Gran tarde de Ramsés

Después de la tempestad, vino la calma. Una tarde plácida, sin amenazas de lluvia, pero tampoco con sol de paraguas. Poco viento y, de nuevo, lleno total para ver y sentir a Ramsés, torero bogotano; Perera, nacido en la provincia de Badajoz, y al aplaudido vasco Pablo Hermoso de Mendoza.

Alfredo Molano Bravo - Especial para El Espectador
10 de enero de 2017 - 01:35 a. m.
El torero español Miguel Ángel Perea tras su presentación del sábado durante la Temporada Taurina de Manizales. /EFE
El torero español Miguel Ángel Perea tras su presentación del sábado durante la Temporada Taurina de Manizales. /EFE

Ramsés, hijo del torero Alberto Ruiz, el Bogotano, ha vivido tardes de gloria como aquella en el año 2008 cuando alternando con el Juli y Finito de Córdoba, que no fueron premiados, salió por la puerta grande. Después entró en el desierto y lo atravesó toreando en placitas de pueblo o sin torear. Pero ayer tocó las trompetas y las murallas se desplomaron. Su primer toro, Trabajador, de 506, fue un gran toro. Así, sin adjetivos. Lo cateó con una tanda de verónicas claras como si las dibujara. Dio pelea en varas. Diego Ochoa picó lo justo y lo necesario. Honró los quites por gaoneras, tan olvidados hoy, y recibió de rodillas con la muleta a Trabajador, citando a distancia. Templó y cargó la suerte por naturales y cerró la tanda con un redondo de rodillas. Es un toreo inspirado frente al toro que inspira al público. Dicen los que saben que, con todo, Trabajador era un tanto superior al torero. Pero Ramsés supo comprender el ritmo que le imponía el gran toro de Juan Bernardo Caycedo. Oreja.

Su segundo, Marino II, de 472 kilos, playero, rápido y fijo, fue un gran toro. Metía la cabeza como buscando abrigo en el capote de Ramsés, que de nuevo adornó su embestida con gaoneras al centro. Las banderillas de Ricardo Santana son todas extraordinarias: las pone como si las bajara del cielo. Desplegó la muleta para pasar a Marino II por la espalda con un invertido soberbio al que le dio los tiempos y las distancias precisas. Naturales templados y un forzado de pecho que dejó la sensación de ser eterno. Ramsés hace un toreo vertical, verdadero, sin concesiones. Dos orejas y vuelta al toro. Ramsés está en la cima y será difícil bajarlo. Tenemos torero. Volveremos a verlo y a gozar en Bogotá el 19 de febrero.

A Miguel Ángel Perera le correspondieron dos jaboneros; el primero, Gorra Roja, de 460 kilos, por sus formas desde la salida sedujo a los 14.000 espectadores. Jabonero, astracanado, buen mozo y para rematar, noble, atento y acucioso. El picador lo consintió con una pica suave. Émerson Pineda puso un par de banderillas valientes. Perera es un torero profundo. Mandó con la derecha y templó con la izquierda a Gorra Roja, al que todos le disculpamos por lo bello cierta falta de fuerza. Una oreja. Su segundo, otro jabonero, menos bello de cara, pero bien hecho. Visitante, de 468 kilos, fue aplaudido al tocar la arena. Los pies juntos de Perera con la verónica alcanzan gran altura en su figura erecta, inclinando sólo el mentón. Mostró determinación y ganas, pero le faltó entender del a Visitante. Un par de naturales le salieron incompletos y trompicados, pero, volviendo a la carga con la pierna izquierda, cuajó una serie de cinco pases. Visitante aflojó al final y el torero se mostró desganado. Terminó pase a pase y con una espada caída.

Pablo Hermoso no está en su mejor momento. ¿Aquellos bellos y sabios caballos que sacaba hace apenas hace dos años, “¿qué se ficieron, caballero?” Y no es que los que montó ayer, con su destreza tan aplaudida, no sean bellos, pero no todos son tan diestros. Con Estudiante, su primero, de 446, tuvo lucimiento. Era un toro galopero de cara alta. Montando a Brindis, un caballo soberbio, templó con el estribo, hizo caracoles audaces y entusiasmó al público. Disparate es un caballo que parece no necesitar jinete; torea por sí mismo y se planta frente al toro de poder a poder. Lamentable el rejón de muerte que Pablo le puso en el costillar. Como lamentable que el rejón de castigo que puso a su segundo se trabara y quedara arrastrando por la arena. Un segundo, que fue el sobrero medio cojo que sustituyó a Aragonés, castaño precioso, lastimado al salir. No había más toros y la presidencia, el ganadero, el rejoneador y el público tuvieron que  aceptar la condición de Sonajero, de 442, que terminó caminando y distraído. Una gran pirueta entre los cuernos recordó al público quién era Don Pablo.
 

Por Alfredo Molano Bravo - Especial para El Espectador

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