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La maldición de Gramalote (III): una reconstrucción eterna

Entre el 16 y el 17 de diciembre 2010 el municipio de Gramalote, ubicado en el departamento de Norte de Santander, dejó de existir. Una remoción en masa, producto de la ola invernal de ese año, sumado a una falla geológica, destruyó el pueblo en cámara lenta. El entonces presidente Juan Manuel Santos, a los pocos días, le prometió a los gramaloteros reconstruir el municipio en otro lugar y en poco tiempo. Sin embargo, una década después el Nuevo Gramalote aún no está 100% terminado. Esta es la tercera entrega de un reportaje sobre los 10 años de la tragedia de Gramalote.

Felipe Romero M. - @felipinhoromero
20 de diciembre de 2020 - 02:33 a. m.
Un mes después de la tragedia, en enero de 2011, el Gobierno Nacional encargó los estudios  geológicos necesarios para determinar las causas exactas de la destrucción del pueblo.
Un mes después de la tragedia, en enero de 2011, el Gobierno Nacional encargó los estudios geológicos necesarios para determinar las causas exactas de la destrucción del pueblo.
Foto: DANIEL IANNINI

Gramalote,  17 de diciembre de 2012, 10:45am

Dos años exactos después de la remoción en masa que destruyó a Gramalote, los gramaloteros seguían dispersos por la región. Algunos se instalaron en improvisados campamentos que el gobierno les entregó, junto a la carretera al otro lado de la montaña desde donde todos los días observaban, con nostalgia, la torre de la iglesia aún en pie rodeada de las ruinas de lo que alguna vez fue su pueblo.

Deyanira Luna y su vecina Celina Neira reniegan, mientras lavan ropa. Llevan dos años hablando del mismo tema todos los días y llegan a la conclusión que el gobierno los abandonó a su suerte y que la promesa del Presidente Santos solo fue un anuncio que ilusionó a más de un gramalotero. Después, nada pasó y ellos siguen en una tierra que no les pertenece, viviendo en cambuches levantados en paredes de yeso, latas y plásticos.

Celina no se resigna y exige que el gobierno le cumpla lo que les prometió.

-Es que tienen que cumplir y dejarnos el pueblo de Gramalote como los gramaloteros lo queremos.

A la protesta se le unen nuevas voces.

-Ya estamos cansados de vivir en un pueblo prestado- Exige Nelly Ayala a quien le tocó irse a vivir al municipio de Santiago.

Días después de la tragedia, el presidente Santos dio instrucciones para que se pusiera en marcha uno de los más ambiciosos proyectos de su gobierno, uno que no estaba en sus planes; pero que debió incluir por cuenta del invierno que padeció el país en el segundo semestre de 2010. Sin embargo, los únicos beneficiados con la reconstrucción de Gramalote hasta el momento han sido los contratistas que inflaron sus bolsillos con miles de millones de pesos de las arcas del Estado.

Un mes después de la tragedia, en enero de 2011, el Gobierno Nacional encargó los estudios  geológicos necesarios para determinar las causas exactas de la destrucción del pueblo. Al mes siguiente se logró preseleccionar dos lugares, Pomarroso y Miraflores, para construir el nuevo Gramalote.

En mayo del mismo año, se contrató a la fundación Servicio de Vivienda Popular (Servivienda) para que realizara los estudios de prefactibilidad para determinar dónde se construiría el nuevo municipio.

Fueron más de 2.000 millones de pesos girados para que el Gobierno Nacional se terminara de convencer de cuál era el mejor terreno para levantar nuevamente el pueblo. Fue así como el 25 de septiembre de 2011, se oficializó al sector de Pomarroso, a unos 25km de las ruinas de Gramalote, como el lugar idóneo para volver a construir el municipio.

El 2011 terminó para los gramaloteros, dispersos en albergues en Cúcuta y en otros municipios de Norte de Santander, con la esperanza que una vez definidos los terrenos, por fin comenzarían las obras de su pueblo; pero nada de eso ocurrió y el año 2012 los recibió con más sorpresas.

El 19 de abril de ese año, el Fondo de Adaptación, entidad creada por el gobierno del Presidente Santos para reconstruir las zonas afectadas por el invierno de 2010, y que había recibido los estudios que costaron más de 2.000 millones de pesos, anunció que había que volver a realizar otros estudios porque se necesitaba evaluar a profundidad la estabilidad de los terrenos. Es decir, que se pagaron unos estudios para hacer una evaluación de la tierra a medias.

En esos nuevos estudios la Nación invirtió otros 2,800 millones de pesos, a los que le incluyó programas de reactivación económica.

-¡reactivación económica!- vocifera sorprendido Daniel Celis, un líder gramalotero que cuestiona la forma en que se han diluido los dineros que se destinaron para reconstruir el pueblo.

-Cómo van a gastarte millonadas en hacer estudios para programas de reactivación económica si lo primero que hay que hacer es reconstruir el pueblo y luego de que tengamos dónde vivir, sí pensamos en lo demás- repite molesto Daniel, quien al igual que sus vecinos, se siente burlado por el Estado.

Para mediados de 2012, los nuevos estudios del Gobierno Nacional abrieron otra posibilidad. Ya no solo el sector conocido como Pomarroso era viable, también otros terrenos, que llevan el nombre de Miraflores, entraron en la lista de probabilidades. Sin embargo, el 30 de julio el Instituto Geológico Nacional (Ingeominas) concluyó que ambos lugares presentan amenaza por encontrarse dentro del radio de acción de la falla geológica que atraviesa la zona. La misma sobre la que se levantó Gramalote a mediados del siglo XIX.

El nuevo anuncio del gobierno terminó con la paciencia de los gramaloteros que para finales de 2012 ya veían bastante lejana la posibilidad de volver a tener su pueblo reconstruido.

A la basura habían ido a parar dos años de espera y 4,800 millones de pesos invertidos en estudios. El resultado era que los dos únicos lugares habilitados para construir el nuevo Gramalote presentaban problemas con el suelo, mientras que los damnificados se hacían a la idea de rehacer sus vidas en los mismos lugares que los habían acogido desde que la tierra se tragó su pueblo.

El Fondo de Adaptación contrató nuevos estudios que arrojaron que había que incluir dos lugares más, sin descartar a Pomarroso y Miraflores, a pesar de las advertencias del Instituto Geológico Nacional.

Ahora existían cuatro zonas donde, según el Gobierno Nacional, era viable construir el pueblo. Finalmente, y luego de analizar todas las variables posibles se le informó a los gramaloteros y a todo el país que Gramalote renacería definitivamente en los terrenos de Miraflores. La decisión se tomó basada en el factor tiempo.

De los cuatro sitios, según los expertos, el que menos tiempo se iba a necesitar para construir el Nuevo Gramalote era en Miraflores. Calcularon tres años y medio, a partir de la fecha. Es decir, que en los nuevos datos del Gobierno Nacional, Gramalote estaría listo para ser inaugurado en el segundo semestre de 2015.

El anuncio se oficializó a través de los noticieros. En Cúcuta, al viejo Cristín Pérez Blanco, que hace mes y medio había cumplido 96 años, la noticia lo alegró más de lo normal, al punto que en varias entrevistas que concedió a la prensa, se animó a pedirle al presidente Santos que ojalá el pueblo estuviera listo en esa fecha para poder celebrar en el Nuevo Gramalote, el próximo 8 de noviembre de 2016, sus 100 años de vida.

En la casa donde vivía Cristín, sus hijos y nietos rieron y aplaudieron al anciano que lucía feliz, el mismo que ya se había convertido en el símbolo de la paciencia y  aguante de los gramaloteros.

***

Gramalote, 20 diciembre de 2012, 11:00am

A dos calles de la plaza principal de Gramalote, a unos 30 metros de lo que queda erguido del templo, un viejo de no más de 70 años escarba, entre las ruinas, junto a un joven. Con sus afilados machetes se abren paso entre la maleza que a simple vista parece haber crecido de entre bloques de ladrillo y columnas de cemento amontonadas en la tierra.

-“nono”, cómo se llama esta mata?- pregunta el joven.

-a esto se le dice Tártago.- responde el anciano.

-pero hay mucho “nono”, por todos lados.

-mijo, eso es lo que crece acá.- volvió a responder el anciano, mientras continuaba abriéndose paso a machetazos entre la maleza.

Al otro lado de la calle, mucho más cerca de las ruinas del templo, otro hombre se persigna y atraviesa la calle en dirección al viejo y a su nieto, quienes lo saludan con familiaridad.

-y eso qué lo trae por acá.

-visitando lo que quedó del pueblo y rezando mucho porque acá al final parece que resultó cierta la tal maldición del cura.

El joven miró a su abuelo desconcertado sin comprender nada de lo que decía el hombre.

