Conociendo el nuevo río Magdalena

La obra tuvo una inversión de $450.000 millones y una planeación de mas de diez años, y desde hace dos es un hecho. Un proyecto pionero ideal para el goce y espacio cultural y comercial para disfrute de los barranquilleros y de turistas nacionales e internacionales.

El Espectador
17 de septiembre de 2019 - 03:00 a. m.
Conociendo el nuevo río Magdalena

“¡Tú sabes que ajá, mi vale, es volver a ver el río”, me dice Alberto, un barranquillero que se ha gozado tantos carnavales como su propia vida en una ciudad de tradición, danza del torito, maría moñitos, guachernas y claveles encantados. “Y es que quedó ¡mono cuco! Llegamos… Este es Gran Malecón”.

Y allí estamos, frente al río Magdalena con una nueva obra, orgullo de los barranquilleros. “El Gran Malecón representa el renacer de aquella Barranquilla que crecía y se desarrollaba gracias a su río”, le dice a El Espectador Alejando Char, alcalde de esta ciudad cambiante. Afirma que aprendieron a valorar el entorno, tener sentido de pertenencia por su ecosistema, reconocer el potencial turístico y disfrutar de expresiones artísticas en el mejor de los escenarios. “Somos testigos de cómo el mismo río de toda nuestra historia ha sido capaz de reinventarnos cada vez más”.

Este malecón es un espacio compuesto por un gran corredor verde y una calzada doble paralela al río. Tiene en su diseño una longitud total de 5,5 kilómetros en 429 hectáreas. Con sus dos años de servicio ha llegado a ser el sitio más visitado por metro cuadrado en el país: las cifras hablan de cinco millones de personas y hace poco logró reunir a más de 30.000 que participaron en un festival de cometas.

Todo esto lo cuenta Juan José Jaramillo, secretario de Cultura, Patrimonio y Turismo del Distrito. “Hay un tema orgánico: haber construido un espacio donde se pueda concentrar la ciudadanía sin distingos, sin amarres y libres: es el Gran Malecón, es el lugar que tiene reglas pero que a todos nos gusta cumplir, además de disfrutar en familia”, comenta este hombre que por más de treinta años ha bailado en el Carnaval con la comparsa del Gorila. Siempre por la tradicional Vía Cuarenta donde se construyó esta obra.

Se siente portavoz del orgullo de todos los barranquilleros con una vista que antes no tenían. “Esta no es una ciudad fundada, es una ciudad de encuentros, algo muy importante, la conexión de un río con un mar, que se enamoran en Bocas de Ceniza”.

El sector Puerta de Oro marca el inicio del malecón, donde en el camino se encuentra una oferta gastronómica, parques de niños y un escenario central que se activa a través de una agenda cultural y con más de 800 eventos.

Hoy, propios y extraños caminan al lado del río, se le acercan y de repente, como el alcalde Char, intentan retomar el tiempo. “Recorrerlo nos lleva incluso a imaginarnos vívidamente un año como 1938, con familias inmigrantes desembarcando de los buques y un ambiente vibrante lleno de actividades económicas y sociales del día a día”. Para el mandatario, lo importante y especial es aprender del pasado para su potencial en el futuro.

La obra tuvo una planeación de más de diez años y desde hace dos ya es un hecho. Una inversión de $450.000 millones y un proyecto pionero, ideal para el goce. En este momento hay 1,7 kilómetros habilitados; en diciembre estará el total (5,5 kilómetros), en los cuales se desarrollan cuatro nodos que involucran todo un sistema social y actividad urbana.

Estar en el malecón permitirá conocer el sector gastronómico conocido como el Caimán del Río, próximo a inaugurarse, además de una ciclorruta, así como llegar al sector de los monoculares y ver el río, la ciudad y las aves. Si lo prefiere, podrá estar en el sector recreativo y deportivo. Este sistema se verá fortalecido con el Pabellón de Cristal, donde el otro año se hará la Cumbre del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Puente abatible y cine al río

A todo esto se suma el primer puente abatible en Colombia, que se entregará próximamente y conectará los 5 km del Gran Malecón con la avenida del Río. Una infraestructura para el disfrute de locales y forasteros que se complementa con un plan que se ha vuelto costumbre: cine al río, como si se tratará de la época de Cinema Paraíso. Todo es una agenda cultural permanente y cortos paseos en buques turísticos por el agua dulce del río. La obras en su totalidad se entregarán a final de año.

Juan José se detiene frente a lo que se conoce como Puerta de Oro, un gran centro de eventos y también operador del malecón. Dice que la sostenibilidad es fundamental. “Le pusimos piel a la ciudad”, agrega, y explica que se han adelantado proyectos con el Ministerio de Comercio para el tema turístico. Junto con el alcalde piensan en un puerto para recibir cruceros. Y no están tan lejos, si tenemos en cuenta lo que dice el capitán de fragata Carlos Urbano, máxima autoridad marítima en la ciudad: “Desarrollaríamos todas nuestras capacidades para garantizar de forma segura el ingreso de ese buque, que pueda llegar a una instalación que cumpla con todas las condiciones y, por supuesto, se salvaguarde la vida humana en el mar”. Y añade que el transporte de pasajeros es un renglón muy importante para la economía.

¿Y la navegabilidad? Para el alcalde Char, respecto al canal de acceso al puerto se adelantan convenios para hacer un dragado que permita tener un calado de 10 metros. “Para el año 2020 la alcaldía presentará una propuesta de tener una draga permanente donde participarán el Gobierno Nacional, el Distrito de Barranquilla, el sector portuario y la Gobernación del Atlántico”, sostiene.

Quien también vive y se goza el Gran Malecón es la reina del Carnaval, Isabella Chams Vega. “Desde que Barranquilla le dio la cara al río es mi lugar favorito”, le dice la soberana a El Espectador, y habla del río como un cuerpo viajoso. “Es un lugar para agendar, hay que ver ese atardecer”, dice la reina de las fiestas curramberas, que recordó que en este sitio recitó un poema de su tía poeta, Meira Delmar.

El malecón siempre tiene brisa, ese viento cruzado de los alisios y las Antillas menores que hace que el tiempo pareciera detenerse mientras lo único que se mueve es el río.

Por El Espectador

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