Publicidad

“Hacer una eutanasia es un acto de amor”: ‘Doctor muerte’

El médico colombiano que ha efectuado más de 230 eutanasias en 32 años, le explicó a El Espectador el procedimiento. Confesó que no revisa las historias clínicas y que nunca lo han denunciado porque no hay cómo probar que haya cometido un delito.

Catalina González Navarro
24 de abril de 2015 - 02:30 a. m.
Gustavo Quintana nunca se ha negado a practicar una eutanasia. / Andrés Torres- El Espectador
Gustavo Quintana nunca se ha negado a practicar una eutanasia. / Andrés Torres- El Espectador

 Gustavo Quintana tiene 68 años, es oriundo de Tuluá, Valle del Cauca. La violencia de la década del 50 lo obligó a huir de su tierra natal a Cali y posteriormente a Bogotá. En la capital colombiana estudió medicina en la Universidad Nacional y desde hace 32 años decidió poner sus conocimientos médicos al servicio la eutanasia en Colombia. (Vea: Las voces del debate sobre la eutanasia)

 

No tiene tapujos para recordar los procedimientos que ha hecho y admite que si el diablo se le aparece y le pide que le venda el alma a cambio de 50 años más de vida, lo haría.

Esta semana Quintana ha sido uno de los hombres más nombrados en los medios de comunicación luego de que el ministerio de Salud emitiera la resolución por medio de la cual regula el derecho a morir dignamente para aquellos pacientes con enfermedades en fase terminal. Y es que es el único que se atreve a contarlo, aunque confiesa tener muchos colegas que al igual que él han practicado la eutanasia pero siempre piden que su identidad no sea revelada.

En entrevista con El Espectador revela que para aplicar la eutanasia a sus pacientes no revisa la historia clínica de los mismos y que el procedimiento no tarda más de nueve minutos.

¿Cómo pasó de ser jesuita a médico?

Yo empecé estudiando con los Jesuitas en el Colegio Berchmans en Cali, después de que salí desplazado de mi pueblo, Tuluá. La violencia en el 55 nos hizo huir y estando en Cali el padre espiritual un día me dijo: "Tú tienes vocación religiosa, ¿a ti no te gustaría ayudar a la humanidad?".

Con la ingenuidad de niño le dije al padre que sí quería y él me ayudó para venir al Seminario menor que quedaba en Zipaquirá. Allá viví la mejor vida, era idílica, se pensaba en servir.

Al pasar al seminario mayor, tomé la sotana e hice unos votos de devoción que son de pobreza, castidad y obediencia.

Pero mi propio maestro de novicios me dijo: "Yo creo que tú puedes hacer más como laico que como jesuita. Vete a San Bartolomé de la Merced, termina tu bachillerato y piensa en una labor humana que puedes hacer".

Me gradué y me presenté a las cuatro facultades de medicina que había, Javeriana, Rosario, Andes y Nacional. Eso fue en 1965 y el día en el que me matriculé un médico le dijo a mi papá: "Señor Quintana lo felicito, su hijo sacó el segundo puesto en el examen de admisión".

Eso hizo mi ética, nunca ha habido una ruptura entre mi ética de jesuita, mi ética de socialista y mi ética de defensor de los derechos humanos.

¿Y cómo mezcla lo jesuita con la eutanasia?

El mismo espíritu con el cual la religión católica suministra a los moribundos el sacramento de la extrema unción dentro de ese mismo espíritu que se ayuda el alma moribunda, este médico ayuda el cuerpo del moribundo. Dios no puede querer el sufrimiento de un moribundo. Esa es la explicación que les doy a mis pacientes, porque el 98% de ellos son católicos.

¿Cómo lo contactan sus pacientes?

Me buscan por mi página de internet y por la Fundación Pro Derecho a Morir con Dignidad.

¿Hace cuánto está vinculado?

Creo que desde hace 12 años. Cuando yo empecé a hablar humanísticamente y filosóficamente mis argumentos a favor de la eutanasia.

¿Qué piensa de que le digan que es el doctor muerte?

A mí no me importa que me digan que soy el doctor muerte, me parece bien que cuando la gente me vea recuerde que algún día tienen que morir y entonces dispongan desde ahora lo que ellos quieren para su propia muerte, eso es un derecho. Si un católico quiere esperar que la muerte le llegue de Dios está en todo su derecho, y sí un islamista creyendo que suicidándose y matando americanos va a estar más cerca de Alá está en su derecho. Pero también los agnósticos que creemos que nacimos para ser felices. Yo un día me pregunté ¿cuándo mis papás fueron a pedirle permiso al cura, al obispo o al Papa para concebirme? Yo soy el objeto del amor de mis padres sin pedirle permiso a ninguna religión. Entonces, ¿por qué me quieren obligar a pensar que la muerte viene de Dios?

Hace dos años, una vez un joven deprimido se me suicidó, pero un día me soñé con él y le dije: ¿por qué no me esperaste? Y me dijo: Doctor, no quise más y tomé mi vida y ni siquiera Dios se atrevió a impedírmelo.

¿Cómo es el proceso?

Ellos me llaman y voy a visitarlos, por lo general recurren a un sobrino o a otro familiar. Nunca a sus hijos o esposa. Yo habló por teléfono con los pacientes y les digo que reúnan a las personas que los aman y los cuidan. Lo que yo espero encontrar en las familias es solidaridad y respeto por la determinación del paciente. Luego los visito una o dos veces a su casa y les explico en qué consiste el procedimiento, que es indoloro, que es seguro. Muchos pacientes me dicen, no me vas a dejar aruñando el ataúd por dentro. Si tú eres un paciente terminal tienes que saber que la Corte Constitucional protege tu derecho a irte. Yo no me retiro de la cama de mi paciente hasta que no esté seguro de que está muerto.

¿Revisa la historia clínica?

Cuando voy a visitar a un paciente terminal, generalmente los médicos ya les dijeron no hay quimioterapia que sirva, no hay radioterapia que sirva, no hay cirugía que sirva, ni hay medicamento que pueda cambiar tu condición de vida. No hay forma de mejorarte, vete a la cárcel a esperar la muerte. Ese sólo detalle es el que le da la autoridad moral a un individuo para que pueda decidir lo que le queda de vida sin necesidad de consultarle a ningún siquiatra o abogado. Y eso está obligado a guardarse con el sigilo profesional. ¿Por qué quieren convertir en público la decisión que toma un paciente sobre su vida? Cada quien hace de su vida lo que buenamente quiera hacer para sí mismo.

¿O sea que no hay requisitos para que usted les realice el procedimiento a los pacientes?

Ninguno, no reviso ni siquiera la historia clínica porque no soy especialista, es la patología de cada paciente, ¿entonces de qué me sirve? El sólo hecho de que el paciente me diga: doctor, no quiero seguir viviendo, es suficiente. Y esa decisión enfrentada con lo que la Corte Constitucional estableció, que la vida es un derecho y que se puede optar viviendo o no, me da a mí la razón ética suficiente para seguir su decisión. Les digo que traten de vivir los días que les quedan con la plenitud del afecto y de la solidaridad de los tuyos, perdona y pide perdón y vete en paz.

¿Dónde hace los procedimientos?

A los quince días vuelvo a la casa a hacerlo.

¿Qué preparación deben tener los pacientes?

Nada, que tenga buenas venas.

¿Deben firmar un consentimiento?

Generalmente sí, desde el punto de vista legal lo que debe hacer es dejar manifestado en un documento: Yo fulano de tal en pleno uso de mis facultades mentales y sin tener presión ni de mis médicos, ni de mis familiares, unitariamente deseo que se me aplique la eutanasia activa y solicito al doctor Quintana que lo haga.

¿Y las familias también deben firmar?

No. Podrían firmar dos personas como testigos para certificar que él no está loco. Esa es la parte legal que podría haber en estos casos. Pero ese documento no lo pido yo para mí, eso le sirve es a la familia en caso de que llegue un tío de China y pregunté por qué lo hicieron y puedan demostrarle que nadie lo indujo y él fue quien quiso, pero eso nunca lo utiliza.

¿Y si después la familia lo quiere demandar?

No hay forma (risas) porque primero yo voy a decir interroguen al paciente. Además a mi alguien me abrió la puerta de la casa y me permitió acceso al paciente. Es imposible. Es más, al fiscal han ido a decirle que la Corte dijo que hay que investigar cada caso. ¿Por qué no investiga al doctor Quintana?, y él les responde que le lleven el cuerpo del delito. Yo no puedo acusarme a mí mismo de que hago eutanasias e irle a decir al fiscal, nadie tiene obligación de acusarse a sí mismo máxime cuando no he cometido jamás un delito. Hacer una eutanasia es un acto de amor, yo quisiera que la gente no me viera con ese capuchón blanco donde no se ven sino lo ojos. Yo tengo mi cara al aire.

