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La colombiana que busca alivio a las familias con pacientes autistas

26 de mayo de 2020 - 03:32 p. m.
Haidy Sánchez trabaja desde hace tres años en Habiliteringscentrum en temas relacionados con autismo, transtorno cognitivo, rehabilitación en discapacidades múltiples.
Haidy Sánchez trabaja desde hace tres años en Habiliteringscentrum en temas relacionados con autismo, transtorno cognitivo, rehabilitación en discapacidades múltiples.

Es su segundo estudio comparado de culturas pues ya desarrolló una evaluación binacional Suecia-Colombia con el mismo énfasis: el estrés que genera el autismo y otros transtornos cognocitivos y físcos entre las familias. Ahora comparte su conocimiento con los psicólogos argentinos Gloria Dstefano y Roberto Paterno, la chilena Marcela Villegas y la dominicana Teresa Rojas, asociados en este proyecto al grupo de “Socialización y Crianza” de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Colombia. Según Haidy Sánchez, lo más importante es el recaudo de información familiar para entender los métodos adecuados de atención a los pacientes.

Su historia empieza en sus días de colegial en su natal Quibdó, como una hija de educadores que desde sus días de estudiante del Instituto Femenino Integrado de Quibdó dio señales de su vocación por la psicología. Mientras su padre regentaba la sede de la Universidad Javeriana en la ciudad, o su madre era sicorientadora en planteles educativos, ella se daba mañas para oficiar en la guardería o en las brigadas sociales de las monjas. Cuando terminó bachillerato se fue a Medellín, vivió seis años en una residencia estudiantil entre paisas y chocoanas, y encontró en la universidad San Buenaventura la instrucción que buscaba.

Una época que recuerda entre momentos memorables y difíciles. El tiempo de las amigas de universidad, pero también el de los atentados en cualquier esquina por la guerra narcoterrorista de Pablo Escobar. “Todos los días debíamos pasar frente a la estación de Policía y lo hacíamos con miedo. Recuerdo a los comerciantes bajando las rejas de sus almacenes en el centro por falsas alarmas de bombas. Todavía hoy, casi 30 años después, tan lejos de Colombia, cuando los jóvenes circulan con sus ruidosas motos en las calles de Umea, evoco la angustia que causaban esos días en Medellín”, refiere, aunque recalca que siempre fueron más los instantes gratos.

Volvió graduada a Quibdó en 1998 con las ganas de innovarlo todo en un departamento que empezaba a sufrir los rigores de la guerra. Entró rápido al ICBF, pero en procura de plaza fija, a regañadientes se fue al centro zonal de Tadó (Chocó) como única psicóloga. A los pocos meses llegó al municipio una brigada de Médicos sin Fronteras, y en la delegación el sueco Matías Mattsson, que cambió su vida. Por actividades comunes se relacionaron, después las Farc secuestraron a uno de sus compañeros de nacionalidad francesa, y entre las acciones para liberarlo y el ir y venir en Tadó esperando noticias, afianzaron un amor que continúa en pie al otro lado del mundo.

Fueron dos años de ida y vuelta entre Quibdó y Bogotá o a través de cartas, esporádicas llamadas telefónicas, dudas y certezas, hasta que la convenció de que viajara a Suecia. Ella pidió licencia no remunerada en el ICBF por si el amor no era suficiente, y el 13 de diciembre de 2000 llegó a Umea, con frío extremo calándole los huesos, pero el propósito de formar un hogar lejos de Colombia. El primer obstáculo resultó un portazo: no podía trabajar como psicóloga. Primero debía aprender el idioma, asunto que le tomó más de dos años, en los cuales no se quedó quieta en casa y trabajó organizando habitaciones de hoteles.

“Desde la mentalidad sueca estaba bien, era parte de mi aprendizaje, de mi proceso como inmigrante. Después empecé a cuidar a ancianos que también fueron claves para aprender el idioma”. Mientras su esposo comenzaba a desarrollar una dilatada carrera como oncólogo pediatra en el hospital más importante del norte de Suecia, ella terminó de hacerse entender, y después se dio a la tarea de buscar la forma de convalidar sus estudios de psicóloga. En la Universidad Autónoma de Madrid encontró como hacerlo, y en 2004, con viajes ida y vuelta para aprobar los exámenes, después del papeleo de rigor logró su salvoconducto para ejercer la profesión.

Empezó a tocar puertas cuando inició el embarazo de su hija, y pronto le abrieron espacio como psicóloga escolar e infantil. Luego vino su segundo hijo y once años de trabajo en el instituto Elevhansan, en contacto con los desafíos diarios de la discapacidad física y mental. Con los pacientes comprendió cómo evoluciona el tratamiento de los transtornos cognitivos, con énfasis en el que define como su prioridad profesional: el estudio del impacto familiar sobre el autismo. En el Habiliteringscentrum, donde presta sus servicios, no pierde su condición de lectora y recolectora de data, y confía en que lo único que sabe es que cada día todo se puede hacer mejor.

“En Suecia, todos los pacientes de retraso mental, síndrome de down o trastornos cognitivos tienen tratamiento de salud integral, garantizada por el Estado, durante toda la vida”, aclara Haidy Sánchez. Desde esta visión, tiene actividad permanente y acceso a información interdisciplinaria con sugerencias de atención que ahora comparte con Colombia, y con su esposo Matías Mattsson, que a sus años de trabajo como oncólogo pediatra, agrega ahora la práctica en atención de lesiones y discapacidades infantiles. Como si además de los hijos, la vida les aportara un eslabón de saberes a la alianza que concertaron en el distante Tadó.

No pierden el contacto, y cuando pueden vuelven, o ella lo hace para reencontrarse con sus padres y su hermano en Quibdó y Medellín, o para enterarse de las familias de su red digital. Ahora también escribe, y trata de publicar sus reflexiones en diversos portales de Colombia porque insiste en que hay temas que ahora más que nunca son ineludibles, entre ellos el de los discapacitados mentales y sus familias que debería ser tratado como un asunto importante. “Hay que buscar evidencias y trazar estrategias con las familias”. Su herramienta es comunicarlo para que se sepa. Lo hace desde Umea, mucho más cerca que Colombia del Polo Norte.

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