San Antero en Chicago

Un equipo de beisbol de San Antero, Córdoba, visitó Chicago en los Estados Unidos recientemente como parte del programa de Diplomacia Deportiva de la Cancillería. Así les fue.

Dixon Moya Acosta-especial para El Espectador
31 de mayo de 2018 - 11:42 p. m.
Jóvenes beisbolistas colombianos visitan Chicago, en el programa Diplomacia Deportiva de la Cancillería / Cortesía de Dixon Acosta
Jóvenes beisbolistas colombianos visitan Chicago, en el programa Diplomacia Deportiva de la Cancillería / Cortesía de Dixon Acosta

Chicago, Estados Unidos

Cuando un joven llega desde San Antero, Departamento de Córdoba, a la ciudad estadounidense de Chicago, a mediados del mes de mayo, lo que más le impacta es el frío y ver las nubes tan cerca, cubriendo los rascacielos, esos gigantes que se van perdiendo entre la niebla. A pesar de que en teoría esta región del Medio Oeste de los Estados Unidos se encuentre en plena primavera, durante algunos días lluviosos, la temperatura puede bajar a diez grados centígrados y con los vientos que caracterizan a la ciudad, la sensación térmica es mucho menor.

Es cuando el joven, tiritando de frío, se une a su grupo, que en un sitio tan distante hace las veces de familia: un equipo de béisbol que ha llegado en un intercambio desde Colombia, gracias al programa de Diplomacia Deportiva de la Cancillería colombiana, pero ni siquiera con el calentamiento, ni el juego, puede superar ese frío desconocido que le hace temblar a ratos. Pero a pesar del congelamiento gradual, la cantidad de imágenes, sonidos y experiencias nuevas empiezan a acumularse, creando futuros recuerdos y anécdotas para este grupo juvenil que respira y transpira béisbol.

Cada día es una experiencia nueva para estos jóvenes, algunos de los cuales nunca habían viajado en avión, ni mucho menos fuera del territorio colombiano, para no ir más lejos, ni siquiera montado en un ascensor. Quizás no todos dimensionen el significado de subir a la primera rueda de Chicago en la ciudad que le da su nombre, pero resulta muy significativo, entrar en ese invento diseñado para quienes buscan elevar sus pies del piso y otear el horizonte. De eso se trata este viaje, de abrir la mente a nuevas realidades, de constatar que, si se trabaja con seriedad y constancia por los sueños, estos pueden ser realidad.

Los jóvenes tuvieron una buena impresión al ver a Monet, Renoir u otros de los grandes pintores expuestos en el Art Institute of Chicago, previa al éxtasis del síndrome de Stendhal, gracias a una guía colombiana, tan generosa como alegre. Se deslumbraron con la ciencia de alto nivel de Fermilab, un laboratorio de física y acelerador de partículas, en donde trabajan varios científicos colombianos quienes los recibieron con cariño y los ilustraron sobre su trabajo. Aunque la plena felicidad para un chico beisbolista es ingresar al estadio de un equipo profesional de las grandes ligas de Estados Unidos, además entrenar allí, eso simplemente debe ser la gloria.

Así ocurrió con estos muchachos entre los 13 y 17 años que pudieron conocer las sedes de los grandes equipos profesionales, las Medias Blancas (White Sox) y los Cachorros (Cubs), e incluso compartir con jugadores profesionales como el venezolano Yolmer Sánchez, el puertorriqueño Javier Báez o el entrenador barranquillero Luis Sierra. Asistir a juegos de estos equipos y apoyar desde las graderías al lanzador José Quintana, un referente colombiano para quienes desean seguir ese deporte. En resumen, una vivencia inolvidable.

San Antero, es conocido en Colombia, sobre todo por su festival nacional del burro. El asno, ese noble, paciente y resistente animal, importante para la cultura de esa región cordobesa, aparece en el escudo del municipio, al lado del hacha y el machete, herramientas de trabajo para los campesinos. Sin embargo, en Chicago, en algunos círculos vinculados al deporte del béisbol, San Antero suena como cuna de prometedores peloteros. Esto gracias al programa de Diplomacia Deportiva que promueve el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia.

Esta iniciativa de nuestra Cancillería es de aquellos programas que merecen ser continuados por el próximo gobierno, por su capacidad para impactar en la vida de nuestros niños y sus comunidades. Aparte de ser un instrumento de buena imagen y, por ende, de gran potencial para las relaciones internacionales. Un proyecto inspirador que le ha llegado al alma de quienes lo hemos conocido, dentro y fuera del país.

La llamada Diplomacia Deportiva y Cultural con Enfoque Social, de la Dirección de Asuntos Culturales del Ministerio, fue creada directamente por la ministra María Ángela Holguín Cuéllar, cuando el país aceptó voluntariamente una Resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre prevención y lucha contra el reclutamiento y utilización de menores por parte de grupos armados.

Se trata de intercambios deportivos y culturales, mediante los cuales y bajo un estricto proceso de selección viajan delegaciones de niños y jóvenes colombianos a diferentes lugares del mundo, quienes han sido escogidos por ser estudiantes, practicantes de un deporte o una actividad artística y pertenecer a comunidades vulnerables frente a fenómenos derivados del conflicto o de la falta de oportunidades. En mi caso, he tenido la fortuna de compartir en diferentes destinos con chicos futbolistas del Guaviare, niñas basquetbolistas del Chocó y jóvenes beisbolistas de San Antero.  

Son viajes integrales, en donde se insiste a los muchachos, en el valor de la educación, el deporte y la cultura, como llaves que abren las puertas del éxito personal y colectivo, pues la idea es que sus experiencias puedan replicarlas en sus comunidades. En cierta forma, se están construyendo líderes positivos para aquellas regiones. En los últimos seis años, se han realizado 120 intercambios deportivos y culturales en cuarenta y cinco países, beneficiando a más de 1520 niños.

Este programa de la Diplomacia Deportiva y Cultural además le regaló a Colombia un reconocimiento internacional, pues en diciembre de 2017 se le otorgó el premio en la categoría Acción Diplomática del año, de los premios “Peace and Sport” que se entregan en Mónaco. Unos meses más tarde, el príncipe Alberto, quien fue gratamente sorprendido por el proyecto, visitó Cartagena de Indias para compartir con algunos jóvenes del programa.

Los chicos de San Antero, regresaron a Colombia con una maleta llena de recuerdos y experiencias que ojalá les resulten útiles en sus frescas vidas. En su mayoría son inquietos y curiosos, receptivos a los consejos que han recibido. Estos jóvenes, que temblaban de frío, mientras entrenaban y jugaban, están llenos de ilusiones y metas, la mayoría quiere ser jugadores profesionales, algunos desean estudiar y tener otra opción laboral en la vida, uno manifestó que deseaba ser buena persona, me quedo con ese último. 

* Dixon Moya es el cónsul general de Colombia en Chicago

Por Dixon Moya Acosta-especial para El Espectador

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