Publicidad

En La Mesa ruegan para que llueva

Si no llueve en septiembre, el municipio tendrá que activar la alerta roja, ya que el desabastecimiento hídrico podría superar el 80%.

Susana Noguera Montoya
14 de agosto de 2015 - 03:41 a. m.

Lucrecia Cárdenas cumplirá dos meses sin que llegue agua a su casa. Antes, al menos, tenía el servicio dos o tres días por semana, en los que aprovechaba para almacenar el líquido en pimpinas. Pero una mañana el agua se fue y no ha vuelto. La sequía, que tiene a La Mesa (Cundinamarca) en alerta amarilla, no permite que el acueducto tenga la suficiente presión para que el agua suba hasta su vivienda, en el barrio Toledo.

Los primeros días tuvo que ir a donde un primo a bañarse y recoger agua para llevar a su casa. Hace menos de un mes la empresa Aguas Tequendama les dio una solución temporal: en la esquina de su cuadra instaló un tanque comunitario, de donde ella y sus vecinos se surten. Sin embargo, deben sacarle los bichos y la suciedad que se acumulan, porque el recipiente no tiene tapa.

Dice que cuida el agua como oro, porque le da miedo quedarse sin ella. “Sólo lavamos una vez cada 15 días, y la que usamos en la lavadora la guardamos para los baños. Nos duchamos con vasija y guardo agua potable en botellas en la nevera para tomar y cocinar”, dice Lucrecia. Esta es la realidad que hoy soportan algunos habitantes de La Mesa, quienes, incluso en época de lluvias, apenas cuentan con el 50% del servicio que necesitan.

“El municipio requiere un caudal de 82 litros por segundo (para tener agua todos los días). En invierno tenemos apenas 45 litros y en verano 18. Esto significa un desabastecimiento cercano al 50% en época de lluvias y del 80% en verano”, dice Sergio Fonseca, gerente de Aguas Tequendama.

Para mitigar la sequía, la empresa cuenta con tres carrotanques que hacen recorridos puerta a puerta entregando el líquido a las personas que llamen a pedirla. El departamento de quejas y reclamos de la empresa tiene una base de datos donde anota a todas las personas que necesitan agua y las incluye en una lista de espera. Según Fonseca, se les da prioridad al hospital, el colegio departamental, la cárcel, la clínica, el matadero y los usuarios que están en la periferia. Pero para algunos de ellos este orden de prioridades no se cumple.

Jorge Enrique Amaya, joyero del municipio, dice que él no sufre tanto por la falta de agua, pero que algunos de sus vecinos no tienen la misma fortuna. “A mí me llega por la noche y lleno mis tanques. Cuando me falta, llamo a Aguas Tequendama y me traen, pero a doña Blanca, mi vecina, no le traían. Finalmente le tocó hablar con un concejal amigo de ella para que la ayudara”, relata.

Anceno Serrato, además de quejarse por la falta de líquido, lo hace por la manera como se distribuye el agua. “A mí sí se me hace raro. ¿Por qué esos edificios tan grandes sí tienen agua y nosotros no? A uno le toca ir a pelear para que lo metan en la base de datos y esperar a que manden el carro”.

La empresa prestadora del servicio dice que hace todo lo posible, pero la situación se le está volviendo difícil de manejar. Por un lado, porque el agua que distribuye en carrotanque no se contabiliza y nadie paga por ella, y por el otro, por el panorama que le tocará enfrentar los próximos meses. “Lo que hemos revisado en los pronósticos del Ideam es que el verano seguirá hasta finales de agosto. Sin embargo, hay otros pronósticos que indican que podría ir hasta octubre. Esa sería una situación insostenible para la empresa”, dice Fonseca.

Ese sentimiento de fatiga por la situación, que se repite cada año, parece ser compartido por muchos habitantes del municipio. “Aquí todos los alcaldes nos prometen el acueducto. Nos dicen que ahora sí, que ya es un hecho, que vamos a tener agua. Pero ese día nunca llega”, dice Serrato, quien se refiere al acueducto regional Bojacá-La Mesa-Anapoima que la Gobernación prometió hace nueve años. “Era la esperanza de tener un suministro continuo, pero el proyecto aún no lo termina”, agrega.

En 2006 el entonces gobernador de Cundinamarca, Pablo Ardila, puso en marcha el proyecto de 53 kilómetros de tuberías con un costo de casi $50.000 millones. La idea era inaugurarlo en 2011, pero tanto los contratos como las interventorías fueron adjudicados al grupo empresarial de los Nule y sus secuaces. Los empresarios, hoy condenados por la justicia, no sólo se encargaron de desviar gran parte de los recursos asignados al proyecto, sino que lo poco que construyeron lo hicieron con materiales defectuosos y problemas estructurales.

Hoy, el nuevo proyecto de rehabilitación ya fue declarado viable por el Ministerio de Vivienda. La contratación está en cabeza de la Financiera del Desarrollo, Findeter. Su tarea será elegir la empresa que construya el acueducto regional, que costará $22.000 millones, de los cuales $15.000 millones los aportará la Nación y los otros $7.000 millones el departamento. Aunque a doña Lucrecia Cárdenas no le caben estas cifras en la cabeza, espera que sea cierto y que a finales de 2016 pueda tener agua para bañarse y cocinar.

Por ahora, a La Mesa no le queda otra alternativa que esperar. Esperar que llueva en septiembre, octubre y noviembre para que los acuíferos de la quebrada La Honda, en el municipio de Tena, se abastezcan. Esperar que la sequía que el Ideam pronostica hasta noviembre no sea tan severa. Y esperar que ningún otro “manilargo” les robe la esperanza de tener agua. “Si no hay lluvias para octubre, la fuente de agua se podría secar y tendríamos que activar la alerta roja. Esperamos no llegar a ese punto”, concluye Sergio Fonseca.

Por Susana Noguera Montoya

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar