Los retos de la seguridad en Cundinamarca

El departamento es hoy más seguro. Sin embargo, hay preocupación por microtráfico, porte de armas blancas y seguridad vial.

Juan Camilo Maldonado T.
03 de enero de 2013 - 08:41 p. m.
 Durante tres años, al Ejército y la Policía han mantenido a los frentes guerrilleros fuera de Cundinamarca.  / David Campuzano
Durante tres años, al Ejército y la Policía han mantenido a los frentes guerrilleros fuera de Cundinamarca. / David Campuzano

Hace dos años, luego de haber sido expulsados de de Cundinamarca en 2003 por las operaciones Libertad I y Libertad II, el Bloque Oriental de las Farc se planteó retornar a sitios estratégicos del departamento, a través de un plan de acción que entonces, según fuentes de inteligencia, se llamó Plan 2010-2012.

Hoy, pasado el plazo que se propusieron comandantes de la guerrilla como Carlos Antonio Lozada (hoy negociador de las Farc con el gobierno)y Henry Castellanos Garzón ‘ Romaña’, Cundinamarca se encuentra por tercer año consecutivo “libre de grupos armados ilegales”, según explica el general de la Policía del departamento, Flavio Mesa.

Pero este es sólo uno de los indicadores de que las condiciones de seguridad en Cundinamarca van por buen camino y que el balance de lo ocurrido durante 2012, contadas algunas excepciones, es positivo.

La mayoría de indicadores que manejan las autoridades del departamento están a la baja. Según lo consolidado por la Policía Departamental, en los 116 municipios cundinamarqueses el homicidio se redujo durante el año pasado en 18 por ciento, pasando de 437 homicidios en 2011 a 361 en 2012. Reducciones similares se registran en las lesiones comunes (38%), extorsión (9%), hurto de vehículos (49%), secuestro (20%) y piratería terrestre (21%).

De la misma manera que ha caído el crimen han incrementado los operativos, las incautaciones y capturas en todo el territorio. Según el mismo balance, las capturas en flagrancia aumentaron en un 27% y aquellas realizadas con orden de captura en un 35%. Cinco integrantes de bandas criminales fueron capturados (3 más que el año anterior) así como cuarenta guerrilleros.

Poco a poco están quedando atrás los días en que un bogotano no se atrevía a viajar a municipios como Pandi, Viotá o Choachí, por el miedo a ser secuestrado o caer en un retén de alguno de los 16 frentes guerrilleros o grupos paramilitares que operaban en la zona, por allá cuando las Farc achicaban el cerco a Bogotá planteado desde su conferencia de 1982, y que llegó a cerrarse con tal proximidad a la capital, que hasta en municipios como Guasca o La Calera se sentía su presencia.

La mejoría de la situación en los últimos años le ha dado pie al gobernador de Cundinamarca, Álvaro Cruz, a proponerse que el departamento sea el primero en el país en vivir plenamente una situación de postconflicto.

Según el gobernador, “Cundinamarca ya está lista para entrar a una fase de justicia transicional con un amplio énfasis en la restitución de tierras, el retorno de las familias a las veredas, y procesos de reconciliación”.

De hecho ya comenzaron en los municipios de Viotá y La Palma, fuertemente asolados por la guerra de finales de noventa, procesos de retorno y dinámicas de reconciliación, a través del fomento de granjas agrícolas y procesos de socialización.

Pero mientras la Policía y el Ejército trabajan en planes como “Escudo y espada”, que busca mantener a raya a la guerrilla y golpearla en municipios fronterizos, en muchos municipios de Cundinamarca comienzan a extenderse nuevas amenazas.

“El microtráfico se ha venido extendiendo por el departamento como una mancha de aceite”, asegura el gobernador Cruz.

Según el general Mesa, el asunto se ha vuelto especialmente crítico en los municipios de Facatativá, Soacha, Fusagasugá y Zipaquirá.

“A estos municipios hay que dejar de considerarlos como pueblos y comenzar a reconocer que son ciudades emergentes”, aseguran fuentes de inteligencia consultadas por este diario, las cuales han seguido de cerca la evolución de estas redes .

Según una de ellas, las organizaciones de microtráfico no están directamente vinculadas con bandas criminales y organizaciones de narcotráfico. Se trata, en cambio, de pequeños grupos con nexos con los distribuidores en Bogotá, en ollas como el Bronx, que compran bazuco y marihuana para luego distribuirlas en las nuevas ollas de los municipios.

“En las incautaciones que hemos realizado encontramos bazuco y cocaína rendida hasta seis veces”, aseguran los investigadores. Entre las sustancias con las que está siendo “rendida” la droga se encuentran la harina, el polvo de ladrillo, el cemento y la soda cáustica.

Tan preocupante como la proliferación de pequeñas bandas de microtráfico es el porte de armas blancas, aseguran las autoridades.

Según cifras de la Policía, el año pasado fueron incautadas 106.000 armas blancas; un 44% más que en 2011. “Por cuenta de los amplios controles de armas de fuego, la comunidad se está armando con cuchillos”, asegura el gobernador Álvaro Cruz, quien añade que es necesario “endurecer los controles penales contra el porte de este tipo de armas”.

El otro campo en el que el departamento no avanza como debería es el del nivel de accidentalidad en las vías.

La gobernación se había planteado reducir los accidentes en un 20% pero el cierre del año dejó este indicador en un 6%.

Entre los accidentes más sonados en los últimos tiempos se encuentra el de la vía Bogotá-Girardot, a mediados de diciembre, que dejó un saldo de 27 muertos cuando un bus de transporte turístico rodó por un barranco.

“Es necesario aumentar los controles de velocidad y consumo de alcohol, así como la señalización”, asegura Cruz. Hechos que, según el general Mesa, no pueden lograrse sin la acción concertada con el gobierno nacional.

De acuerdo con el general, las vías más críticas del departamento son Bogotá-Fusagasugá, desde Soacha; Facatativá-Madrid, y el tramo de la autopista norte entre Tocancipá y Tunja.

Así las cosas, 2012 llega con grandes retos para las autoridades cundinamarquesas. Por un lado, deberá seguir manteniendo a raya a la guerrilla y desarticular sus redes de apoyo, mientras que en su interior las pequeñas bandas en las ciudades emergentes y la alta accidentalidad en las carreteras, continúan amenazando la vida de los ciudadanos.

Por Juan Camilo Maldonado T.

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