Opinión: ¡El coronavirus no sirve!, por Fernando Vallejo                                                             

En su "duodécima crónica coronavírica", el escritor dice que el COVID19 le salió como "otro SARS, otro MERS, otro ébola. Eres perro ladrador, no eres perro mordedor".

Fernando Vallejo * / Exclusivo para El Espectador
21 de abril de 2020 - 03:44 p. m.
El escritor colombiano Fernando Vallejo cuando donó los 150 mil dólares de su Premio FIL Literatura en Lenguas Romances a dos asociaciones defensoras de animales de México. / AFP
El escritor colombiano Fernando Vallejo cuando donó los 150 mil dólares de su Premio FIL Literatura en Lenguas Romances a dos asociaciones defensoras de animales de México. / AFP

Miserable coronavirus, no fuiste capaz de llevarte a Boris Johnson. Y yo que te pensaba encargar a Francisco... No vas a matar ni a 500 mil, me has desilusionado. Me saliste otro SARS, otro MERS, otro ébola. Eres perro ladrador, no eres perro mordedor. Y el mundo con siete mil ochocientos millones, ¡qué desilusión! Por tu culpa, por no haberle quitado a este desventurado planeta que gira y gira en la comba altura tan siquiera mil millones, dos mil millones, tres mil millones de su carga demográfica, digamos siete mil setecientos millones y medio para que tan solo quedaran millón y medio pero bien espaciados, vendrá la guerra nuclear, el fin de todas las cosas. Has podido pararla y no has querido. Ten más bondad con el hombre, con esta pobre humanidad agobiada. Nunca he creído en Dios y ahora no creo en ti. Me has dejado vacío, huero, como teta de hombre sin leche, como un estúpido balón lleno de aire. (Lea otra columna de Fernando Vallejo: La histeria del coronavirus).

Ayer en el pueblito antioqueño de Támesis donde tenemos una finca hermosa, La Cascada, con una cascada de seis caídas, tres más que las de Cristo, fue mi hermana Gloria a la funeraria ("Funeraria Jardines del Renacer") a pagar la cuota mensual de su entierro pues aunque ella vive en finca de rico, como las fincas en Colombia no producen nada y ella está un poco pobre (o mejor dicho un mucho), ha tenido que espaciar su entierro en mensualidades. "¡Qué tal, doña Glorita", la saludó Luz Dary, la empleada que siempre la atiende, no bien la vio llegar, pero retrocediéndose de espaldas más de un metro con su tapabocas, no la fuera "doña Glorita" a contagiar. "No pude venir a pagar mi cuota hace una semana por la cuarentena, y traté por internet pero todos los sistemas estaban caídos", le contestó Gloria a través de su correspondiente tapabocas, sin que la otra le entendiera casi nada, porque los tapabocas para el diálogo no nacieron. No importa. Con buena voluntad y repitiendo la gente se entiende. "No se preocupe, doña Glorita, que para usted no hay recargo". ¡Qué recargo va a haber, si Gloria se va a morir dentro de treinta o cuarenta años durante los cuales les va a seguir pagando esta pendeja cuotas mensuales a esos atracadores! "¿Y cómo está el pueblo, que por la cuarentena no me han dejado entrar últimamente?" "Medio muerto, doña Glorita". "¿Y el negocio?" "Prácticamente muerto. Desde que llegó el coronavirus en Támesis no se muere nadie".

¡Miserable coronavirus, estás matando las empresas de Colombia pero dejando viva a la gente! Me enteré de que también se te fue de las manos el príncipe Carlos. Por lo menos llevate a la reina, ese mamarracho eterno. La realeza inglesa es más parasitaria y zángana que el Congreso de Colombia. También llevátelo. Y te doy vía libre de llevarte, en un vértigo loco, a la Corte Suprema (preguntá por "el cartel de la toga"), las Aduanas de Colombia (preguntá por "el cartel del Lamborghini"), la Corte Constitucional, el Consejo de Estado, las Asambleas y los Concejos, los Juzgados y los Tribunales y todo el Poder Legislativo junto con el Judicial. A mí me dejás en el Ejecutivo con los generales, que yo con ellos en un par patadas arreglo este negocio. Montamos el fusiladero de una cuadra, y el enterradero de 50 metros de ancho por 10 kilómetros de largo en una zanja larga, larga, larga. Y listo el pollo. Empezaremos por los expresidentes. ¡O qué! ¿Te me vas a adelantar? ¿Se te antojan esos? Tenés semáforo en verde.

Antes Támesis vivía dejado de la mano de Dios. Hoy vive dejado de la tuya, olvidadizo, descuidado, indolente. Ocupate del pueblo de mi papá que lo llevó al Senado. También las funerarias tienen que vivir. Como nuestros gallinazos, ellas también están haciendo patria.

Somos casi ocho mil millones. ¡Qué le van a quitar a semejante cifra unos escasos 500 mil! Eso mata cualquier gripa estacionaria cada año. Mata mucho viejo que ya casi se iba a morir. Le faltaba un empujoncito de un virusito. Hacete ver, coronavirus, que te respeten. Deciles como Samper: "Aquí llegué y aquí me quedo". Nadie te está echando de todos modos, yo no porque soy bueno. Te di mi amor y me traicionaste.

Colombianos: el COVID no sirve para nada. No le teman, no le crean, aprendan de mí que soy verraco. Móntense en el Metro de Medellín y que les tosan cerca, pero sin tapabocas. Al que le caiga una gotica de la tosidura o tosida, queda vacunado. Va a producir anticuerpos que lo defenderán hasta de misiá hijueputa hasta la muerte. ¿En un país tan lleno de asesinos y con miedo?

A ustedes los han engañado siempre. Yo nunca. Siempre digo la verdad. Y las que parecen mentiras mías se volverán verdades eternas.

Coranovirus inocentón, me has desilusionado más que los muchachos.

* Autor de La tautología darwinista y otros ensayos de biología, obra publicada por la UNAM de México y el sello Taurus de España.

* Estamos cubriendo de manera responsable esta pandemia, parte de eso es dejar sin restricción todos los contenidos sobre el tema que puedes consultar en el especial sobre Coronavirus.

Por Fernando Vallejo * / Exclusivo para El Espectador

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