Portada del 5 de agosto de 1955.
El 30 de julio de 1955, el presidente Gustavo Rojas Pinilla viajó a Quito (Ecuador) en una visita oficial y en una rueda de prensa un periodista del diario El Comercio le pidió un comentario sobre la muerte del comunicador liberal Emilio Correa Uribe y su hijo, en la vía entre Pereira y Cali. El primer mandatario manifestó que todo se había causado por una riña tras un accidente en la carretera. Al día siguiente, el director de El Tiempo, Roberto García-Peña escribió a El Comercio para aclarar que esa versión no era cierta. (Lea: Los días en los que Rojas Pinilla censuraba a la prensa)
Ese incidente fue la gota que rebosó la copa del gobierno con el periódico El Tiempo, y que provocó su cierre. La versión del director era que el periodista Correa Uribe y su hijo habían sido asesinados por “Los Pájaros”, en el Valle, que seguían haciendo estragos como asesinos sueltos. García-Peña fue conminado a rectificar y pedir disculpas, y ante la negativa del periódico bogotano, esa misma noche la policía ocupó sus talleres y clausuró el periódico. El Espectador suspendió su editorial en señal de protesta. En el espacio habitual publicó cables internacionales. (Lea: Guillermo Cano y su lucha contra la censura de prensa)
Previa consulta con Eduardo Santos, propietario de El Tiempo, quien se negó a gestionar el regreso de su periódico mientras gobernara Rojas Pinilla pero siguió haciendo periodismo desde el diario Intermedio, El Espectador comenzó a circular como diario matinal. Hasta el momento era un vespertino que aparecía en las tardes y cuyos titulares se anunciaban en un tablero que se colocaba frente a la sede del periódico en la Avenida Jiménez de Bogotá. Ese fue el comienzo de una alianza clave entre El Espectador y el líder liberal Alberto Lleras Camargo. (Lea: Los periodistas que negociaron con Rojas Pinilla para que reabriera ‘El Siglo’)
Por eso, el expresidente colombiano llevó la vocería del periódico a la undécima convención de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) que se reunió en Nueva Orleans (Estados Unidos). Esa alianza incentivo la incomodidad que el gobierno Rojas ya tenía con El Espectador, y no pasó mucho tiempo para que el diario sufriera la misma suerte que ya afrontaban otros periódicos como El Siglo, El Colombiano o La República. La radio también sufrió la censura de un régimen que cada vez apretaba más. (Lea: La defensa de Guillermo Cano por la libertad de prensa)
Por Redacción El Espectador
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