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Protegen santuario del yagé

Ubicado entre Putumayo y Nariño, cuenta con 10 mil kilómetros en los que se dan algunas de las especies más importantes de la medicina tradicional indígena.

Redacción Vivir
12 de junio de 2008 - 09:56 p. m.

 

En octubre del año pasado falleció en el Resguardo Kofán de Yarinal, Putumayo, el taita Fernando Mendúa. Dicen que rondaba los 120 años. Que era fuerte como un roble. Si no eran tantos años, eran suficientes para haberse convertido en uno de los taitas más diestros en los secretos del yagé y las demás plantas medicinales de los pueblos indígenas. Su fama se escapó de los confines de la selva y se extendió por todo el país.

Por esto su fotografía no podía estar ausente en el acto de declaración de la primera y única área en el mundo creada para conservar las plantas que hacen parte del inventario de la medicina tradicional indígena. Más de 25 miembros de la familia de los kofanes, abuelos, abuelas, adolescentes y niños, en compañía del ministro del Medio Ambiente, Juan Lozano, y la directora de Parques Naturales Nacionales, Julia Miranda, participaron en la declaración de cerca de 10.000 hectáreas como “Santuario de flora: plantas medicinales Orito Ingi Ande”.

“Con esta declaratoria nos están dando un día de vida más para nuestros abuelos”, fueron las palabras de uno de los líderes kofanes que asistió al acontecimiento,  ayer  jueves en el Museo Nacional y que se desarrolló en medio de danzas rituales, chicha y cánticos.

Ubicado en el suroccidente del país, en los departamentos de Putumayo (municipio de Orito) y Nariño (municipios de Funes y Pasto), sobre el flanco sur del cerro de Patascoy en el denominado piedemonte andino-amazónico, el Santuario es una de las principales despensas de plantas tan esenciales para la farmacología indígena como el yagé y el yoco.

El yagé (Banisteriopsis caapi) es la planta sagrada de las culturas amazónicas. Sus propiedades medicinales comienzan a ser estudiadas por la ciencia moderna. Para investigadores como Germán Zuluaga, de la Universidad del Rosario, puede ser la clave para el tratamiento de algunas enfermedades crónicas.

El yoco, denominado también como “la savia de la selva”, es otra de las plantas principales del parque natural. La consideran un estimulante y purgante.

Julia Miranda, directora de Parques Nacionales Naturales, insistió en el riesgo de extinción del yoco y otras plantas medicinales: “cada vez es más reducida la posibilidad de contar con áreas naturales que permitan a los pueblos indígenas


desarrollar sus tradiciones. La efectividad curativa de las plantas medicinales depende de que éstas sean recolectadas directamente del medio natural”.

La declaratoria ha sido un esfuerzo entre el Ministerio de Ambiente y Parques Nacionales, financiado por la Embajada de Holanda, la Fundación Gordon and Betty Moore y Amazon Conservation Team.

Testimonio de un médico indígena

La Organización Nacional Indígena de Colombia, en homenaje al taita Fernando Mendúa, publicó este testimonio días después de su fallecimiento en 2007.

“Yo sé de curación, aprendí curaca por que nací con signo… mis abuelos antes saben mucho de yagé y el espíritu de ellos me cuidó y amamantó para que no me muera. Es que mis papás no me querían, me dejaron y se fueron a andar y ¡Mañana vengo, pasado mañana!, y se demoraron hasta que nunca volvieron y yo ¡Solito, solito!, en la selva vivía que casi no podía hablar. Pero un día un tigre vino como gente… se veía venir como tigre pero en la casa se miraba persona y muchos tiempos vivía ahí conmigo como mi mamá y me amamantaba y traía comida hasta que ya crecí más grandecito y entonces mi hermano me acabó de criar.

Y allá taita Ligorio, un curaca antiguo, en toma de Yagé, miró que yo iba a ser persona sabia y hizo a mi tomar mucho, mucho desde pequeño como remedio hasta enseñar muchas cosas, y ya como a los 14 años me cerré para la toma del estudio y tomaba un día sí, otro no, o seguido tres y por eso me pasaba solamente en la casa del yagé cocinando pa’volver a tomar; entonces así yo aprendí a curar y ya como de treinta a trabajar. El contó a mí que el yagé se toma hasta morir, hasta privar cuerpo, que tiene que quedar como muerto sin pensar, como en otro mundo porque espíritu de uno se va y deja vida por días… pero es que se va pa’hablar con otros espíritus pa’aprender por diez años, él no dejó a mí comer carne de sábalo, bagre, bocachico o animales con cría como danta, cerrillo. Ahora no han de querer ser curacas estos muchachos…. Mucho trabajo”.

Por Redacción Vivir

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