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Entre la formalización y el fantasma de la “guerra verde”

Un experto en los conflictos sociales del occidente del departamento de Boyacá hace una revisión de lo que ocurrió allí en las últimas tres décadas.

Petrit Baquero * / Especial para El Espectador
18 de julio de 2020 - 02:39 a. m.
Mineros artesanales buscan restos de esmeraldas en el río Las Ánimas, en el municipio de Muzo, departamento de Boyacá. / AFP
Mineros artesanales buscan restos de esmeraldas en el río Las Ánimas, en el municipio de Muzo, departamento de Boyacá. / AFP
Foto: AFP - LUIS ACOSTA

El pasado 12 de julio se cumplieron treinta años de la firma de la paz entre los grupos esmeralderos que, durante más de un lustro (1985 a 1990) dejaron una cifra de cerca de 3.500 muertos, además de la división de la zona.

Si bien es sabido —aunque sus protagonistas lo nieguen— que, a comienzos del siglo XXI, y hasta hace poco tiempo, se presentó una tercera “guerra verde” (silenciosa y con objetivos específicos), los más recientes sucesos hacen ver que la violencia entre grupos esmeralderos (muchos de ellos asociados al narcotráfico y el paramilitarismo) amainó significativamente por la derrota de una de las facciones de la disputa.

Esto se corrobora con la aceptación de cargos y subsecuentes condenas a los patrones esmeralderos Pedro Rincón —conocido popularmente como Pedro Orejas—, Ómar Rincón y Gilberto Rincón, así como a su cuñado y también poderoso esmeraldero Horacio Triana, quien reconoció vínculos con el narcotráfico y el paramilitarismo, admitiendo además que conspiró para asesinar testigos en su contra y rivales en el negocio esmeraldero.

Estos hechos evidencian la derrota de ese sector emergente de empresarios esmeralderos que, en algún momento, se creyó capaz de imponerse en ese competido —y muchas veces violento— mundo, pues, sus arcaicas prácticas en la exploración y explotación, su violencia desmedida —y evidente—, sus cercanos vínculos con actores ilegales, sus precarias relaciones con el establecimiento social y político del país y su oposición hacia algunas acciones de las empresas de capital extranjero lo llevaron a una caída fulminante, al tiempo que otros actores, que tenían mejores relaciones con el poder central y las compañías foráneas, lograron legalizarse y formalizarse, a pesar de contar con algunos “pecados” similares a los de sus enemigos.

El fin de los últimos patrones esmeralderos

En marzo de 2020, los patrones esmeralderos —y hermanos— Pedro Rincón y Ómar Rincón fueron condenados a 235 y 210 meses, respectivamente, bajo cargos de narcotráfico. Estos, inicialmente, habían negado las acusaciones en su contra y, por ende, rechazado la posibilidad de llegar a un acuerdo con las autoridades a cambio de entregar información sobre su organización. Sin embargo, las evidencias fueron tan contundentes que a los poderosos jefes del clan Rincón —incluyendo a Gilberto, otro hermano— no les quedó otra que aceptar los cargos y acogerse a los términos planteados por la Corte del Distrito Sur de Florida, lo cual incluye señalar a otras personas.

Mucha de la información recogida en contra de los hermanos Rincón Castillo fue, al parecer, suministrada por Horacio de Jesús Triana Romero, cuñado de estos y también poderoso patrón esmeraldero, oriundo de Maripí, en el occidente de Boyacá. Triana fue entregado a autoridades federales de Estados Unidos, a comienzos de 2019, para comparecer ante la corte del Distrito Sur de Florida bajo cargos de exportación de cocaína a través de República Dominicana, Venezuela, México y Haití. En Colombia, Triana ya estaba condenado y preso por atentar contra la vida de Jesús Hernando Sánchez, uno de los líderes esmeralderos con mayor capital económico y que, en compañía de Víctor Carranza, había comprado a Triana numerosas acciones de la concesión de la mina Cunas, en Maripí, pero que, al parecer, resultó en desacuerdos que desencadenaron el violento atentado del que se salvó milagrosamente. El 15 de noviembre de 2019, Triana aceptó los cargos en su contra reconociendo vínculos con otras figuras del gremio esmeraldero, así como del narcotráfico y el paramilitarismo, además de aceptar que conspiró para asesinar testigos en su contra y rivales en el negocio esmeraldero. En el acuerdo establecido con las autoridades, Triana libró a su hijo, quien también había sido capturado, de esos cargos con la condición de que este sea condenado en Colombia a una pena no menor de diez años.

Las condenas a Triana (a quien le hicieron una estatua en Maripí) y los hermanos Rincón dicen mucho de los cambios que ha habido en el negocio de las esmeraldas en los últimos años, no solo por la llegada de empresas extranjeras que han dinamizado al sector, los intentos de los sectores más poderosos de formalizar completamente la actividad y los reclamos desesperados de aquellos que no tienen la capacidad para lograr esa formalización, además de una guerra de baja intensidad que se llevó por delante, durante más de una década, a importantes figuras del gremio.

La muerte del “Cacique” de Maripí

El viernes 28 de septiembre de 2018, a la 1:30 de la tarde, en el barrio Azafrán de la localidad de Engativá, en el occidente de Bogotá, Nelson Palacios Cárdenas, esmeraldero de 45 años conocido en el gremio como el Cacique, fue asesinado por un sicario que le propinó varios disparos en la cabeza y el tórax. Según dijeron las autoridades, los guardaespaldas de Palacios no alcanzaron a reaccionar a tiempo y mientras uno de ellos persiguió infructuosamente al asesino —quien fue recogido en un vehículo y pudo escapar—, los demás trasladaron a su patrón a la clínica Partenón, a la que llegó sin signos vitales.

Palacios era oriundo de Maripí, un municipio que en los últimos años había dado mucho de qué hablar por cuenta de las acciones protagonizadas por poderosos esmeralderos como Pedro Rincón, Horacio Triana y Gilberto Rincón, encarcelados por diferentes causas y extraditados por las autoridades norteamericanas al ser acusados de narcotráfico.

El asesinato de Palacios puso a varios periodistas a hablar del fantasma de la “guerra verde”, pues si bien los hechos de violencia habían menguado significativamente desde la captura de los hermanos Rincón —Gilberto, Pedro y Ómar—, los asesinatos de figuras reconocidas del gremio esmeraldero no dejaron de presentarse. De hecho, Palacios era socio de La Pita, una mina que había generado constantes noticias, no solo por su alta producción esmeraldera, sino por los muy publicitados —y cuestionados— hechos protagonizados por varios de sus socios, como Yesid Nieto (asesinado en 2008), Gilberto Garavito (extraditado en 2010), José María “Chepe” Ortiz (extraditado en 2008) y Pedro Rincón (extraditado en 2018).

Hay que decir que la cercanía de Palacios con la plana mayor de los patrones de Maripí era mayor, ya que, desde hacía varios años, era yerno de Diosdé González, otro importante esmeraldero de la zona, descubridor de La Pita y tal vez el último de los jefes de la vieja guardia de ese municipio del occidente de Boyacá.

Pero la muerte de Palacios no fue un hecho aislado, pues, poco tiempo después, el 7 de octubre de 2018, fueron asesinados en la plaza de mercado de Chiquinquirá Ómar Casas y Luis Laiton, socios de Horacio Triana.

La captura del príncipe

El jueves 8 de noviembre de 2018, un escuadrón de asalto de la Dijín arribó a un exclusivo condominio en la zona de Guaymaral, al norte de Bogotá, y capturó a Yerson Istiben Triana, hijo de Horacio Triana, uno de los más poderosos esmeralderos de Maripí. A Triana se le notificó su captura por concierto para delinquir con fines de homicidio y porte ilegal de armas, siendo acusado de comandar el Clan de los Triana, una banda que, según las autoridades, ejecutó varios homicidios en Bogotá, Cali y el occidente de Boyacá, en alianza con una organización sicarial afincada en San Andresito de la 38 y parcialmente heredera del Bloque Capital de las Autodefensas Unidas de Colombia. Esto se sumó a la captura de veinte personas más que fueron acusadas de pertenecer a esa estructura criminal, a quienes se les decomisaron 181 bienes tasados en más de $1 billón.

Estos hechos no fueron aislados, ya que confirmaron la derrota de un poderoso sector emergente de esmeralderos que, en un momento determinado, pudo cuestionar, a través de distintas acciones, la preeminencia de los grupos tradicionales de este gremio: Muzo, Coscuez, Otanche, Quípama, Santa Bárbara y San Pablo de Borbur, entre otros.

De esta manera, a pesar de haber asestado grandes golpes, es claro que el grupo de Maripí fue derrotado, no solo por las balas de sus enemigos, sino, sobre todo, por las acciones de las autoridades policiales y judiciales en un contexto en el que, de la mano de grandes empresas multinacionales, el negocio de las esmeraldas en Colombia da grandes pasos para su formalización. O eso es lo que parece.

* Petrit Baquero es historiador y politólogo. Autor de El ABC de la mafia (Planeta, 2012) y La nueva guerra verde (Planeta, 2017).

* Lea enseguida los otros tres reportajes de esta serie:

https://www.elespectador.com/noticias/nacional/segunda-entrega-del-mundo-de-las-esmeraldas-entre-guerra-y-reestructuracion-minera/

https://www.elespectador.com/noticias/nacional/especial-30-anos-de-intentos-de-paz-esmeraldera-del-zar-al-azar/

https://www.elespectador.com/noticias/nacional/ultima-parte-del-especial-30-anos-de-paz-esmeraldera-los-fantasmas-de-la-guerra-verde/

Por Petrit Baquero * / Especial para El Espectador

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