La salinas de Manaure y la lucha del pueblo Wayuu por conservar el territorio

Chapin Meza Epieyuu, un hombre que es obligado a salir de su tierra, encuentra en la sal la oportunidad de sobrevivir.

Luis Fuenmayor Epieyu*
09 de agosto de 2019 - 10:52 p. m.
Charcas de sal en Manaure, La Guajira.  / Luis Fuenmayor Epieyu
Charcas de sal en Manaure, La Guajira. / Luis Fuenmayor Epieyu

*Esta historia hace parte de seis relatos contados por indígenas colombianos en el marco del Día Internacional de los Pueblos Indígenas.

Durante una investigación sobre la recolección artesanal de sal en el municipio de Manaure, me encontré con la historia de un hombre que representa la valentía y al mismo tiempo la cordura del pueblo wayuu. Su nombre es Chapin Meza Epieyuu, el hecho de que pertenezcamos al mismo clan, aunque de un linaje diferente, nos une con cierta afinidad.   

Le puede interesar: (Cuento indígena) Pania Pak’uru: el árbol del agua

El 6 de abril cumplió seis años de haber regresado con varios familiares a la comunidad Aliitayen, luego de establecer acuerdos de paz con sus enemigos, habitantes del caserío “El Pájaro”. Comunidad de la que debió salir hace aproximadamente 20 años, cuando apenas alcanzaba la mayoría de edad, por una guerra promovida, según él, desde la empresa gasífera (establecida en los contornos de su territorio ancestral) que ofreciendo beneficios sociales para particulares produjo una descomposición en el orden social propio del pueblo wayuu y dio como resultado más de 30 muertes en el marco de ese conflicto.

Actualmente, la tierra es la propiedad más disputada donde existen asentamientos de pueblos indígenas y los corregimientos en  La Guajira no han sido la excepción, como si las historias fueran una red en la que el común denominador es la desterritorialización y la aculturación. En la comunidad Aliitayen, se encuentra Chapin Meza con decenas de sobrinos y cientos de familiares. Él siente una fuerte carga de responsabilidad por reivindicar a su clan y asegurarles a sus descendientes un espacio propio, ese que él heredo de sus ancestros, pero la minería insiste en quitarle.

Recuerda con dolor los hechos. Un muerto tras otro, emboscadas y asaltos nocturnos eran el infortunio que los amenazaba día a día. Estaban recluidos en sus hogares, pero incluso allí no se encontraban seguros. Quienes poseían las mejores armas y personal contratado para matar tenían ventajas, ventajas que su grupo familiar reconoció y en un acto de sobrevivencia huyeron del lugar, dejando tras ellos sus animales, hogares y vidas enteras.

Lea también: Genocidio en el Pacífico: los pueblos indígenas después de la colonización

“Nuestros muertos no están juntos, porque no se podía siquiera ir hasta el cementerio ancestral y a los que murieron durante la guerra los enterramos cerca”; cuenta Meza. Aceptar esta situación es para un wayuu una forma de expresar los límites que alcanzó aquella disputa por los derechos a las regalías de Chevron y empresas asociadas explotadoras de gas mineral en la estación Ballenas.

Ese desplazamiento lo llevó a la comunidad de Wasaishira donde otro grupo familiar con el mismo clan (Epieyuu) los recibió como a hermanos y les ofreció trabajar la tierra que tenían a su voluntad. Chapin, como buen wayuu, reconoce que esa tierra no le correspondía por derecho ancestral, pero pagó por su estadía y trabajó durante 20 años para salir adelante junto a sus vecinos y nuevos socios. “Ji’yataa sümaa türa samatakaa” trabajen el mar, fueron las palabras de los ancianos, esas que marcaron su pensamiento con la huella de crear oportunidades a partir de situaciones difíciles. Compró un lote de tierra donde aró y realizó surcos durante 20 años para sembrar y cosechar la sal, mineral que ha hecho de este municipio ser reconocido como la “Dama Blanca” de La Guajira.

El trabajo de Chapin junto a sus compañeros, más de 100 personas residentes de Neyma y comunidades circunvecinas, donde desarrollan su actividad económica (la recolección artesanal de sal) fue frustrada el 19 de junio del presente año por la intervención de fuerzas del Esmad. Quienes violentaron físicamente a ocho miembros de la comunidad que se oponían a la clausura de sus charcas de sal por un acto administrativo que dictó la Agencia Nacional Minera, la alcaldía y la titular minera SAMA. Entidades que sin realizar una consulta previa e informada llegaron con maquinaria pesada y rellenaron las charcas que esperaban por ser cosechadas durante los últimos días de julio.

Es mucha la salinidad en el ambiente de Manaure, pero es más pesada la angustia que llevan estas familias sobre sus hombros. Según el Instituto Nacional de Salud (INS), La Guajira es uno de los departamentos con mayores índices de mortalidad por desnutrición, esto contrasta con el hecho de que en esta hay cuantiosas sumas de regalías por la explotación de empresas mineras de carbón, sal y Gas, pero la corrupción carcome el espíritu del Pueblo Wayuu que se resiste, como Chapin, a perderlo todo.

Una conciencia de razón destila el pensamiento de Meza, quien manifiesta buscar una solución a este problema junto a Cristobal Rosado, Emiliano Rosado, Carlito Uriana y demás afectados. “No queremos heredarle a nuestros hijos y sobrinos una tierra en conflicto, los wayuu sabemos que a través de la palabra podemos solucionar los problemas”, expresa Emiliano con una serenidad en su rostro, pero dice tener en su corazón una queja que lo atormenta desde aquel fatídico momento, “no le quitamos nada a nadie para que nos envíen a esos cachacos para que nos atropellen”.

Desde que Chapin llegó a Aliitayen está luchando legalmente por ser reconocido junto a su clan como los verdaderos dueños de su tierra, sumando ahora a su angustia el atropello al que fue sometido por defender su sal, el sustento de su hogar. “Si las Caterpillar’s necesitan ACPM para poder andar, siendo de hierro, ahora ¿Qué quedará para uno que trabaja bajo el sol durante meses en las charcas, con hambre y ahora nos dejan sin sustento?” son sus palabras.

No era para menos, teniendo en cuenta su carácter, que me despidiera expresando su posición respecto a lo que vive actualmente “cuando tuve que irme me fui, ahora pienso en medirme con mis contrincantes porque no estoy exigiendo nada ajeno, quiero que me paguen mi sal y los gastos que hemos tenido en este proceso”.

Me voy con la inquietud de saber cuál será el desenlace de la historia de Chapin y si logrará sus objetivos, que no exigen otra cosa más que justicia. Dejo tras de mí, la tierra de los caminos, los senderos de sal que según me contó una anciana durante el recorrido fueron hechos por el ganado, cuando solo había playas los pasos de las vacas “sukualu’u pa’aa” fueron abriendo estas charcas en la tierra y una vez llovió en el territorio de Poluma Aapüshana, se pudo ver por primera vez las grandes placas de Sal, la madre tierra (Mma) y (Juya) lluvia le ofrecieron a ese wayuu esta riqueza que hoy le quitan a sus nietos.

*Luis Fuenmayor Epieyu es comunicador indígena wayuu 

Por Luis Fuenmayor Epieyu*

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar