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La confesión de alias "Gonzalo"

Fue asesor político de Rodrigo Tovar o ‘Jorge 40’. Conoce asuntos inéditos de la penetración de las autodefensas en Barranquilla. Cree que es viable una negociación con las bandas criminales.

Redacción País
03 de noviembre de 2013 - 08:00 p. m.
Carlos Mario García, alias ‘Gonzalo’.
Carlos Mario García, alias ‘Gonzalo’.

Desde hace siete años vive en la clandestinidad en el exterior. Tiene en su contra una orden de captura por homicidio, pero él asegura que no se desmovilizó de las autodefensas para ir a la cárcel. Es médico de profesión y alcanzó a ser el jefe político de Jorge 40 en el bloque Norte de las autodefensas. Se llama Carlos Mario García. Unos lo conocieron como El Médico, otros con el alias de Gonzalo. Conoce muchos secretos de la penetración del paramilitarismo en las altas esferas del poder en Barranquilla y de la forma como se aprobó la Ley de Justicia y Paz. Con el programa Los informantes del Canal Caracol rompió su silencio y estas son sus confesiones.

¿Cómo llegó a ser el jefe político de ‘Jorge 40’ en el bloque Norte de las autodefensas?

Soy sincelejano, nací en noviembre de 1976 en el barrio La Ford. Mi padre fue abogado y siempre le gustó el Partido Conservador. Yo me sentí identificado con sus ideas. Estudié en el Liceo Panamericano y me gradué en 1993. Ese año, el 19 de julio, sufrí un accidente que me mantuvo en estado delicado, con trauma craneoencefálico, destrucción del rostro y cantidad de cirugías. En ese tiempo jugaba béisbol y fútbol. Fui selección Sucre en ambos deportes. Shortstop en béisbol y enlace en fútbol. Cuando terminé bachillerato empecé a buscar la forma de estudiar medicina. En 1994 mis padres se separaron y me fui a vivir a Cartagena con mi madre.

¿Ya tenía inquietudes políticas?

Muchísimas. Cuando estaba en Sincelejo, para llegar al área rural eran tres minutos. Ya se tenía claridad acerca del conflicto. Hacía parte de nuestro día a día. Empezamos a percibir el flagelo del secuestro como el enemigo. Aunque vivíamos como en una burbuja, ya no se podía ir tan fácilmente a la finca, porque estaban secuestrando. Tampoco se podía disfrutar un fin de semana en Coveñas o en Tolú, porque hasta de las mismas casas iban a sacar a la gente. A nuestra generación le tocó vivir el secuestro y el asesinato, la zozobra que crearon las Farc en Sucre y en los Montes de María. Fue impresionante el éxodo de jóvenes que aprendieron a hablar más en inglés que en español o que sus papás sacaron porque ya les habían dejado papeles debajo de las puertas de sus casas.

Pero no tardaron en imponerse también las masacres de las autodefensas.

Claro. Pero en ese tiempo lo nuestro era hacer deporte, las chicas y los amigos del barrio. Tiempo después le pregunté a Jorge 40 por qué no se conocían los jefes de las autodefensas en Sucre, cuando ya estaban actuando. Él me dijo que fue tímido al principio pero después soltaron todo, a diferencia de Córdoba. Por eso la imagen que teníamos era que en Córdoba se podía trabajar porque había autodefensas.

¿Y usted se hizo médico en ese tiempo?

Entré a estudiar medicina en 1994 y viví en el barrio Manga. Ya eran inmensas las ganas de hacer política. Al menos para mí era claro que el caldo de cultivo de nuestro conflicto era y es la corrupción. Pero después de varios paros que me impedían avanzar en la universidad pública, fui a la Universidad del Norte, de Barranquilla. Llegaron los tiempos del Caguán, en la era Pastrana, y fui consolidando mi pensamiento de que la guerrilla estaba mintiendo. Llegó la campaña política de 2001-2002 e ingresé a las juventudes uribistas. Ganó Uribe y casi de inmediato en el Congreso se abrió un espacio político. Contacté al senador Miguel Pinedo Vidal, que apoyaba la idea de un parlamento de juventudes, y me reuní con él en Bogotá. Quedé encargado de escoger jóvenes que quisieran participar del movimiento. En ese tiempo yo tenía un bar en Barranquilla y un día se me acercó un empresario que me hizo una pregunta: ¿Sabes quién es Carlos Castaño? Luego me dijo que si quería conocerlo. Estuve de acuerdo, era como si a un joven de 15 años le ofrecieran un viaje a Disneylandia. Como otros muchachos que pensaban igual que yo, Carlos Castaño era una especie de libertador.

¿A pesar de que ya era promotor de masacres?

De eso no se hablaba mucho. En cambio esa invitación fue inaplazable. En ella conocí la famosa finca La 21. Nos recibieron dos muchachos que después mataron. Era gente muy joven, entre 14 y 24 años. Hablamos de la guerra, pero ya estaba convencido de que había que desmovilizar a las autodefensas. Recuerdo que Castaño me dijo que Barranquilla era una ciudad de bandolas, de traquetos, de carteles. Desde entonces me reuní con él como dos o tres veces en Montería y en Barranquilla.

¿Usted se hizo de inmediato miembro de las autodefensas?

