Por un puente diplomático

Renson Said
16 de marzo de 2020 - 07:45 p. m.

Con el tema del coronavirus hay una solidaridad mal entendida. Se nos ha dicho que no hay que pensar en uno mismo, sino en los demás. O sea, evite ir a reuniones y sitios públicos porque usted puede llevar el virus a su casa o contagiar ancianos y niños. El presidente Duque cierra la frontera con Venezuela y muchos aplauden esta medida solidaria: ya era hora que se amarrara los pantalones y pensara en los cucuteños que viven expuestos a lo que sea que traigan las oleadas migratorias. No es así, señores. Hay una solidaridad (y permítanme la contradicción) individual y otra colectiva.

Vivir en Cúcuta es muy distinto a vivir en cualquier otra ciudad de Colombia porque si todos padecemos el drama diario de un país violento, aquí padecemos el drama doble de ser zona de frontera. No somos de Colombia ni de Venezuela: somos gente de frontera. Y eso tiene unas implicaciones profundas que pasan por la cultura y los modos de actuar y de pensar. De manera pues que la decisión unilateral del cerrar la frontera para frenar el coronavirus me parece desacertada e inhumana.

Cúcuta le debe a Venezuela casi todo: la economía, la música, la gastronomía, los modos del habla, en fin. Son nuestros hermanos de siempre. Lo que debió hacerse en este caso lo propuso Maduro: armar un frente común entre las dos cancillerías, dejar a un lado las diferencias y trabajar por la gente. Hay unos derechos humanos universales que deben estar por encima de las diferencias políticas.

Dice Maduro: "nuestro canciller ha estado llamando al canciller colombiano y no contesta la llamada; el ministro de Salud de Venezuela ha estado llamando al ministro de Salud en Colombia y no contesta la llamada; el ministro de Defensa ha llamado al ministro de Defensa (de Colombia) y no contestan la llamada".

El ala más radical del Centro Democrático argumenta que hablar con Venezuela en estos momentos de pandemia es fortalecer el comunismo y permitir la entrada de esa ideología a Colombia. Como ven, la estupidez humana suele ser peor que cualquier pandemia.

En este caso Nicolás Maduro demostró ser más maduro que Duque. El diálogo negado con Colombia fue, en cambio, fluido con el Brasil de Bolsonaro, lo que demuestra el extremismo ideológico del partido de gobierno.

Decía la semana pasada que un problema del presidente Duque es que no conoce las regiones. Cerrar la frontera agrava el problema porque hay más de 50 pasos ilegales (solo en Cúcuta) que la gente usa para ir y venir pagando solo 35 mil pesos. De Cúcuta a Venezuela cobran el dinero las bandas delincuenciales, y de Venezuela a Cúcuta cobra la guardia venezolana. Y todo el mundo circula de manera ilegal. De esta forma se han alimentado por décadas los cucuteños: la harina P.A.N., el aceite de oliva, la mantequilla, los diablitos underwood, las galletas, las arepas rellenas, etc.

La semana pasada el gobierno colombiano ordenó la instalación de lavamanos en la frontera para contener la expansión del Covid19. Hoy la frontera está cerrada. ¿Qué pasó con los lavamanos? Tenemos un presidente que no sabe lo que hace y hace lo que no sabe y por eso todo le sale mal.

Colombia y Venezuela deben trabajar de la mano para fortalecer el sistema de salud que permita atender a los enfermos. No podemos dejar que la gente muera en la frontera por falta de atención. Así como en el aborto ilegal mueren miles de mujeres, el cruce por las trochas (en busca de una medicina) agrava la situación porque tiene además el componente de las bandas que extorsionan y operan a sus anchas.

Tenemos un puente internacional por donde circulan a diario más de 35 mil personas, pero lo que necesitamos con urgencia es un puente diplomático que nos salve de la mezquindad de gobiernos inmaduros.

 

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