La lucha de afros e indígenas LGBT por una vida digna

Caribe Afirmativo y Colombia Diversa, organizaciones defensoras de las personas lesbianas, gais, bisexuales y trans, publican el estudio “¡Es ahora!”, la primera investigación que aborda la dificultad que tienen para acceder a la salud, la educación y el trabajo.

Daniela Vargas
30 de mayo de 2019 - 03:00 a. m.
Afros e indígenas LGBT son el centro del informe “¡Es ahora!”. / Nathaly Triana
Afros e indígenas LGBT son el centro del informe “¡Es ahora!”. / Nathaly Triana

En medio del desierto y el mar, del carbón y la sal, una mujer se atrevió a hablar de transgenerismo en la comunidad wayuu de La Guajira. Georgina retó las reglas de la población indígena y se convirtió muy pronto en una revolucionaria de la diversidad sexual, aun desconociendo el significado de esas palabras. Hubo quienes sugirieron sin éxito “corregirla”, pues su identidad de género era una afrenta a la cultura nativa. Dicen que hoy tiene 76 años, vive en Uribia y desde los 12 años usa la manta propia de las mujeres wayuus, lo que le costó la expulsión de su ranchería. Pero llegó a otras tribus donde fue reconocida su identidad femenina, se dedicó a las labores domésticas y su historia se hizo pública hace tres años en un medio local. 

Su caso sentó un precedente en La Guajira, animó a otras mujeres trans de la zona y permitió reconocer que las personas LGBT existen en las comunidades indígenas wayuus de Uribia y que el Estado no está preparado para atenderlas ni tiene políticas diferenciales para garantizar sus derechos. Esta es una de las principales conclusiones del informe realizado por Colombia Diversa y Caribe Afirmativo, ¡Es ahora!, la primera investigación que aborda la discusión sobre comunidades afros e indígenas LGBT en cinco municipios de Colombia. (Lea aquí: Las 20 proclamas de la comunidad transgénero de América)

Durante décadas, las personas afros e indígenas LGBT fueron invisibilizadas en sus familias, sus trabajos, sus colegios y hasta por el mismo Estado, que ni siquiera tiene registros oficiales en los que se detalle su situación. Tampoco existe un plan estatal para garantizar que no las discriminen y que esa exclusión no las lleve a círculos de marginalidad. El informe, que se presenta hoy a las 2:30 p.m. en el Centro de Memoria Histórica, Paz y Reconciliación, fue elaborado con testimonios recopilados en Quibdó (Chocó), Buenaventura (Valle), Cartagena (Bolívar), Riohacha y Uribia (La Guajira).

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Aunque estas zonas tienen necesidades similares, son muy diferentes entre sí por sus construcciones de identidad dentro de un territorio. Hablamos de territorio como el conjunto de ríos, montañas y tierras, pero también de costumbres, tradiciones y saberes ancestrales. Y cada uno de esos detalles marca una diferencia. Según el documento, apoyado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAid) y la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), en La Guajira se concentra el 91 % de la población indígena wayuu, sobre todo en Uribia, reconocida como la capital indígena de Colombia. Aun así, en el departamento prima una condición de vulnerabilidad en la que escasean las condiciones mínimas para una vida digna.

Uno de los puntos en común que tienen Uribia y Riohacha es que entienden las construcciones identitarias LGBT como una fragmentación de las culturas afro y wayuu. En muchos casos, poseer una sexualidad o género diverso puede significar una barrera para acceder a una identidad cultural de cada individuo. Esto puede ocurrir, por ejemplo, cuando una persona es desterrada por su condición, como sucedió con Georgina.

Ser gay, lesbiana o trans es considerado una patología e incluso hay medicinas ancestrales que tratan de “curarlos”. Por otra parte, en Cartagena, la segunda ciudad de Colombia con la mayor concentración de población afrodescendiente (35,29 %), la situación de inseguridad para las personas LGBT es similar a la de La Guajira. Las parejas del mismo sexo solo pueden disfrutar de ciertos espacios públicos, como el centro turístico de la ciudad.

Pese a esta invisibilización y vulnerabilidad, se han creado colectivos de jóvenes y miembros LGBT que, ante la ausencia del Estado, promueven acciones que abren el debate a la inclusión. Tal es el caso de Cine Club 20 Centímetros, liderado por afrodescendientes LGBT que narran las experiencias de grupos étnicos y raciales por medio del cine. En el Pacífico colombiano, específicamente en Valle del Cauca, Cauca, Nariño y Chocó, el reconocimiento de los LGBT en espacios culturales es mayor. Aunque faltan espacios de expresión cultural, las personas entrevistadas dijeron no tener obstáculos por su orientación sexual o identidad de género para participar en estas actividades.

Uno de los grandes problemas de la comunidad LGBT en todo el país es la falta de acceso laboral, por lo que se ven obligados a conseguir trabajos informales. Esta situación se agrava cuando se trata de una persona transgénero, pues el cambio de sexo en los documentos de identidad, aunque es permitido, es poco conocido para algunas poblaciones.

Otro de los impedimentos que enfrentan es la dificultad para gozar de un servicio de salud digno. En La Guajira y Chocó, además de la escasez de hospitales y especialistas, la implementación de una atención diferencial para estas poblaciones es casi inexistente. Por ejemplo, una persona portadora de VIH se abstendría de buscar tratamiento por temor al escarnio público, y para las personas trans, en la mayoría de los casos, es imposible acceder económicamente a tratamientos de hormonas o la cirugía de cambio de sexo.

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Las construcciones culturales de estas regiones están basadas en los conceptos y creencias traídas al país desde la época colonial. El reconocimiento estatal ha sido poco y las formas de discriminación como la homofobia y la transfobia han naturalizado las violencias hacia la comunidad LGBT. Sin embargo, el informe, siendo el primero en su tipo, también muestra que las sociedades han logrado avances en el reconocimientos de los derechos. Por su propia iniciativa, porque no están dispuestos a dejarse invisibilizar.

*Sin Clóset es el  espacio de El Espectador para hablar de diversidad sexual

Por Daniela Vargas

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