Clara Rojas: a las "retenciones ilegales" de las Farc hay que llamarlas por su nombre, secuestros

Después de estar secuestrada durante seis años por la exguerrilla de las Farc, Clara Rojas se desempeñó como representante a la cámara entre 2014 y 2018. En su nuevo libro dice que el Congreso es más complejo que la misma jungla.

Agencia Anadolu - Santiago Serna Duque
10 de marzo de 2020 - 11:08 p. m.
Tomado del Facebook de Clara Rojas González
Tomado del Facebook de Clara Rojas González

Como lo señala en su nuevo libro titulado ‘De la selva al Congreso’, Clara Rojas fue una de las 39.000 personas que estuvieron secuestradas en Colombia (según el Centro de Memoria Histórica) y una de las pocas de este grupo que llegó a ubicarse en una curul del poder legislativo del país. 

Rojas estuvo secuestrada entre 2002 y 2008 por la otrora guerrilla colombiana de las Farc. Seis años después de salir del cautiverio, encabezó la lista por el Partido Liberal a la Cámara por Bogotá. 

Durante su paso por el Con­greso (2014-2018) fue autora de leyes que buscaban evitar la discriminación de las per­sonas en condición de discapacidad, la creación legal de las salas lactantes en las empresas públicas y privadas, el reconocimiento de los derechos de propiedad intelectual de los directo­res y productores audiovisuales, entre otras.

“Es posible que no representase a todas las víc­timas, pero sí me empeñé en monitorear sus derechos de manera permanente”, apunta Rojas en un libro que hace un paralelo entre la cotidianidad de la selva y el día a día parlamentario. 

La Agencia Anadolu habló con Rojas sobre lo bueno, lo malo y lo feo del Congreso, la actualidad política del Partido Liberal y las versiones sobre el secuestro que han ofrecido exmiembros de las Farc ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). 

Pocas instituciones en Colombia son tan mal vistas como el Congreso. ¿Por qué escribió un libro sobre el legislativo?

Si bien yo había participado en política, todo lo que ocurrió a raíz de mi liberación fue lo que me puso en el espectro nacional e internacional. Eso también me permitió llegar al Congreso entre el 2014 y el 2018. Allí hice un trabajo intenso, realicé unas propuestas no solo como exvíctima del conflicto, sino también como mujer y partidaria del Partido Liberal. 

A partir de esa vivencia empecé la escritura de este libro en el que, más que hacer un informe de rendición de cuentas y hablar de cuántos proyectos presenté, opté por narrar lo que pasa tras las bambalinas del legislativo: cómo se sufre y cómo le va bien a uno, ambas cosas. 

¿Y qué es lo bueno, lo malo y lo feo del Congreso?

Para mí, y esto es una generalización con todos los congresos del mundo, lo bueno es tener una oportunidad de debate democrático. Que nos encontramos diversas personas, con diversos pensamientos, diversas trayectorias y diversos puntos de vista, y nos toca ponernos de acuerdo para sacar unos proyectos adelante. Eso me parece muy valioso. Tener estos espacios -como también los hubo hace siglos en Grecia y luego en Francia- a nivel de democracia es fundamental.

Lo malo son los intereses creados. Digamos que yo había vivido la selva tupida donde uno ni alcanzaba a ver la luz del sol. Pues en el Congreso pasa algo semejante. 

Si bien la gente es amable, y se da un tema de “colegaje”, existen momentos en que los proyectos no pasan y uno se pregunta: ¿qué sucede aquí? Lo que ocurre es que uno no alcanza a ver los tupidos intereses que hay detrás. O pasa todo lo contrario, hay proyectos que avanzan muy rápido y uno de nuevo se cuestiona: ¿cómo pasó? ¿cómo tan rápido?

Obviamente lo malo también es la corrupción. Pero de eso se encargan los entes de control. 

Lo feo es la tarea pendiente de los partidos políticos. Finalmente, como el agua es a la vida, los partidos son a la democracia. En la medida que tengamos mejores colectivos políticos vamos a tener una mejor democracia, pero los partidos son inmanejables. 

La gente llega y se inscribe. Le dan el aval porque sí. Después, cuando alguien tiene investigaciones, lo destierran como al perro más vil, pero nunca se atreven a decir que ese trabajo -el de hacerle una veeduría al candidato- no lo realizaron antes de inscribirlo. En los partidos no hay una aproximación a partir de las buenas ideas, de las relaciones y del compromiso. 