No pero sí. Lo que hice fue sentarme con personas del Congreso para incentivar el interés por un proceso de negociación con el gobierno. Mi primer contacto fue con el conservador Roberto Camacho. Llegué a él por Carlos Castaño. El congresista Camacho me explicó muchas cosas en restaurantes, hoteles o en Residencias Tequendama. Estamos hablando de finales de 2002. Lo acompañaban abogados, casi todos paisas. Tiempo después se me apareció en el bar un chico joven que dijo ser comandante militar de las autodefensas. Era Édgar Fierro, alias Don Antonio. Él me dijo que sabía quién era yo y cómo me movía en el tema político. Desde ese día empezamos a reunirnos. Era capitán en retiro del Ejército, se movía muy bien con la tecnología. Lo secundaba Miguel Villarreal Archila, alias Salomón. Ambos dependían de Jorge 40. Él me hablaba de un político y yo le llevaba sus mensajes. Antonio le comentaba los resultados a Jorge 40.

¿Cómo entró en contacto con ‘Jorge 40’?

Me recibió en Ralito, en la finca 06, donde él hacía sus reuniones. Era mayo de 2004. Ya habíamos incidido en un proceso electoral para ayudarle a Guillermo Hoenigsberg a derrotar a Édgar Perea para la Alcaldía de Barranquilla. Así conocí a Eduardo Lozada, gerente de la empresa Métodos y Sistemas. Recuerdo que de entrada me dijo: “necesito que me respalden las autodefensas, de lo contrario no pongo nada porque aquí la gente se roba la plata y yo pague la campaña ”. Ya las autodefensas regularizaban la delincuencia y obraban como una oficina de cobro. Así se le ganó a Perea. Yo en mi vida he visto tanto dinero junto. Se le entregó a Hoenigsberg a título de préstamo. Cuando ganó las elecciones, Jorge 40 alcanzó un poder enorme, pero para hablar con él empezó a aparecer el médico haciendo enlace.

¿Y ese médico era usted?

Lo que puedo decirle es que en adelante los políticos se dieron cuenta de que el alcalde de Barranquilla era puesto por las autodefensas. Además, lo que Eduardo Lozada quisiera hacer estaba autorizado por Jorge 40. Después se añadió el tema de Soledad y otros municipios del departamento. En esa época yo empezaba a viajar a Bogotá para hacer lobby referente a la Ley de Justicia y Paz. En cuanto a Barranquilla, vino el asesinato de Eduardo Lozada y todo se complicó.

¿Quién mató a Eduardo Lozada? 

No lo sé con certeza. Ese día, hacia las seis de la mañana, él me llamó por un avantel y me dijo que nos viéramos porque tenía un dinero para pagar favores políticos, porque se convirtió prácticamente en el inversionista del frente de Antonio. Cuando estoy llegando empiezo a escuchar las ráfagas. En aras de mi salud, no volví a tocar el tema, pero murió Eduardo Lozada y Hoenigsberg cambió. Empezó a cumplirle a Jorge 40, porque ellos habían mantenido contacto. Jorge 40 me dijo que eso lo habían mandado a hacer unos empresarios del Atlántico celosos con el manejo de las autodefensas en la Alcaldía de Barranquilla, pero también me pidió que me desentendiera de Métodos y Sistemas. En esa época conocí a un señor en Barranquilla que era columnista y se llamaba Gonzalo. En ese momento cambié mi alias de El Médico por el de Gonzalo. Soy Carlos Mario García Ávila y así quedó en el proceso de negociación con el Estado, pero de ahí en adelante nació Gonzalo.

¿Y cómo empezó a trabajar con la Ley de Justicia y Paz?

Esa ley fue concebida en discusión entre los comandantes de las autodefensas y el gobierno. Es lógico. Nadie entrega las armas a cambio de nada. A nosotros nos explicaban asesores que venían de otros procesos de desmovilización. Por ejemplo, recuerdo a Carlos Alonso Lucio, también a Otty Patiño. Había una fundación apoyando. Abogados de Bogotá o Cartagena. Ernesto Báez y la gente del bloque central Bolívar hacían muchas reuniones. Nunca se habló de cárcel. Al mismo tiempo se daban las desmovilizaciones. Yo lo hice por el bloque Centauros. Cuando la Corte Constitucional tumbó buena parte de la Ley 975 de 2005, se precipitó la tragedia. Empezó el rearme, las bandas emergentes. A mí me amenazaron, pusieron precio por mi cabeza. Yo lo que hice fue hacer lobby con políticos. Con Jorge Caballero, por ejemplo, con Dieb Maloff, con los de la parapolítica a excepción de Dilia Francisca Toro, que nunca supe cómo apareció en el computador de Antonio. Yo siempre llevé el mensaje de Jorge 40, había que aprobar las leyes del proceso de paz de las autodefensas.

¿Las bandas criminales de hoy son resultado de la errática aplicación de esas leyes?

Totalmente. Cuando arrancó ese tema, la banda de exmilitantes de Jorge 40 me hizo ofrecimiento de volver con ellos. Me negué y me convirtieron en objetivo militar. Lo denuncié y nunca el Estado dijo nada. Hoy creo que no hay un miembro de las bandas criminales que no quiera negociar y salir de la violencia. Por ejemplo, estoy seguro de que puede negociarse con los Urabeños. Hoy existe mucha gente en las bandas que fue de las autodefensas. ¡Qué más les quedaba! La cárcel o la muerte. A mí me hicieron dos atentados, no me quedaba otra alternativa que irme.

Por Redacción País

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