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¿Quién mató y por qué a José Cardona Hoyos?

En el aniversario 30 del asesinato del dirigente del Partido Comunista que cuestionó la “combinación de todas las formas de lucha”, sus familiares y amigos siguen esperando una respuesta de la guerrilla.

Diego Arias / Especial para El Espectador
08 de mayo de 2016 - 02:00 a. m.
José Cardona Jiménez, hijo del dirigente asesinado, leyendo las obras de su padre.
José Cardona Jiménez, hijo del dirigente asesinado, leyendo las obras de su padre.

José Cardona Jiménez era apenas un joven de 22 años cuando asesinaron a su padre, José Cardona Hoyos, destacado abogado y dirigente político del Partido Comunista Colombiano (PCC), asesinado en Cali por pistoleros en moto una noche del 8 de mayo de 1986. 

Al tiempo con múltiples ocupaciones ha mantenido un esfuerzo incesante para que se aclare la muerte de su padre. Sin dudarlo, señala a las Farc como los responsables materiales. “Mi padre” dice “creía firmemente que el lugar de la guerrilla era en la legalidad y sin armas”.

En qué momento la crítica a la “combinación de todas las formas de lucha” se vuelve tan fundamental en la acción política de José Cardona Hoyos?

Desde 1977 hasta su expulsión del Partido Comunista, en 1983, mi padre dio este debate. Para entonces existían luchas internas promovidas por un sector de la dirigencia del Partido Comunista que propugnaba porque no sólo se combinaran todas las formas de lucha, sino que incluso se considerara como forma principal la acción armada guerrillera. Estas diferencias se agravan particularmente después del XIII Congreso del Partido Comunista, cuando en el Comité Ejecutivo Central comenzaron a predominar grupos de izquierda extrema.

Según sus múltiples averiguaciones, ¿cómo, en su momento, se tramitó este asunto en el interior de la dirigencia del PCC?

De la peor manera. Mi padre y algunos otros dirigentes creían que incluso en una época como la del Estado de Sitio y el Estatuto de Seguridad, en tiempos del presidente Turbay Ayala, lo que había que profundizar era la lucha democrática y ya en tiempos de Belisario Betancur exigía el ingreso de la guerrilla a la legalidad. Pero por esto fue estigmatizado, perseguido y catalogado de “traidor” y “revisionista”, entre otras personas por Teófilo Forero y Manuel Cepeda Vargas.

En un contexto en que también existía la “guerra sucia”, ¿qué le hace pensar que los responsables materiales fueron las Farc?

Mi padre, ya expulsado del PCC, publicó, por su cuenta y riesgo, la obra Ruptura: una camarilla corroe al Partido Comunista y tan sólo dos días después de haber puesto en venta el libro en la Librería Nacional lo mataron. Una semana después mi madre recibió la visita de Héctor Herrera y Alberto López, dos compañeros de mi padre en la Dirección Regional del Partido para contarle que el asesinato fue una decisión votada por el secretariado de las Farc, instigada por miembros del Comité Central del Partido Comunista e impulsada por Jacobo Arenas, pero con la única excepción de Manuel Marulanda. La acción la ejecutó el Sexto Frente. Pero hay además muchos otros indicios y testimonios que espero el país pueda conocer en el marco de la “Comisión de la Verdad”.

¿Por qué desvirtúa que el asesinato de su padre haya podido ser del grupo Ricardo Franco, disidente de las Farc?

El frente urbano “Ricardo Franco” venía de protagonizar una purga interna que los desarticuló luego de la masacre de Tacueyó en 1985. El Ricardo Franco acusó de traición en sus manifiestos al Ejecutivo Central del Partido Comunista y al Estado Mayor de las Farc de manera que ese grupo estaba en guerra era con ellos y hacía más de 3 años que mi padre ya había sido expulsado del partido. Espero que por este camino las Farc no evadan su responsabilidad…

En su búsqueda ha podido hablar con antiguos compañeros de causa política de su padre… ¿qué le han dicho?

Muchos militantes, que en otro momento se plegaron a las directrices del Comité Central, con el asesinato de mi padre dieron un paso al costado al considerar el crimen un acto cobarde contra alguien que expuso sus ideas limpiamente. Otros como Nicolás Buenaventura reconocieron abiertamente el crimen no como un craso error, sino una gran infamia y otros expresaron su rechazo, pero prefirieron hacerlo en voz baja y abandonar el debate por los riesgos que implicaba. Y espero que en esta coyuntura salgan a la luz pública como un deber histórico y un acto de coherencia política y moral.

Usted envió una carta al equipo negociador de las Farc en La Habana. ¿Qué le han respondido?

De manera oficial no han respondido absolutamente nada. Les escribí directamente hace cerca de un año luego de intentar en vano ser escuchado en las “Audiencias de Víctimas” que se hicieron. Estoy seguro de que han recibido la carta, pero hasta hoy no se han pronunciado al respecto.

¿Espera que este sea uno de los hechos que aclare una futura Comisión de la Verdad y sea considerado en el Tribunal de Justicia Transicional?

Espero que así sea. Es lo justo para un hombre que con su ideario pacifista supo brillar en vida.

Para la historia, ¿cuál es el legado de José Cardona Hoyos que debe quedar registrado?

Como un humanista y un demócrata íntegro. Un colombiano que sacrificó todo, hasta su vida por la paz de Colombia. Un visionario que previó el desangre si no se adoptaba una posición congruente con la mayoría de los colombianos que reclaman cambios profundos, pero de forma no violenta, y visionario también porque estaba convencido de que el lugar de la guerrilla era en la legalidad y sin armas.

Por Diego Arias / Especial para El Espectador

 

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