Usted hace una crítica a quienes llegan al Parlamento a "gritar" para lucir como los mejores legisladores. 

A mí me parece que el que grita y humilla al otro no es el mejor. Lo que define a un buen congresista son sus propuestas. Si uno quiere presentar una reforma importante -en mi caso, para Bogotá- no puede, mientras la impulsa, estar maltratando a la gente con el fin de llegar a un acuerdo. El Congreso es como una junta directiva, uno tiene que escuchar al otro. 

Se trata de llegar con un sistema constructivo en el que es necesario entender que los otros también pueden presentar un buen proyecto y, aunque se tengan visiones políticas diferentes, uno puede votar por él. Hay que hacer un esfuerzo para encontrarnos en las afinidades. 

Yo puedo presentar una idea y aceptar que el otro esté en desacuerdo. Pero decirle a alguien que es un paramilitar o que es un sicario moral no es la manera de construir. 

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¿En qué lado del espectro político podemos ubicar al Partido Liberal de hoy: izquierda, centro o derecha?

Debo decir que yo me retiré del partido el año pasado, pero igual lo que entiendo es que trata de ser más de centro. Incluso, ahora se declaró independiente del Gobierno de Iván Duque. Cosa que también lo pone a uno a cuestionarse porque en un principio apoyó a esta administración y ahora la dejó. 

Yo me salí del Partido Liberal porque entendí que había una crisis. Se está desintegrando y me duele pues uno quisiera que funcione. Históricamente es muy importante, así como el Conservador, pero son 180 años de historia y la verdad es que se han venido desnaturalizando. 

¿Por qué dice que a los medios en general solo les importa vender y que el sentido de lo ético va después? 

Porque a la gente lo que le interesa es el morbo por saber qué congresista se robó una plata, eso es lo que vende. Y sí, es importante que lo hagan, pero el problema es que eso (la noticia) no llega a mayores en los entes de control.

En el libro expreso que durante la historia republicana ha habido malas prácticas políticas y malos congresistas, en el sentido de que no cumplen sus deberes y tareas, pero esa no es la generalidad de los casos.

Ante la Justicia Especial para la Paz (JEP), exmiembros de las Farc llaman “retenciones ilegales" a los secuestros que ejecutaron en el marco del conflicto. ¿Cree que es un eufemismo para minimizar la gravedad de este delito?

Aquí a las cosas hay que llamarlas por su nombre. Parte del proceso de dignificación para las víctimas es entender y reconocer que se les hizo un daño. Bajar el lenguaje es omitir el inmenso perjuicio que sufrieron los secuestrados. Privar a una persona de su libertad es un delito de lesa humanidad. 

Yo les diría que acepten la barbaridad de esos actos. Que admitan que se les cruzaron los cables y que nunca más permitirán que esto ocurra en el país.

En Bogotá se presenta una exposición del fotógrafo colombiano Federico Ríos en la que se aprecia un trabajo de humanización hacia los exguerrilleros de las Farc. Usted, que como víctima conoció la cotidianidad de un campamento de la extinta guerrilla, ¿qué visión tiene de ellos? 

Realmente esto era un ejército donde también -como en las Fuerzas Armadas- se tenían que cumplir una serie de rutinas. Ahí no veo más cosas. 

Por otro lado, a ellos los estamos cuestionando es por las barbaridades que cometieron. Yo no desconozco que los excombatientes sean seres humanos, pero reitero que lo más importante es aceptar que aquí hubo un daño enorme hacia las víctimas. 

Esto me hace recordar la exposición de Jesús Abad Colorado en el Claustro de San Agustín en Bogotá. Ahí se apreciaba la historia de más de 24.000 secuestros, extorsiones, la matanza de Bojayá... Uno queda tristísimo. 

Para terminar, ¿es más complejo adaptarse al ecosistema de la selva o del Congreso?

La selva del Congreso es más compleja, porque uno no termina de entenderla. No descarto que la jungla sea complicada pues es necesario conocer el camino y saberse defender de los animales, pero en el legislativo conviven múltiples actores tan bien camuflados que cuando uno logra dilucidarlos y descifrarlos, ya se acabó el periodo.

Por Agencia Anadolu - Santiago Serna Duque

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