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El ajedrez electoral tras la destitución

Óscar Naranjo sería la carta del santismo para recuperar Bogotá, mientras el uribismo busca hacer más sólido el respaldo que se dio a su favor en las elecciones legislativas.

Redacción País
23 de marzo de 2014 - 02:00 a. m.
El presidente Santos, esta semana en la celebración de los 100 años del Gimnasio Moderno, en Bogotá.   / Presidencia
El presidente Santos, esta semana en la celebración de los 100 años del Gimnasio Moderno, en Bogotá. / Presidencia

Cuatro días después de que el presidente Juan Manuel Santos ratificara la destitución del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, queda claro que los efectos de esa decisión en la actual campaña por la primera magistratura del Estado aún están por verse y que los protagonistas en contienda ya comenzaron a moverse en torno a ella, buscando sacar réditos políticos que puedan traducirse en apoyo electoral. De entrada, una imperiosa necesidad para la campaña por la reelección del primer mandatario, después del revés sufrido en las pasadas elecciones al Congreso, en las que el Centro Democrático de Álvaro Uribe se alzó con las mayorías en la capital colombiana, hasta entonces considerada un fortín del santismo y de Germán Vargas Lleras, su fórmula vicepresidencial.

Hoy se sabe que los tres partidos de la Unidad Nacional —la U, Liberal y Cambio Radical— le expresaron al jefe de Estado su respaldo al no acoger las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de otorgarle medidas cautelares al burgomaestre y que incluso algunos dirigentes le plantearon que lo más “recomendable” era buscar que la Alcaldía quedara en manos de la coalición y así tratar de disminuir el impacto del uribismo tras las legislativas, no tanto de cara a las presidenciales, sino también frente a la búsqueda de gobernabilidad ante un eventual segundo mandato. Igualmente, habrían sugerido que la salida de Petro era la oportunidad para que Vargas Lleras se dedicara a recuperar el electorado bogotano.

En el juego de las conjeturas es imposible no tener en cuenta que una decisión en sentido contrario —es decir, que Santos hubiese concedido las medidas cautelares— hubiese implicado abrir la puerta a la campaña de revocatoria que lideraba el exvicepresidente de Uribe, Francisco Santos, con un impacto incalculable sobre las presidenciales. Los rumores ahora corren en torno a la ficha que el santismo pensaría poner sobre la mesa en las elecciones atípicas para escoger el nuevo alcalde para Bogotá, en lo que ya se vislumbra como un pulso de poder entre Santos y Uribe. Y aunque nadie lo reconozca, el hecho de que el mismo Vargas Lleras haya puesto a sonar al exdirector de la Policía, general (r) Óscar Naranjo, tiene su razón.

Lo que se dice en voz baja es que sí se le está insistiendo al presidente Santos para que convenza a Naranjo y se postule, con la garantía de tener el respaldo de la Unidad Nacional. La estrategia incluye también insistir en la próxima legislatura en sacar adelante un proyecto de reforma constitucional que habilite la reelección inmediata de alcaldes y gobernadores o, dado el caso, alargue sus períodos por uno o dos años. Las dudas, dicen, están en el contrapeso que pueda hacer Francisco Santos, quien nunca ha ocultado su deseo de ser alcalde de la capital. Y también se analiza muy bien la inminente oposición del petrismo, que sea como sea ya ha demostrado ser una fuerza capaz de movilizar mucho pueblo.

Y precisamente por los lados del uribismo, ante la destitución de Petro, su candidato, Óscar Iván Zuluaga, salió inmediatamente a plantear sus “cinco caminos para recuperar el rumbo de Bogotá”. Una propuesta que gira en torno a los temas de seguridad urbana, movilidad, educación, salud y vivienda, sostenibilidad y ciudad-región. “Con la implementación de estas políticas promoveremos más inversión y empleo de mejor calidad en cada una de las localidades de la ciudad. Nuestro propósito es una Bogotá más segura, más educada y de mejores oportunidades para todos”, dijo Zuluaga al respecto.

Unos hablan de “oportunismo político” y otros dicen que lo que se quiere es “pescar en río revuelto”. El mismo Gustavo Petro habló de un “pecueco cálculo electoral de corto plazo”, refiriéndose a que la decisión de Santos de firmar su destitución buscaba apoyos políticos de sus rivales. ¿Cuáles? De los conservadores, por ejemplo, que como se sabe están divididos en torno a la candidatura reeleccionista y la de Marta Lucía Ramírez. Y si de cálculos de votos se trata, los azules sacaron más de 3’800.000 votos en las elecciones a Congreso (entre Senado y Cámara) y la izquierda apenas sí llegó a los 955 mil. Como quien dice, es mejor estar del lado de las mayorías, pues la postura del Partido Conservador ha estado siempre del lado de la del procurador Alejandro Ordóñez, artífice de la destitución.

Por último, vale la pena mencionar un ingrediente adicional que Petro incluyó en la discusión: el de la constituyente. En la campaña de Santos se evalúan los alcances de su propuesta y las posibles coincidencias con lo que ya han hablado al respecto las Farc y sectores cercanos al expresidente Uribe. “Son sombras que pueden llegar a afectar, además de que Petro ha dicho que piensa liderar el voto en blanco”, dijo una fuente cercana a la campaña reeleccionista. De cualquier manera, el mensaje que quiso dejar Santos con su decisión fue de respeto por la institucionalidad, mientras que la izquierda ya ha dicho que el desacato a la CIDH será una de sus banderas de campaña. Por ahora toca esperar para ver quién ganó y quién perdió.

Por Redacción País

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