Mama Dominga, saberes heredados y aprendidos

Desde hace 19 años el pueblo misak ha trabajado en el fortalecimiento de una IPS-I que conserve sus prácticas tradicionales en salud y a la vez se fortalezca con la sabiduría occidental.

Mónica Rivera Rueda
23 de marzo de 2017 - 11:10 p. m.
Mama Dominga, saberes heredados y aprendidos

El mundo, desde la cosmología misak, está regido por un único dios, Pishimisak, una dualidad entre hombre y mujer que mantiene todas las fuerzas del mundo. Su lado femenino es denominado Mama Dominga y es la que se encarga, ente otras cosas, de dar a través de los sueños a cada uno de los indígenas misaks o guambianos el don para hacer diferentes oficios, en este caso el de la sabiduría de la medicina tradicional y ancestral.

Al igual que muchos otros pueblos indígenas en el país, los misaks basan sus prácticas medicinales en sus creencias ancestrales, por lo que en muchas ocasiones sus costumbres se ven contrariadas por las que desarrolla el modelo de salud occidental. Por ejemplo, para el guambiano, como para los pueblos nasa e inga, es importante, tras un parto, enterrar las placentas de los bebés (el misak lo hace en la cocina, bajo el fogón o nachak, la parte más importante de la casa) con un fin específico: devolverle a la tierra lo que les ha dado y a la vez darle al niño un carácter y un sentido de pertenencia al territorio donde viven.

En el caso de los guambianos, un grupo indígena asentado en Cauca, específicamente en los municipios de Silvia, Piendamó y Morales, donde se encuentra el 90 % de su población, las costumbres ancestrales se fueron perdiendo y la falta de parteras y médicos tradicionales los llevó a buscar atención médica occidental, pero ellos mismos sentían discriminación al ir a un hospital, “desde el portero, al ver nuestra vestimenta, decía que llevábamos cosas raras y desde ahí se ponía la primera barrera”, asegura Lady Hurtado, médica cirujana misak.

Además había incredulidad por este tipo de atención. “Sí había promotores o agentes de salud que iban hasta las veredas, pero nuestros indígenas no dejaban que los atendieran porque creían que iban a hablar de cosas que nosotros habitualmente no vivimos”, complementa Hurtado.

Por lo que en los años 80, tras la recuperación de gran parte de su territorio, el pueblo indígena, que según el DANE conforman 21.085 personas, comenzó la construcción, en la vereda de Las Delicias, en el corregimiento de Guambia (Silvia), del Hospital de Mama Dominga, una Institución Prestadora de Salud Indígena (IPS-I), que buscaba rescatar sus saberes, pero además fortalecerlos con otros para crear un sistema propio médico.

Este proceso comenzó mucho antes con otros antecedentes culturales. Los guambianos se han encargado de rescatar varias de sus costumbres ancestrales, como el uso de trajes típicos, sombreros tejidos que dan idea de quién es la persona que lo porta y pequeñas ruanas azules que son símbolo de resistencia. El hospital misak también lo es. Hoy cuenta con tres sedes, la principal en Las Delicias, donde hay servicio de hospitalización, pediatría y odontología; una subsede en la zona urbana de Piendamó y un centro totalmente tradicional en la vereda de Sierra Morena, dentro del territorio guambiano, donde solo trabajan con plantas tradicionales.

Así mismo se encuentran la casa del Taita Payat –donde se explican sus tradiciones– y el treiya, una reciente construcción dedicada a las parteras y a los rituales que van desde el nacimiento a la primera menstruación y la pubertad, en los que se utilizan entre 20 y 30 plantas medicinales.

En los centros médicos se atiende a alrededor de 12.500 personas, no solo de su comunidad, sino además indígenas nasas y población campesina de la zona. “Defendemos nuestros saberes y reconocemos que debemos complementarlos con los occidentales, porque hay enfermedades que no podemos curar solos”, dijo Hurtado.

El proyecto comenzó en 2000 con un puesto de salud en el que las autoridades ancestrales comenzaron a capacitar a su personal propio, con el fin de rescatar las costumbres que se estaban perdiendo, por lo que se construyeron un jardín botánico y una casa medicinal donde estaban los médicos tradicionales, no solo para atender, sino además para capacitar. Luego tuvieron el apoyo de la Universidad del Cauca, que hizo un convenio para enviar a sus pasantes al centro médico y capacitó a indígenas para conservar sus costumbres.

Al crecer la idea de fortalecer su medicina ancestral, se fortalecieron las sedes en Piendamó y Sierra Morena, en donde la atención médica es totalmente arraigada a su sabiduría, pero además buscaron el aval de la Secretaría de Salud del departamento, por lo que debieron replantear algunas de sus costumbres al modelo de salud occidental. Allí comenzaron “los choques y dificultades, que hemos ido superando y aprendiendo para hacer esa interrelación”, asegura Hurtado.

Y es debido a que muchos temas aún son difíciles de tratar dentro de la comunidad, como es el caso de la planificación familiar, vacunaciones y todos los tratamientos que sean invasivos u obliguen al indígena a salir de su territorio. Pero según Hurtado, “poco a poco hemos ido implementando cada método de acuerdo con nuestra forma de vida, lo replanteamos para que funcione y no lo implementamos tal cual como viene de las políticas públicas, siempre tratamos de adaptarlo”.

Ahora su propósito es poder diseñar un sistema de salud propio, basado en sus bases tradicionales. Ya cuentan con un programa de alimentación misak y un autodiagnóstico comunitario. La experiencia en definitiva va más allá de la conservación de sus costumbres, los guambianos o misaks tienen claro que quieren complementar sus saberes ancestrales y mejorar su calidad de vida, pero bajo la premisa de conservar sus valores culturales, esos que heredan de Mama Dominga.

Por Mónica Rivera Rueda

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