¿Cómo interpreta la canonización de la Madre Laura?

El Espectador consultó a un humanista, a un ateo, a un sacerdote y a un defensor del Estado Laico para que descifren, desde sus ideologías y campos de conocimiento, qué significa que Colombia tenga una santa.

Redacción Vivir
11 de mayo de 2013 - 10:00 p. m.
Ferney Yesyd Rodríguez, Germán Humberto Rincón y Hernán Olano.
Ferney Yesyd Rodríguez, Germán Humberto Rincón y Hernán Olano.

Un abogado defensor el Estado Laico
Germán Humberto Rincón Perfetti, Asociación Líderes en Acción

En la diferentes formas de Estado pasamos desde aquellos totalmente confesionales - quienes tienen una religión oficial- y en el otro lado los ateos -resisten a cualquier religión-. La mayoría de formas de Estado Moderno en el mundo se encuentran dentro del Estado Laico fundado en la neutralidad en temas religiosos. El Estado no está a favor de una religión, ni en contra de las demás.

La Constitución Colombiana garantiza la libertad religiosa como expresión de la democracia; sin embargo no pueden invertirse dineros, ni espacios, ni discursos desde lo institucional relacionados con temas religiosos, ya que ello quebranta la igualdad de las religiones al privilegiarse acciones o actos de una sin justificación frente a las demás. No es de recibo el argumento de la expresión religiosa mayoritaria.

Los funcionarios del Estado, ya sea quien ejerce la presidencia, congresistas y demás tienen toda la libertad de acudir a los actos de orden religioso de la Madre Laura en Roma conforme sus legítimas creencias individuales, pero con sus propios recursos. Hacerlo con los impuestos de 45 millones de personas en privilegiar una religión sobre las demás y desconocer la neutralidad del Estado Laico siendo esta acción una forma de corrupción.

Un ateo
Ferney Yesyd Rodríguez Vargas, Asociación de Ateos y Agnósticos de Bogotá

Los ateos interpretamos esta canonización como un intento de la Iglesia por avivar la fe, queriendo presentar, curiosamente, una pizca engañosa de lo que carecen: Evidencias.

La Iglesia desde sus inicios ha creado reliquias, santos y milagros para ganar fieles y sustentar su fe. No en vano hay tres templos que dicen poseer la reliquia del cordón umbilical de Jesús.

Quienes usamos la razón adecuamos nuestras creencias con base en la evidencia. La proclamación de un santo por la Iglesia Católica es agregar otra pieza de creencia que debe aceptarse acríticamente.

Uno de los milagros adjudicados a Laura Montoya es la curación del cáncer terminal de una señora que le rezó. Pero, la remisión espontánea de ese cáncer bien pudo ocurrir naturalmente (por apoptosis celular, por ejemplo). Precisamente que el supuesto milagro tenga la misma probabilidad que una remisión espontánea debería hacernos pensar. ¿No sería más claro el hecho que todos los enfermos terminales de cáncer que rezasen se sanaran y los sin fe se murieran? Allí habría una clara correlación estadística.

El filósofo Hume afirmaba que “ningún testimonio es suficiente para establecer un milagro, salvo que su falsedad fuese más milagrosa que el hecho que se trata de establecer”.

Un sacerdote
Ángel José Pareja García. Pbro.Párroco. Parroquia la Catedral. Jericó, Antioquia.

TODOS LLAMADOS A LA SANTIDAD

“Sed santos como vuestro padre celestial es santo” (Mt 5,48). La santidad es una vocación a la que debemos responder, así lo entendió nuestra primera santa Laura Montoya de Jericó, es una gracia de Dios para la Iglesia y la sociedad, “La voluntad de Dios es vuestra santificación, que consiste en la perfección del amor a Dios y al prójimo”, nos recuerda el apóstol San Pedro.

En el sacramento del bautismo recibimos la semilla de la fe, que hay que cultivar, abonar y cuidar para que de abundantes frutos de amor, paz, generosidad y santidad. Con alegría desbordante celebramos la canonización de nuestra primera santa colombiana, nacida el 26 de mayo de 1874 en Jericó, Antioquia, de padres muy católicos, yo diría santos. En este tiempo es necesaria y provechosa la canonización de la Madre Laura, para recuperar los valores cristianos y humanos en la familia, que está despedazada por tanto egoísmo y violencia, por tanta frialdad e indiferencia religiosa.

Es un regalo para reavivar la fe en los colombianos y en el mundo entero, todos ponemos la mirada en este modelo de vida que supo amar a Dios y a los más pobres y despreciados del mundo, y así tengamos la gracia de vivir toda nuestra vida a la luz del Evangelio, siguiendo el ejemplo de nuestra Santa Laura, de tal manera que con nuestro testimonio de amor a Dios y de generosidad con nuestros hermanos, atraigamos a muchos a una viva experiencia del amor misericordioso de nuestro Padre Celestial, para que siempre caminemos en la presencia del Señor dando razón de nuestra fe y esperanza, edificando el Reino de Dios en las personas que no han tenido la oportunidad de vivir la experiencia del amor de Dios, como lo hizo nuestra Santa.

Un profesor humanista
Hernán Olano, Director del Programa de Humanidades, Universidad de La Sabana.

Primero debemos saber que “santo” viene de la palabra griega “ hagios” que significa “consagrado a Dios” y, en principio, todo bautizado está en proceso de llevar una vida santa; sin embargo, hay tres aspectos para tener en cuenta: el primero es la oración humilde; segundo, el plan de vida y el tercero, la frecuencia en los sacramentos.

El Concilio Vaticano II en el documento conciliar Constitución Dogmática 'Lumen gentium' (números 41 y 42) habla sobre la llamada universal a la santidad, lo cual ha facilitado que la Iglesia estudie la vida de algunos de sus fieles, particularmente de quienes fallecieron con fama de santidad, ya que sus vidas se consideran como un ejemplo para muchos cristianos que acuden a su intercesión.

En el caso de la Madre Laura, la importancia radica en que ‘lanzó’ a la mujer como misionera; incluso en su autobiografía dijo que para ser misionera se requería de “mujeres intrépidas, valientes, inflamadas en el amor de Dios, que asimilaran su vida a la de los habitantes de la selva para llevarlos a Dios”.

También es un reconocimiento al valor y al coraje de las mujeres colombianas, siempre arriesgadas, pero también generosas en su misión como madre, esposa, hija y maestra.

Por Redacción Vivir

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