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Saqueo de La Guajira, responsable de la crisis humanitaria

El número de menores muertos en lo que va corrido del año (41) rebasó ya la estadística del 2015 (35).

Ever Mejía*
12 de agosto de 2016 - 01:14 a. m.
Archivo El Espectador
Archivo El Espectador

La crisis humanitaria de la Guajira está poniendo a prueba a las comunidades del departamento y al propio Estado.

Del drama de las familias habla, en medio del llanto, Yisela Epiayú Mengual, mientras ingresa por segunda vez a su hijo al hospital; de la incertidumbre estatal, las acciones que los últimos días han adoptado la nación y la Fiscalía para tratar de controlar lo que el presidente Juan Manuel Santos llama “una vergüenza nacional.”

De acuerdo con un informe de la Defensoría del Pueblo. “la constante del departamento de La Guajira es el sufrimiento”.

Allá, dice el documento oficial, “sufren las madres que han perdido a sus hijos e hijas; sufren los niños y niñas que caminan bajo el ardiente sol en busca de agua; sufren los habitantes de los quince municipios del departamento que jamás han visto plenamente satisfechas sus necesidades básicas; sufre el pueblo wayúu acorralado por el hambre, la violencia y la corrupción; sufren los hombres privados de su libertad en una cárcel que niega su dignidad humana”.

El número de menores muertos en lo que va corrido del año (41) rebasó ya la estadística del 2015 (35).

El Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), en efecto, informó que en el año 2015 el departamento de La Guajira fue el que más presentó muertes de niños a causa de la desnutrición, retardado en el crecimiento fetal, desnutrición fetal y bajo peso al nacer.

La Guajira fue el tercer departamento con el mayor índice de mortalidad por anemias y deficiencias nutricionales.

Ese es el miedo que se nota en el rostro de Yisela Epiayú. Después que los médicos le dieron de alta a su hijo en el Hospital Nuestra Señora de los Remedios, tuvo que volver con él por un cuadro de diarrea crónica que concentra la atención de los galenos.

Esa es también la inquietud de los investigadores.

El doctor en economía Jairo Parada asevera que: “ellos son 600.000 habitantes y no cuentan para nada”.  Según su opinión, “hace rato el Estado debía estar allí: con la plata que ha tenido La Guajira es para que esa gente estuviera bien, tecnológicamente hay todos los medios para que tengan agua, para que tengan las cosas básicas y los niños no se mueran”.

Apenas ahora el Gobierno Nacional decidió mantener a Jorge Enrique Vélez como gobernador encargado para evitar las amenazas de corrupción que se ciernen sobre el departamento y la Fiscalía envió un grupo de fiscales anticorrupción para desmantelar los carteles que manejan la salud y la alimentación infantil.

A estas alturas el departamento de La Guajira “ha sido saqueado”, afirma Jairo Parada. Para el economista las causas fundamentales de las brechas sociales de la comunidad wayúu son la pobreza, la miseria y la exclusión.

De hecho la Contraloría General de La República (CGR) dijo que de los 50 hallazgos encontrados con presunta incidencia fiscal  en la costa Caribe por un valor superior a los $30.846 millones, casi 20.000 millones de pesos correspondieron a La Guajira.

“En el fondo es una profunda corrupción del sistema político en ese departamento, porque La Guajira ha recibido, en los últimos 20 años desde que se inició Cerrejón, casi mil millones de dólares en regalías, y no se justifica que sea un departamento donde no hay vías, no hay acueductos, ni hay programas de protección social a los indígenas”, agregó.

Otro investigador, el antropólogo Weidler Guerra manifiesta que la comunidad está siendo objeto de muchos prejuicios.

Entre las mismas autoridades se escucha decir que la etnia Wayúu, o bien no le presta atención a sus hijos o prefiere curarlos con la medicina tradicional.

“Es posible que en algunos hogares pudiese haber esta situación, lo que yo también quiero aclarar es que no es un patrón de comportamiento generalizado entre los wayúu, ni es una prescripción para los wayúu tener a los niños de último, los wayúu son heterogéneos socialmente”, indico Guerra.

Sea cual fuera el comportamiento –expresó- no nos pueden condenar por eso. 

El fantasma de la condena ronda en el hospital donde Yisela espera noticias de su hijo. Son las 10 de la noche. Un médico abre la puerta y pregunta por los familiares. Su rostro está compungido por el peso de la mala noticia. Yisela no espera que abra la boca y se echa a llorar.

Dramas como ese van a continuar pasando, según coinciden Parada y Guerra, sino se produce una transformación política en La Guajira. Por desgracia para madres como Yisela, esa no parece una posibilidad cercana.

*Estudiante de la Universidad del Norte

 

Por Ever Mejía*

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