Por décadas, en Gramalote los cuentos sobre maldiciones y cosas sobrenaturales eran el pan de cada día entre los más veteranos de la región. Ancianos a los que las canas les daban la autoridad y la credibilidad suficiente para narrar toda clase de historias que confluían siempre con la destrucción del pueblo.

Los relatos eras escuchados con atención por los más jóvenes, que de generación en generación se fueron calando en la memoria y en la identidad de los gramaloteros. De todas las historias narradas, solo una cobró importancia, la de la maldición del Padre Raimundo Ordóñez Yáñez, nacido en Gramalote en 1863 y fundador de los municipios de Sardinata y Lourdes donde reposan sus restos.

La leyenda cuenta que una tarde durante la eucaristía en el templo de Gramalote y luego de haber sufrido un incidente, el Padre Raimundo, ya entrado en años, se dirigió al altar, elevó la mirada; se arrodilló y se dispuso a persignar, de manera general, a todos los feligreses que asistían sin falta a misa.

Al tiempo que los bendecía, los fue maldiciendo, pronunciando una frase que se quedó para siempre en la memoria de los gramaloteros quienes lo escucharon atónitos predecir una tragedia. El cura fue trazando con su mano la santa cruz, pero en vez de pronunciar el tradicional padre, hijo y espíritu santo, el Padre Raimundo soltó en una sola frase la maldición.

-Gramalote se convertirá en un tartagal.- Pronunció sin más detalles.

En la nave de la iglesia, junto a sus padres, el niño Cristín Pérez Blanco escuchó las palabras del sacerdote, mientras todos en el templo murmuraban desconcertados sobre la premonición del Padre Raimundo.

Para los historiadores y sacerdotes estudiosos de temas como maldiciones y cosas sobrenaturales, como el Padre Edwin Leonardo Avendaño, no existe duda de que el Padre Raimundo, por su carácter y  sus convicciones, haya maldecido al pueblo. Al fin y al cabo es normal que los sacerdotes maldigan y mucho más común era escucharlos desear el mal en años pasados.

Sin embargo, dejan abierta la puerta a la especulación acerca de si la maldición del Padre Raimundo se cumplió o no. Para muchos gramaloteros, como buenos católicos, la palabra de un sacerdote es sagrada.

Para la Historia, existe evidencia de sucesos en los que se vio involucrado el Padre Raimundo a comienzos del siglo XX, cuando en Colombia ya hervía la violencia entre liberales y conservadores.

Fue el dirigente político, Laureano Gómez, ídolo de Gramalote, bastión del conservatismo en Norte de Santander, el primero en señalar públicamente al Padre Raimundo como uno de los instigadores, junto al párroco Víctor Montagout, que  provocaron el asesinato del General Juan de Dios Peñaranda, jefe de los gramaloteros conservadores. Para Laureano, los sermones incendiarios del Padre Raimundo, animaron el odio entre liberales y conservadores que provocaron la muerte, a puñaladas, del General Peñaranda.

A partir de ese episodio, las historias de la violencia entre liberales, conservadores y los discursos del padre Raimundo comenzaron a tener diferentes derivaciones, algunas incluso inverosímiles. La más recordada da cuenta que varios hombres enfurecidos por la muerte del General Juan de Dios Peñaranda irrumpieron en la iglesia disparando y destruyendo todo a su paso; dejando mal herido al Padre Raimundo y quitándole la vida a uno de sus ayudantes, lo que provocó la ira del sacerdote que confluyó en una maldición sobre Gramalote.

Verdad o ficción, lo cierto es que los hechos ocurridos el 17 de diciembre de 2010, sumado a la realidad que hoy vive Gramalote, parecen darle la razón a quienes a través de los años se han encargado de mantener viva en la memoria de los gramaloteros la leyenda de la maldición del Padre Raimundo Ordóñez, quien dejó de existir un jueves 23 de enero de 1936.

***

Nuevo Gramalote, septiembre de 2018.

Más allá de las leyendas, los problemas para la ejecución de las obras del Nuevo Gramalote parecen otra maldición, una real, que les cayó a los gramaloteros hace casi una década, después que el presidente Juan Manuel Santos pidiera, en uno de sus acostumbradas alocuciones, que le creyeran que Gramalote iba a quedar mejor de lo que era antes. Pero la realidad da cuenta de que solo se han perdido miles de millones de pesos del presupuesto público y tiempo, lo más valioso para los damnificados de la tragedia.

El Presidente Santos terminó su segundo mandato el  7 de agosto de 2018 y su promesa no se pudo cumplir. El pueblo no alcanzó a estar terminado y los problemas de ejecución de las obras siguen a la orden del día.

