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Salgar, semilla del uribismo, vive ahora su mayor tragedia

Salgar, Antioquia, tierra del bisabuelo, el abuelo y la madre del exjefe de Estado, Álvaro Uribe. (Artículo publicado el 4 de diciembre de 2005).

Juan David Laverde Palma
22 de mayo de 2015 - 03:39 p. m.
Álvaro Uribe mostró desde muy pequeño su afición por los caballos. En la foto tiene 4 años.
Álvaro Uribe mostró desde muy pequeño su afición por los caballos. En la foto tiene 4 años.

Dicen en Salgar (Antioquia) que el uribismo llegó al pueblo hace más de 90 años, el día en que fue asesinado a hachazos el general Rafael Uribe Uribe en Bogotá. Y que desde entonces, y acaso por esos inexplicables azares del destino, se acentuó por la prolífica descendencia que engendrarían don Eduardo Vélez Uribe y su esposa doña Laura Ochoa Restrepo (nacida también en Salgar), bisabuelos del hoy presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez. (Lea aquí el artículo)

Allí, en el santuario del uribismo, la mayoría de sus gentes olvida con facilidad el título presidencial y las reverencias propias de sus credenciales, y se refieren al Primer Mandatario simplemente como Álvaro. O Alvarito, porque las matronas salgareñas se acostumbraron al diminutivo cuando de recordarle se trata.No podía ser de otra manera. “Es que uno en la casa le dice a la familia por su nombre”, explican categóricamente sus habitantes, “y Uribe es de esta tierra. Qué vamos a andar diciéndole presidente, si lo vimos correteando por estas calles empedradas de muchacho...”.

Aunque el presidente Uribe no nació en Salgar, sino en Medellín, su familia materna sí proviene de “este territorio de palmas y tamarindos”, como la llamaron los primeros colonizadores a principios del siglo XIX. Su bisabuela, doña Laura Ochoa; su abuelo, don Martín Emilio Vélez, y su madre, doña Laura Vélez, crecieron en este tradicional municipio cafetero enquistado en las montañas del suroeste antioqueño y fundado en 1880.

De hecho, la familia Uribe Vélez regresó pocos meses después del parto de su primogénito a su hacienda “La Pradera”, en Salgar. En aquella época, doña Laura Vélez era una política destacada y había logrado un escaño histórico en el Concejo del municipio. Hasta los siete años, el hoy presidente Álvaro Uribe se crió entre caballos, vacas, perros y marranos. “Él tiene magister de mayoral”, dice a carcajadas su primo César Posada Vélez, quien aún vive en Salgar.

“Es que él aprendió primero a cabalgar que a caminar”, sentencia pausadamente mientras contempla una foto suya a los cuatro años, montado en un caballo, doña María Vásquez de Cadavid, una venerable mujer de cabellos blancos y de una memoria exacta que asombra y que no parece menguada, pese a sus 88 años. Ella ayudó en su crianza. “Yo lo vi levantar. Era muy querido, no daba lidia. Claro que ha cambiado —confiesa desparpajada—, porque ahora muele al que sea a punta de cantaleta... Es que es muy machito”, dice, y se echa nuevamente en su silla a reír. Aunque a renglón seguido dice preocupada que “está como ‘cariacabado’. Pero qué va, la guerrilla no va a poder con mi Alvarito”.

FERVOR URIBISTA

La devoción de los salgareños por Uribe y su Gobierno se atiza a diario después del sermón que desde el mismo púlpito de la Iglesia San Juan Evangelista les ofrece el párroco del pueblo Rodrigo Sánchez Ramírez. De hecho, fue el padre Sánchez quien le propuso al Concejo Municipal hace un par de años que la vía del costado oriental de la Iglesia fuera bautizada Avenida Presidencial Álvaro Uribe Vélez. Pero el fervor no termina allí. Hace dos meses, el gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria, entregó 76 viviendas construidas con recursos de la Nación y el departamento. El nombre de la urbanización, como era lógico, fue Álvaro Uribe.

A su vez, gracias a un programa adelantado por la primera dama, doña Lina Moreno, se inauguraron hace poco un hogar de paso y un jardín infantil en el municipio. Por supuesto, la contemplación uribista llegó al extremo de considerar el bautizo del lugar con el nombre del Presidente. Sin embargo, el mandatario les recomendó a los habitantes que lo llamaran con el nombre de la finca en la cual creció. “¿Por qué no le ponen —les dijo— Hogar Múltiple La Pradera?”. Y así fue. Pero eso no es todo. Actualmente cursa en el Concejo un proyecto de acuerdo que autoriza al Alcalde la compra de un terreno para construir un mirador que, coincidencialmente, también se llamaría Álvaro Uribe Vélez.

Según el concejal Jairo Maya Ochoa, el lugar sería ideal para desarrollar actividades recreativas en un sendero ecológico adecuado por la administración con el fin de promover el turismo en el municipio. El cuarto artículo del mencionado acuerdo dice textualmente: “Como homenaje merecido y exaltación de su labor presidencial y de los favores recibidos en su gestión en bien de la comunidad salgareña, y con el fin de hacer una distinción en vida, la comunidad decide darle el nombre de Ecoparque Álvaro Uribe”.

En el despacho del alcalde José Ignacio Ruiz está pegado un afiche gigante de Uribe Vélez y debajo de éste hay una repisa con un altar de la Virgen María, junto con dos veladoras para orar por el Primer Mandatario. “El suroeste antioqueño ha crecido por él”, dice Ruiz convencido. Además, agrega, el Gobierno le ha girado al municipio $20 mil millones para adelantar obras. La más importante, sin duda, fue la pavimentación de los 12 kilómetros de la carretera que comunica a Salgar con la vía principal que conecta a Bolombolo (Antioquia).

