Don José, mil disculpas por la discriminación

El caso de José López, el cantante aficionado al que no dejaban almorzar en un restaurante de Medellín, ratifica que los prejuicios afectan a más gente de la que se cree: indígenas, afros, LGBT, personas con discapacidad y abuelos campesinos como él, entre otros. 

Redacción Nacional.
14 de mayo de 2018 - 07:17 p. m.
Don José, mil disculpas por la discriminación

Lesbianas, gais, afros, indígenas,  gordos y flacos, altos o bajitos, invidentes, ancianos, mujeres, desplazados, personas en situación de discapacidad. Todos somos don José. En Colombia, todos hemos sido discriminados en alguna ocasión. O hemos discriminado a alguien. Por prejuicios heredados, desconocimiento o incluso sin querer queriendo. Con cualquier pretexto.

Hagamos memoria 

La tan humana costumbre de dar un trato diferente y perjudicial a alguien a partir de ideas preconcebidas sobre su raza, religión, orientación política, identidad sexual o condición socioeconómica es casi tan vieja como el origen de lo que llamamos civilización. 

Pero eso no significa que sea una práctica con la que se nace. Por el contrario, es aprendida y puede combatirse. Son prejuicios destinados a someter a los demás y de cuyas consecuencias el mundo viene tomando conciencia. De manera más lenta de lo que debiera, claro está. 

Patricios, plebeyos y esclavos, eran una forma típica de discriminación a partir de posiciones socioeconómicas en la Roma Antigua. Españoles, criollos, negros, indígenas y mulatos fue la versión adoptada en América Latina durante la colonización española.

Bastantes años, guerras y muertos después, el mundo comenzó a entender cosas que durante largo tiempo estuvieron en tela de juicio: la esclavitud es delito. Las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres. Los judíos son seres humanos iguales a los demás. Al menos eso es lo que dicen las leyes, constituciones, acuerdos y convenciones internacionales. 

El problema es que la discriminación, como la gripe, ha sabido mutar. Miremos algunos ejemplos:

En el siglo XVI uno de los negocios más rentables del planeta estaba sustentado en la discriminación a los africanos, a los cuales se traficaba como esclavos para obligarlos a trabajos forzados en las minas de oro americanas. Hoy, el tráfico de personas está prohibido, pero existe. Incluso para trabajos forzados. Además, hay un negocio global de trata de personas para la esclavitud sexual,mendicidad y hasta tráfico de órganos. ¿Cuánto dinero mueve? Más de US$ 32.000 millones al año.

La discriminación se presenta también desde los estados, por ejemplo, mediante el rechazo a la presencia de extranjeros en un país, los anuncios de construcción de muros o las amenazas de expulsión masiva. O en los pomposos discursos que promueven la acción contra naciones que profesen otras ideas religiosas. 

Las bromas aparentemente inofensivas desde la cotidianidad también pueden tener una carga de discriminación que tiende a reproducirse con facilidad. Mujeres, habitantes de una región o país, LGBT, o personas en condición de discapacidad, son algunas de las víctimas en estos casos. Eso sin hablar de las rencillas que terminan en peleas entre tribus urbanas o simpatizantes de equipos de fútbol, por ejemplo. Violencia por intolerancia, como dicen ahora las autoridades. 

Hay otro tipo de discriminaciones de las que se habla menos porque no implican agresión física en masa, pero que ayudan a perpetuar estereotipos y desajustes sociales en los ambientes laboral, educativo y familiar. El trato inequitativo a las mujeres embarazadas, por ejemplo. O la manía de obligar a los alumnos zurdos a escribir con la mano derecha, pues se asocia el uso de la izquierda con creencias sobre demonios. Todavía hay casos. 

El 7 de mayo de 2018, en Medellín, tuvo lugar otro episodio de discriminación rápidamente conocido gracias a las redes sociales. Sí, el de don José López, el señor que toca guitarra en establecimientos públicos de la zona. El mismo que, tras terminar una ronda de canciones, fue invitado a almorzar por los clientes del restaurante Taquino en el que tocaba y a quien los empleados del lugar no le permitían sentarse a la mesa.

¿En qué quedó él asunto? La Superintendencia de Industria y Comercio pidió investigar una posible violación al derecho de igualdad en contra de don José. La Alcaldía de Medellín dejó claro que rechazaba dicha discriminación. Los dueños del restaurante se disculparon públicamente. Don José dijo que los perdonaba y la gente se manifestó a favor de él en todas las formas posibles. No faltó el que hiciera bromas pesadas en contra del restaurante, el cual tuvo que cerrar por unos días como medida de precaución. No está bien discriminar y tampoco se debe reaccionar con amenazas o incitaciones a la violencia para canalizar los inconformismos. 

El de don José es el caso del momento, pero no es el primer ejemplo de restricción al ingreso a sitios públicos por discriminación. Y no significa que falten normas para prevenir este tipo de conductas. El problema es lograr que se cumplan. Y probar que los actos denunciados en cada caso tenían, en efecto, la intención de  caracterizar negativamente a una persona o población.    

Finalmente, hay otro asunto que dice mucho de la situación. Es doloroso es que este tipo de comportamientos se presenten en pleno siglo XXI. Y lo es más en un país en el que, viéndolo bien, las “minorías” afectadas vienen siendo todo el país. No hay que olvidar que en Colombia más de 600 mil personas padecen algún tipo de discapacidad, cerca de un millón y medio pertenecen a comunidades indígenas, hay casi cinco millones de personas mayores de 60 años, más de cinco millones de habitantes son LGBT y hay 25 millones de mujeres.

Por Redacción Nacional.

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