La Contraloría General de la Nación, entidad encargada de vigilar los dineros públicos del país,  puso desde hace varios años sus ojos en la reconstrucción de Gramalote.

El panorama no es alentador; los retrasos y los hallazgos fiscales que confirmarían un presunto detrimento de millonarios recursos girados por el Estado, crecen como las grietas que ya se ven en algunas de las viviendas recién construidas para los gramaloteros. Muchas de ellas aún sin estrenar, que ponen en evidencia fallas en los diseños y en la planeación de las obras.

Según el Gobierno Nacional, la partida presupuestal para la reconstrucción de Gramalote supera los 400 mil millones de pesos. El Fondo de Adaptación, entidad a cargo de la reconstrucción, asegura que ya tiene comprometidos al menos 380 mil millones. Sin embargo, los problemas florecen como los tártagos que se comen las ruinas del antiguo Gramalote que hoy no es más que un tartagal.

-El Gobierno Nacional desde el momento de la tragedia pensó siempre en dos alternativas para los damnificados: o se les da un lugar donde vivir o se les da la plata para que busque vivienda. Hoy después de tantos años uno no sabe si lo mejor hubiera sido darles el dinero-  Se cuestiona uno de los funcionarios de la Contraloría quien ha estado al frente de las auditorías sobre la ejecución de las obras en el Nuevo Gramalote.

Desde el anuncio de la reconstrucción todo comenzó mal. La escogencia del lugar nunca fue la adecuada, se hizo caso omiso a la inestabilidad de los suelos y las pendientes del lugar. Esto obligó a implementar trabajos extras para la adecuación de los terrenos, que incluía desbastar una montaña. La norma establece que no se pueden construir viviendas con pendientes de más de un 12% de inclinación. Pero, eso tampoco se tuvo en cuenta y para solucionarlo, a cambio, se incluyeron más obras y mucho más material, lo cual solo benefició a los contratistas.

Además, hubo fallas de construcción gravísimas que afectan todo el sentido de la estructura de las viviendas. Por ejemplo, el grosor del concreto con los ladrillos para levantar los muros de las casas no se ajustó tampoco a los estándares de construcción.

-Debía haber como máximo un centímetro de grosor entre ladrillo y ladrillo, pero en esas casas son de hasta 4 centímetros. Qué sucede, algo gravísimo, que produce inestabilidad y riesgo para quien habite esas viviendas, que además ya presentan fisuras –

Se lamenta nuevamente el funcionario al tiempo que asegura que esta mala práctica implica más gasto de materiales lo que obliga a que al contrato de obra se le hagan adiciones presupuestales para que valga mucho más dinero, beneficiando al constructor.

Al problema de las fallas estructurales en las viviendas del Nuevo Gramalote, se le suma el de la falta de planeación en la construcción de la carretera principal del pueblo. La obra se inició, pero no se terminó dentro de los tiempos establecidos lo que originó que las condiciones climáticas deterioraran la capa asfáltica, ya que nunca se le hizo el debido tratamiento. A demás de esto, la Contraloría encontró que el contratista elevó los costos del contrato de transporte de materiales.

-Eso se cobra por distancia y descubrimos que el contratista teniendo una distancia más corta para depositar los materiales de obra, escogía el trayecto más largo para cobrar más dinero- Reitera el funcionario de la Contraloría.

Todas estas irregularidades solo han hecho que la reconstrucción del Nuevo Gramalote cueste mucho más dinero y se atrase considerablemente su entrega, perjudicando únicamente a los gramaloteros. Los hallazgos de la Contraloría dan cuenta que al menos hay más de 8.000 millones de pesos, del erario, despilfarrados.

El panorama parece poco alentador para los organismos de control, pues tal y como fue concebido el Fondo de Adaptación por el Gobierno Nacional (decreto 4819 del 29 de diciembre de 2010) todo parece estar milimétricamente diseñado para evadir sanciones y embolatar los recursos públicos.

El Fondo de Adaptación, aunque recibe dineros del Estado, comenzó funcionando como una entidad privada que manejaba los recursos a su antojo. El estatus de privado lo exime de ejecutar multas a los contratistas por incumplimientos en la ejecución de las obras. Esto hace que nunca existan atrasos, pues tienen la potestad de modificar a su antojo los cronogramas de obra. Esto garantiza que, tal y como lo han venido haciendo en los últimos años, en los informes oficiales jamás se vieran reflejados los incumplimientos por parte de los contratistas.