Poco les importan a los salgareños los estragos de la reforma laboral de 2002; o las tres reformas tributarias promovidas por el Ejecutivo para superar apremios fiscales; o los múltiples tropiezos del proceso de paz con las autodefensas. Tampoco les afecta su percepción del Presidente el que el subempleo llegara al 60% en esta administración; o que el último Informe de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas revelara que cerca de 4 millones de colombianos viven con menos de $2.300 el día. Las 17 mil almas salgareñas, salvo contadas excepciones, defienden su obra de gobierno. “Dejá esa criticadera —le dice con buen humor al reportero, Édison Vélez—. Álvaro lo está haciendo bien y lo va a hacer mejor otros cuatro años”.

Silvio Vélez Restrepo, amigo de la infancia del Primer Mandatario, va más allá. “Es que ni al Papa lo queremos tanto como a él. Y eso que este pueblo es más beato que cualquiera” (tan religioso, que las tiendas del pueblo mantienen sintonizada una emisora en la cual se transmiten los sermones curales). Pero la devoción parece tener su raíz en la imagen del mandatario más que en las propuestas y ejecuciones propias de su obra de Gobierno. La mayoría de las personas se limitan a decir “que es muy buen Presidente”, “el mejor de la historia”, que es “un papá para Salgar”, pero no argumentan sus querencias por el Jefe de Estado más allá de “¿y es que a usted no le parece que mejoró la seguridad en el país?”.

Y entonces se contentan con recordar que Uribe proviene de una acaudalada y prestante familia salgareña, que estudió sus primeros años en la Escuela Rural Integrada La Liboriana (hoy llamada Ciro Mendía), que fue en ese municipio de 418 kilómetros cuadrados donde pronunció sus primeras palabras y en el que aprendió a ensillar los caballos y las bestias. “¿Qué más razones quiere para que votemos por él?”, dice el concejal Jairo Maya Ochoa. Y agrega con estadística en mano: “Cómo será el apoyo a Uribe acá, que en la reciente consulta conservadora votaron 426 salgareños, y 412 de esos votos fueron por el sí de una coalición para respaldar las aspiraciones de Álvaro para su reelección”.

LA PRADERA

La finca donde creció el presidente Uribe está ubicada en la vereda La Liboriana, a unos ocho kilómetros del pueblo. Es una casona antigua que ya revela el desgaste natural de los años y que combina el color blanco de sus tapias con el rojo de sus puertas elevadas e inmensos ventanales. Algunos sectores de las cinco habitaciones que posee son intransitables y amenazan ruina. En el otrora cuarto del presidente Uribe duermen hoy las dos niñas mayores de Gloria Elsy Gaviria, la administradora del lugar, en dos camastros desvencijados, y en la decoración de la habitación sobresalen varios peluches colgados y una viga que amenaza con venirse abajo.

Donde quedaba la sala resaltan ahora dos cojines rosados descuerados, que dejan asomar la espuma; un chifonier con ropa apilada por todas partes, varios cuadros de Jesucristo y la Virgen María, una repisa para la Biblia (abierta en el salmo136) y una inscripción en su portón que reza: “Aquí somos católicos. Por favor, no insista”. Al parecer, la tradición religiosa aún se guarda en aquella casona. Costumbre que mucho tiempo antes habían profesado con una entrega total dos tías abuelas del presidente Uribe: las hermanas Enriqueta y Esperanza.

“La finca es amañadora. Ya llevamos tres años aquí. Y, lo más importante, tiene genes presidenciales. Quién quita —dice con una pronunciada sonrisa Gloria Elsy Gaviria— que algún hijo mío me salga Presidente”. No queda duda del uribismo empedernido del pueblo salgareño. Casi nadie se atreve a salirse de ese molde. Y los pocos habitantes que expresan sus reparos sobre Uribe y se muestran en desacuerdo con apoyar su campaña reeleccionista, piden que no los citen en el artículo. “Es que mi jefe es uribista”, dicen, “usted entenderá...”.

Curiosamente, en la casa de la familia García existe una diplomática controversia ideológica entre dos hermanas. Mientras Olga, ex concejal y ferviente seguidora de Uribe, dice que la reelección está de un cacho, su hermana Nelly, quien es educadora, dice que la popularidad del Presidente se debe a la manipulación de los medios y los grupos económicos. “Mire la Ley 100, el Tratado de Libre Comercio, todas las cosas en contra de los maestros. Uribe ha tenido una administración modesta. Tampoco es la gran cosa que nos quieren hacer ver”, advierte. “Pura carreta suya —repunta Olga—, a él lo adoran”.

Y esa veneración despunta en mujeres como doña María Vásquez. “Yo rezo por él todos los días. Cada vez que sale en televisión me siento a verlo. Y que nadie me hable mal de Alvarito, que él lo está haciendo bien. ¡Eh AveMaría!, si Dios quiere y me deja llegar hasta el otro año, yo le vuelvo a dar mi votico”. César Vélez, primo del Primer Mandatario, añade por su parte: “Este pueblo es uribista por punta y punta: por Uribe Uribe y por Uribe Vélez”. La semilla del uribismo germinó y hecho raíces en Salgar.

—¿Y para qué es esto?, pregunta doña María Vásquez antes de culminar la entrevista.
—Es un reportaje sobre el santuario del uribismo, le contestó el equipo periodístico de El Espectador.
—¡Ah bueno, mijo! No vaya a escribir muchas
bobadas...

jlaverde@elespectador.com

 

Por Juan David Laverde Palma

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