¿Cuánto dura?

Nueve minutos. En el primer minuto tomo la vena del paciente y le coloco suero. En el segundo minuto inoculó una dosis doble de anestésico, eso dura dos minutos. Al cuarto minuto el paciente está profundamente dormido por la dosis que le apliqué. Inoculo otro medicamento que detiene el corazón, es un despolarizante cardíaco. El corazón queda quieto y deja de enviar la sangre para que se oxigene el corazón. El oxígeno que hay en la sangre se empieza a agotar entre dos minutos y medio y tres minutos y todos los procesos metabólicos que significan vitalidad se caen.

¿Alguien lo acompaña? ¿O lo hace usted sólo?

En algunas ocasiones me toca llevar a una enferma especializada en bebés porque yo no tengo práctica en venas pequeñitas. Sólo en grandes como las nuestras. Pero hay pacientes que los han sometido a tanta radioterapia o quimioterapia que no se les encuentran las venas.

¿Alguien se ha arrepentido antes de hacerla?

Es muy triste la respuesta, ha habido casos en que no se arrepiente el paciente sino la familia y no lo permiten, eso es tristísimo después de que el paciente me dice: te espero el próximo viernes a las nueve de la noche. Y a los dos días me llama un familiar a decir que él cambió de opinión y yo les creo.

Para usted, ¿qué es una vida digna?

Es una vida que no ofende la vida de los otros y es en la que yo puedo optar por ejercer mi libertad sin someter mis designios a nadie. Cuando yo, sobre mi propia vida, decidido irme no veo por qué lo tengo que someter a un siquiatra, no veo por qué tiene que darme un visto bueno un abogado, no tengo que pedirle ni siquiera opinión a mi médico. Eso es lo que tengo en contra del protocolo del ministerio de Salud. Es una cosa privada y no hay que ponerla como un edicto en los muros de un juzgado. Mi vida merece respeto y no tiene por qué ser público, me pertenece íntimamente a mí.

¿Recuerda la primera eutanasia que hizo?

Hace como 32 años. Fue de una mujer de 59 años, a los 56 tuvo una serie de problemas neurológicos y yo era amigo de su familia. Un cáncer cerebral y tres años después empieza a perder el equilibrio, el tumor cogió unas partes del cerebro que si se tocan muere en la cirugía. Yo la visitaba pero nunca subía a verla, un día me tocó examinarla y me encuentro un feto en una cama pesando menos de 30 kilos, con los ojos perdidos, con una sonda nasogástrica para alimentarla, pañales, cubierta con una cobija y empiezo a notar que son sus amigos que van a visitarla y suben a mirarla y le dije a su hija que cómo lo permitía, que como mostraba a su mamá que había sido tan bella mostrarla en esa condición, eso no se compadece ni con su orgullo, ni con su dignidad. Y ella aceptó. Le hice la eutanasia sin que su esposo se enterara. Lo que ella me trasmitía de ese genuino orgullo por lo que era, era indigno lo que yo estaba viendo en ese momento y me tomé la atribución de juzgar por ella y darle la muerte que merecía.

¿Qué sintió después de hacerla?

Yo aprendí de los jesuitas a meditar y lo hice. Y dije que la gente tiene derecho a decidir sobre su vida. A eso se suma un accidente terrible que tuve mientras estaba en un congreso médico y pensé que iba a quedar cuadripléjico y mientras me llevaban al hospital recorrí mi vida en 10 minutos y dije: no soy capaz de quedarme en una cama el resto de mi vida y le dije a un colega que si tenía una lesión en la médula no dejara que me hicieran nada y que me dejara terminar. Eso me dio a entender que era dueño de mi vida.

¿Qué piensa su familia de su trabajo?

Inicialmente hubo sorpresa. Mi padre y mi madre me habían autorizada a hacérsela si lo hubieran requerido, pero murieron súbitamente. Habría sido dolorosísimo hacérsela. Pero si pienso que el orgullo y su dignidad la merecían lo hubiera hecho con el dolor de mi alma.

¿Tiene hijos?

Tengo cuatro hijos de madre diferente cada uno y nietos. Mi hija menor tiene 20 años, cuando tenía 17 me dijo que la eutanasia me la pondrían por encima de su cadáver. Yo le respondí: “Mi cielo, lo que me dices evidencia todo el amor que me tienes y te acompañaré hasta que mis enfermedades me lo permiten”. Pero le pedí que me dejara ir con mi pudor indemne.