Aunque esto cambió a finales de 2019 y los contratos del Fondo pasaron a ser de obra pública regidos por la Ley 80, hoy el Nuevo Gramalote no es más que un cúmulo de errores arquitectónicos, con obras a medio hacer, además de una estética que no se asemeja en nada al pueblo que durante 153 años fue el hogar de miles de gramaloteros.

Muchos de sus habitantes, los más ancianos, ya no están. Se fueron de este mundo sin ver cumplida la promesa del Presidente Juan Manuel Santos. Cristín Blanco Pérez fue uno de los que no alcanzó a llegar a instalarse en su nueva casa. Murió un martes 14 de julio de 2015 a la edad de 99 años. Así quedó consignado en su registro de defunción # 8604145 que reposa en la Notaría Segunda de la ciudad de Cúcuta. Cristín se fue contemplando hasta el último día de su existencia, la ilusión de celebrar un siglo de vida en el Nuevo Gramalote.

***

Nuevo Gramalote, diciembre de 2020.

Una década después de la destrucción del pueblo.

El gobierno de presidente Iván Duque, que comenzó labores el 7 de agosto de 2018, heredó la responsabilidad de entregar totalmente terminado el que debería ser el municipio más moderno de Colombia. Han pasado más dos años y el panorama de ver totalmente terminado el Nuevo Gramalote sigue siendo poco alentador.

Un nuevo informe de auditoría de la Contraloría General de la República, realizado al Fondo de Adaptación, alertó sobre el incumplimiento para entregar a finales de septiembre de 2020 todas las viviendas del pueblo. Justo a escasos tres meses de que se cumpliera una década de la tragedia que acabó con el pueblo.

El contratista, la Unión Temporal Nuevo Gramalote, tenía la obligación de tener listas las 1.007 casas para el tercer trimestre del año. Sin embargo, para finales de junio de 2020 solo estaban terminadas 844. Al proyecto, que tiene un valor de más de 67.000 millones de pesos y que comenzó en 2016,  le hacían faltan 163 viviendas. Para medidos de noviembre el contratista logró llegar a 860 casas terminadas. Sin embargo, los recursos se agotaron  lo que hace imposible que luego de 10 años se pueda tener una total reconstrucción de Gramalote. Ricardo Carvajal, vocero de la Unión Temporal, asegura que el Fondo de Adaptación no les dio garantías para cumplir con la entrega de las casas ya que el contrato fue mal estructurado, los lotes fueron entregados con problemas de urbanismo.

Las primeras casas se inundaban cada vez que llovía ya que los terrenos carecían de desagües. Además, al menos 300 de esas viviendas no tuvieron servicios públicos durante más de un año y no pudieron ser entregadas porque no tenían las conexiones de acueducto, alcantarillado y redes eléctricas. Hoy los constructores ya no cuenta con dinero ni para pagar la interventoría de la obra ni para terminar la totalidad de las casas. El contrato con el Fondo de Adaptación terminó el pasado 22 de agosto de 2020 y como consecuencia de esto la Unión Temporal no pudo seguir ejecutando las obras. Sin embargo, a respuesta del Gobierno  fue demandar al constructor por incumplimiento.

Hoy la realidad es que más de 100 familias en el Nuevo Gramalote seguirán sin vivienda. El pueblo tampoco podrá este año tener en funcionamiento totalmente el hospital, al igual que la plaza de mercado y los gramaloteros cumplirán una década sin templo religioso. La reconstrucción de la iglesia de San Rafael seguirá en veremos. En el lote de 5.400 metros cuadrados que se destinó para levantar la estructura solo hay una pequeña caseta de latas y tejas que funciona como capilla, custodiada por las antiguas campanas rescatadas de las ruinas de Gramalote que cuelgan de un tronco viejo a la espera de un campanario. Sin embargo, no se vislumbra en el corto plazo recursos para el templo. La Ley en Colombia es clara, no se pueden destinar recursos públicos para obras religiosas por tratarse de un Estado laico.

Así las cosas, el panorama para los gramaloteros parece el de estar condenados a seguir padeciendo esa otra maldición, la de la inoperancia del Estado a manos de sus respectivos gobiernos de turno. Mientras, la profesora Omaira, hoy a sus 58 años, continúa soñando con ese nuevo gramalote al tiempo que sigue enseñando en la vieja escuelita de la vereda Jácome, la misma a la que no le han destinado ni un solo peso para un pote de pintura desde hace una década cuando la tierra casi se la traga.

Por Felipe Romero M. - @felipinhoromero

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