. Pelayo no tiene cuerpo de bomberos, pero del municipio de Cereté pusieron a su disposición el vehículo, y todo se dio”, cuenta el maestro.

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El pesebre más grande del mundo ha tenido gran acogida y por estos días fue llevado al parque del vecino municipio de Cereté, donde el joven maestro se crió. Allí también logró que el arte espantara un poco el hastío de su gente.

En el Teatro Colón, donde trabajó William, una boleta tiene un valor de hasta 250.000 pesos, pero en tierras cordobesas, sobre todo en Pelayito, donde apenas se está formando esta cultura, pocos pagan la contribución de 10.000 pesos que pidió el grupo por ver la obra. El director ruega que sus actores no se desmotiven y que el nuevo alcalde de San Pelayo los apoye porque se trata del futuro de campesinos que esperan que el teatro les dé de comer igual o más que la tierra que cultivan.

Por Constanza Bruno

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