Ya me dijo que sus padres lo habían autorizado, pero, ¿qué pasa si uno de sus hijos le pide que lo haga? ¿Lo haría?

Sí, es muy duro y tuve la oportunidad de que mi hijo mayor, que es piloto una vez, tuvo un accidente aéreo y nunca dejé de pensar si me hubiera dicho: “Papi, no quiero vivir, ayúdame a terminar”, la hubiera hecho por preservar su dignidad. Me habría muerto, habría sido muy duro.

¿Alguna vez ha pensado en retirarse?

No puedo, adquirí un compromiso con mi propia ética. Yo soy el médico que piensa que tengo el derecho de ir y tomar su mano hasta el último momento de su vida.

¿O sea que nunca se ha negado?

No.

Tengo entendido que usted es ginecobstetra, ¿qué siente cuando da vida y cuando la quita?

Sí, pero suelo hablar más de un diplomado que hice en gerontología, la ciencia médica del manejo final de la vida del hombre.

¿Pero qué siente cuando da vida y cuando la quita?

Si lo hablas de los partos que recibí, siempre siento que no soy yo quien da la vida, ni la quita. Esa misma gratificación que tengo de entregarle a una madre su bebé por atender su parto es la misma gratificación que obtengo de acompañar a una persona a morir, son igualitas, acompañó el proceso.

Si en Colombia no estaba reglamentada, ¿usted cómo lo hacía?

Yo pude empezar a hablar de las eutanasias que hice antes de que estuviera despenalizada porque desde mi punto de vista ético me pareció que yo cumplía con un deber y tengo derecho a que se me respete, y siete años después de la providencia de despenalización pude hablar de las eutanasias que había hecho. Pero yo la hice por lo menos 15 años antes de que se despenalizara y tengo la conciencia absolutamente tranquila de que si mis pacientes revivieran no habria uno solo que pudiera decirme: “Tú no tuviste en cuenta mi voluntad”. Yo no puedo hacer una eutanasia si no amo a mi paciente.

¿Y por qué no hay consecuencias legales?

Por una razón muy sencilla: quien se espera que muera va a aparecer como natural que muera.

¿Las hace en todo el país?

Desde Argentina y Chile hasta México. Mi página web la consultan desde Islandia, Vietnam, Ucrania, Japón.

¿Cuántas ha hecho en el exterior?

Como unas 20.

¿Y es más difícil hacerla afuera?

Claro, porque allá es prohibido.

Pero acá también…

Sí, pero acá en Colombia nadie podría juzgarme. Mientras un paciente redacte su testamento vital no hay ningún problema. A veces quisiera que alguien intentara una demanda a ver hasta dónde llega. Porque eso publicitaría que soy un hombre honesto.

¿Cree en alguna religión? ¿O ser supremo?

No. Creo en la bondad que expresó Juan Jacobo Rousseau respecto de los seres humanos. Nacemos buenos y el hombre es el que nos corrompe.

¿Cuánto cuesta hacer una eutanasia?

No debiera costar nada. Eso que plantea el ministerio me parece formidable porque de la misma manera en que la EPS da los medicamentos, debería darlos para la eutanasia. Es muy difícil conseguir los medicamentos. La gente que tiene con qué nos ha dejado hasta $10 millones y eso nos ha ayudado a sufragar las eutanasias de los que no tienen. Los medicamentos cuestan entre dos millones de pesos y dos y medio. Yo traté de importarlos, pero no me dejaron.

¿Y cuando no hace eutanasia a qué se dedica?

Ejerzo la medicina. Tengo consultorio. Pero estoy pensando en establecer un sitio de ancianos, que tengan la posibilidad de optar por la eutanasia.

¿Qué piensa de este pronunciamiento del ministerio?

Lo bueno es que pone a pensar a la gente que esto es legal. Pero la implementación de esto priva al paciente de su derecho a la intimidad y no la considero justo.

Ya se hablan de demandas, ¿qué piensa de eso?

Menos mal la Procuraduría dijo que no es el ministerio el que tiene que reglamentar la eutanasia sino el Congreso. Eso me encanta porque el Congreso nunca la reglamenta.

¿Cree que se vuelva a caer?

Ojalá se caiga todas las veces. Sigo insistiendo, la eutanasia no es sino una cuestión de un paciente sufriendo y un médico amoroso.

cgonzalez@elespectador.com

Por Catalina González Navarro

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar