El octavo hijo de los barranquilleros José Antonio Velásquez y Belén Hurtado ya tiene 84 años. Lo bautizaron Aníbal. Él se convirtió en músico y a partir de ahí lo rebautizaron en más de una ocasión.
Cuando lo vieron en tarima y notaron que el público no dejaba de bailar comenzaron a decirle La Sensación. Luego escucharon el ritmo veloz con el que sus dedos digitaban el acordeón y la explicación más cuerda fue la fantasía. Lo bautizaron el Mago. No uno de varitas y hechizos, sino de sabrosura y dominio total del instrumento alemán.
Aníbal Velásquez Hurtado, el hijo de don José y doña Belén, asegura que ha escrito más de 4.000 canciones y sus biógrafos, haciendo malabares, han determinado que ha grabado en 41 productoras. Son 68 años de carrera artística los que le hacen honor a otro de sus apodos, y el que a él más le gusta: el Rey de la Guaracha.
Aníbal nació en Barranquilla el 3 de junio de 1936. A los 16 años, se juntó con su hermano Juan, quien tocaba la caja; con Nicolás Martínez, en el bajo; y los hermanos cartageneros Carlos (guitarrista) y Roberto Román en la voz para crear Los Vallenatos del Magdalena. En 1952 grabaron su primera canción: Alicia la campesina, un paseo del sanjacintero (San Jacinto, Bolívar) Andrés Landero. Los Vallenatos del Magdalena fueron los primeros en grabar La Casa en el aire, la mítica canción de Rafael Escalona. En 1955, Roberto Román, más conocido como Romancito, murió y Los Vallenatos del Magdalena se separaron.
Carlos Román y su conjunto fue la agrupación en la que estuvo tocando Aníbal hasta el año 57, cuando armó rancho aparte con su propia agrupación. El vallenato que estuvo en la cabeza de Aníbal por esos años no le satisfacía. Es por eso que, un día cualquiera a inicios de los años 60, comenzó a experimentar con el acordeón hasta que, a un ritmo rápido poco tradicional en ese momento, creó la guaracha tropical. Poco a poco, Aníbal se convirtió en un icono del Caribe y de Colombia por canciones como El turco perro, La vieja cachiporra, Sal y agua y el inmortal Faltan cinco pa’ las doce.
La versión original de Faltan cinco pa’ las doce es del venezolano Oswaldo Oropeza, y fue interpretada por su paisano Néstor Zavarce. En 1962, Oropeza le cedió los derechos a Aníbal y él cuenta que “la escuchaba en el estudio una y otra vez y no me gustaba. Era lenta. Comenzaba con unas campanas y la voz era muy gruesa para mi estilo. Yo lo que hice fue ponerle música para que la gente la pueda bailar. A eso va la gente a mis conciertos”.
Faltan cinco pa’ las doce es una canción de Fin de Año que Aníbal convirtió en un himno que no conoce de épocas. “Es que me la piden en cualquier mes. En el Carnaval (de Barranquilla) de 2018 estaba tocando en Baranoa (Atlántico) y comenzaron a pedírmela y no tuve de otra que tocarla en pleno febrero”. En 2011, con sus banda Los Locos del Swing se fue a cantarla en Ámsterdam, Amberes, Atenas, Berlín, Copenhague, Londres y Toulouse.
Aníbal tiene nueve meses sin salir de casa, ubicada en el barrio 20 de Julio de Barranquilla. Sus músicos no pueden ir al estudio que tiene al lado del comedor para grabar las nuevas canciones que se le han ocurrido durante el confinamiento. Hoy 31 de diciembre Aníbal dice que ya en las calles de su barrio suena Faltan cinco pa’ las doce y de repente, mientras comparte con su esposa Julieta la cena de fin de año, se le sale una lágrima. “Se me aguan los ojos cuando escucho esa parte que dice: “voy corriendo a mi casa a abrazar a mi mamá” me dan ganas de irme al cielo a saludarla, pero no se puede. Le pido a papa Dios que me la esté cuidando”.
“Ya quiero que se calme esto del virus y grabar mis canciones. Dios a mí me prometió 180 años, y durante todo ese tiempo espero seguir haciendo mi música”, dice Aníbal y se despide deseando un “prospero año nuevo para todos en sus casas. Cuídense mucho para que el año que viene cantamos Cinco pa’ las doce en la calle y sin tapabocas”.