¿Qué le pasó a Belisario?: Guillermo Cano

Esta fue la Libreta de Apuntes del domingo 5 de enero de 1986.

Redacción El Espectador
15 de diciembre de 2016 - 11:46 p. m.
¿Qué le pasó a Belisario?: Guillermo Cano

No sabemos a ciencia cierta a qué causas atribuirle la baja de forma en las presentaciones televisivas del presidente Belisario Betancur, si a la dieta excesiva a base de frutas a que se sometió voluntariamente en los últimos meses del año 1985 o a los terribles golpes trágicos que le tocó  recibir a su administración expirante en el noviembre negro del año pasado. Pero, en todo caso, la alocución del Año Nuevo, tan exageradamente optimista como deplorablemente declamada con un tono, con un tonito de muro de lamentaciones, dejó una impresión en su televideoaudiencia cautiva del primero de enero de que el Belisario de los comienzos del gobierno maestro en el manejo de la imagen en la pantalla chica se había contagiado de las ramplonas telenovelas extranjeras, donde los protagonistas lloran más que las lloronas alquiladas para entierros de primera, y que han copado la programación diaria y festiva de Inravisión… (Vea el especial 30 años sin Guillermo Cano)
 
¿Qué le pasa a Belisario? Gastó una hora en tiempo A de las dos cadenas el primero de enero para presentarle al país un país color de rosa en los mismo momentos en que salían de la Casa de Nariño los decretos reajustando los precios de los combustibles y del transporte urbano, cuyos coletazos en el costo de la vida no se harán esperar mucho tiempo. Belisario nos había acostumbrado a decir las cosas con sencillez pero con claridad y, si se nos apresura, con valor. Verdades amargas que se tragan mejor que verdades disfrazadas. La gente aguanta que se le hable claro pero se siente defraudada cuando a la confrontación de lo que se le dice desde el alto mando del Gobierno corresponde un profundo desfase con la realidad que sucede. (Vea qué pasaba en Colombia 100 días antes de que asesinaran a Guillermo Cano)
 
Desde cuando el holocausto en el Palacio de Justicia, desde cuando el cráter Arenas desheló parte de la cumbre nevada del volcán del Ruiz y arrojó lodo y piedras para cubrir a 25.000 compatriotas de Armero y Chinchiná, Belisario mostró un rostro, una voz, unos ademanes en la pantalla chica completamente diferentes a los que había acostumbrado a verle la audiencia colombiana. Con el resultado evidente en su contra de que su nueva imagen le ha restado rating de sintonía en la opinión pública. Porque lo que era cierto en los tres primeros años de su gobierno era la versatilidad histriónica del presidente para hacerse amable a los videntes y a los oyentes.
 
Hoy sus alocuciones tienen un timbre fúnebre que ni aun en los momentos en que convoca a sus conciudadanos a tener fe en el porvenir, y exponer sus argumentos para respaldar sus llamados al optimismo, los convence y lo que hace es sumir a su gente en el desaliento. 
 
A nosotros nos gustaba la forma, el estilo, el fondo de las alocuciones del Belisario del 83, del 84, de parte del 85. Ahora debemos confesar que en sus últimas alocuciones hemos tenido que luchar a fondo contra la tentación de recurrir al aparatico mágico del control remoto para no cambiar de canal o tocarle del todo el pescuezo al botón que apaga el televisor. Una mala hora para un buen día fue la alocución presidencial de Año Nuevo. Fue una oportunidad desaprovechada porque a los anuncios optimistas sobre la situación cafetera, por ejemplo, hubiera sido aconsejable enfrentar los hechos negativos para el pueblo como el alza de combustibles y transporte. Era cosa sabida que el Gobierno había tomado la decisión de esos reajustes antes que el presidente grabara su alocución. Es más: simultáneamente con la distribución del texto del mensaje de año nuevo llegó a los medios de comunicación el paquete de resoluciones alcistas.
 
¿Por qué y para qué mostrar sólo una cara de la moneda y ocultar la otra? Si el alza en combustibles y su consecuente alza en el transporte urbano era una decisión tomada y era una solución insoslayable y conveniente a la salud económica del país, ¿por qué no decirlo con toda franqueza y con enérgico razonamiento explicarla y justificarla?
 
Esos son los silencios que matan en un pronunciamiento como el que hizo el señor presidente Betancur en la primera noche del año nuevo. El presidente dedicó a este problema crítico apenas dos frases de su extenso documento. Como si tuviera el deliberado propósito de desprenderse de brasas encendidas que le quemaran las manos y la mente… ¿Qué le pasó a Belisario?
 
La pendiente de enero
 
Arranca un año nuevo, como otros han arrancado en el pasado, con el alza en los combustibles. Que se presta a toda clase de especulaciones, de reajustes inmediatos de precios en la canasta familiar, de abusos en tiendas y comercios. Es la pesada cuesta de enero de que hablan los españoles que hay que recorrer dolorosamente. Se dice que los colombianos somos muy buenos trepadores —la fama nos viene de nuestros ciclistas—, pero la verdad es que nos cuesta mucho subir este premio de montaña de primera categoría que obligatoriamente habrán de recorrer nuestros compatriotas. Y además endeudados y enguayabados, lo primero por el boato de las fiestas navideñas con su abundancia de regalos a familiares y amigos, lo segundo por los excesos en la bebida y en la comida. Nos coge fuerza de balance. Con el agravante de que es mes de matrículas en colegios y en universidades, de pensiones anticipadas, de bonos voluntarios emitidos por los centros educativos para eludir las limitaciones fijas a las alzas de matrículas y pensiones. 
 
No es de extrañar, pues, que en vísperas del festivo de los Reyes Magos ya aparezca de nuevo el gesto agrio, el rostro serio y preocupado que se desdibujó durante las festividades navideñas y de noche vieja. Mañana comienza el pesado regreso de los veraneantes que tuvieron la fortuna de disfrutar de unos días de campo, de sol y de naturaleza. A enfrentar el premio de montaña de enero, en el cual no hay vencedores distintos a las alzas en cadena. Con el presupuesto desequilibrado, con tarjetas de crédito en límite de los cupos otorgados y un descuadre en los extractos bancarios que necesitarán de las calculadoras más que de costumbre para ponerlas al día. 
 
Pero volviendo al alza de los combustibles, tenemos que mostrar nuestra extrañeza de por qué personajes, que han sido ministros en otros gobiernos anteriores, quieran ahora utilizar como arma política la decisión que ha tomado el gobierno Betancur. A un excanciller de la República le escuchábamos por radio unas declaraciones deplorables, por demagógicas e inexactas. En el gobierno al cual prestó sus servicios y su firma hubo alza de combustibles y alza de transportes. Cuando las decretaron el excanciller que pontificaba en contra de lo que ha hecho ahora este gobierno, si no las defendió públicamente por lo menos quedó callado como una ostra. Es que repugnan ciertas actitudes acomodaticias. Cuando se está en el poder, subir los combustibles es una emergencia nacional.  Cuando se está fuera de él, es un atentado contra el salario del sufrido pueblo colombiano. Doble moral, siempre doble moral. Es la clase política que el país está rechazando cada vez con más energía.
 
No se les puede creer. No hay sinceridad. Juegan con la opinión pública. Carecen del valor para enfrentar los problemas. Cuántas veces no se han represado por razones políticas alzas que eran inevitables. Lo hizo el gobierno del excanciller a quien nos referimos.
 
Pero entonces estaban bien esos represamientos. Y ahora están mal. ¿Cómo es eso? Y cuando consideraron que ya no podían aguantar más subieron los combustibles y entonces estaba bien. Pero ahora está mal subir los combustibles. ¿Cómo es eso?
 
Los problemas por venir
 
No hay la menor duda de que los reajustes con que ha comenzado el año van a repercutir en las elecciones para elegir los cuerpos colegiados. Al desgano anotado entre el electorado se va a agregar el peso de la cuesta de enero que dejará pocos alientos para febrero y marzo. Ciertamente, no será con críticas electoreras como los candidatos van a mover al pueblo hacia las urnas. Porque, como en el caso que tratábamos antes, ya no se les cree. Demagogia y populismo no detienen la carrera alcista. Tendrán los aspirantes a curules y los candidatos a la Presidencia que buscar otros caminos menos andados y más imaginativos y convincentes para que el pueblo los acompañe en sus aspiraciones. 
 
Vamos a tener problemas de orden público cuyo hábil manejo dependerá mucho del Gobierno. Pero que no se equivoquen los candidatos en que a ellos no les corresponde ninguna responsabilidad si el país sufre desbordamientos y excesos que perturben la tranquilidad del debate electoral. Hay focos explosivos que se prenderían con la chispa de unas palabras o unos discursos inflamables. Y no se puede torear a un toro bravo al que se ha toreado con exceso en muchas plazas porque su respuesta será negativa al llamamiento a que vaya hasta la urna a depositar su voto decisorio.
 
En dos platos 1986 nos desafía a fondo desde la última campanada con que despedimos 1985.

Por Redacción El Espectador

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar