Lavamanos

Renson Said
09 de marzo de 2020 - 08:49 p. m.

El presidente Iván Duque dejó plantado al uribismo nortesantandereano el pasado 6 de marzo. No fue. No vino. No llegó. La excusa que dio no es convincente:

“Lamento no haberlos podido acompañar. Hoy (viernes) detectamos el primer caso de coronavirus en Colombia, en la ciudad de Bogotá, y lo que hemos hecho es actuar conforme a los protocolos que teníamos y activar la fase de contención. Hay un compromiso muy grande con la región y espero visitarlos pronto”.

No es convincente porque Duque ha demostrado que el país no está en su agenda. El presidente prefiere reunirse con Maluma y no con los líderes sociales; con Silvestre Dangond, pero nunca con los maestros de Fecode. Con los siete enanitos de su economía naranja, pero no quiere saber nada de las siete plagas que azotan a la frontera: la inseguridad, el fenómeno migratorio, el cartel de Sinaloa, el asesinato de excombatientes, los rastrojos, el desempleo y el coronavirus, para lo cual nadie está preparado. El presidente Duque no viene a Cúcuta (donde obtuvo la mayor votación a nivel nacional en las presidenciales), pero sí anuncia, con antelación y fanfarria, que asistirá al Festival Vallenato.

Ya sabemos de sus prioridades. No hace mucho el gobierno iba hacer una rifa para traer solo a siete de los catorce colombianos que viven en Whuan, cuna del coronavirus, con el argumento de que no había más cupos en el avión. Sí hubo, en cambio, cupo suficiente para llenar el avión presidencial con invitados a una fiesta privada en Panaca, y todavía no sabemos quién la financió.

La frontera necesita urgente la atención del gobierno nacional. Pero aquí solo vienen en época de campaña, se toman la foto, hablan pestes contra Venezuela, y luego regresan a Bogotá dejando a sus espaldas una ristra de medidas que el gobierno inmaduro de Maduro toma contra la frontera. Aquí pagamos los platos rotos de la laaaaarga lengua de Pacho (Santos), de Martuchis (Ramírez) y de todo ese parvulario que encabeza el presidente Duque.

¿Quiere usted, amigo lector, tener una idea de cómo el gobierno trata a la frontera? Miren esto:

Para el tema del coronavirus, que si al resto del país preocupa enormemente, para el caso de la frontera con Venezuela (donde los barcos chinos y de otras partes del mundo atracan en Maracaibo, o sea, a cuatro horas de Cúcuta) resulta todavía más aterrador, por cuanto no hay control del flujo de personas por las trochas ilegales. Para ese tema, decía, el gobierno nacional se reunió con expertos y asesores, deliberaron durante horas y tomaron una decisión salomónica: se ordena instalar lavamanos en la frontera.

Es en serio. Todos los extranjeros que lleguen vía Venezuela tendrán que hacer largas colas en un lavamanos, lavarse con el mismo jabón, secarse con la misma toalla y entrar a Cúcuta aséptico. Esto será coordinado por el Instituto Departamental de Salud y contará con el aplauso de todo el parvulario de gobierno.

Mi opinión es que a Duque no le importa la frontera, la ve como un inmenso lavamanos que usa cada cierto tiempo para quitarse de encima sus inmundicias. Pero no puede: el lavamanos es para las manos, no para el alma.

 

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