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"Todas las colombianas hemos sido víctimas de violencia"

La psicóloga Natalie Sánchez, de la Casa de la Mujer, habla, a partir de dos graves ataques contra jóvenes que fueron a parar a la clínica por culpa de sus agresores la semana pasada, del fondo de la problemática de la violencia de género y de la cultura social que la construye y que domina al país en todas sus clases.

Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador
06 de julio de 2014 - 02:00 a. m.
/ Liz Durán - El Espectador
/ Liz Durán - El Espectador

La violencia contra las mujeres es sistemática, aunque haya dificultades para documentar las cifras de la magnitud del problema porque no les reciben las denuncias en las estaciones de policía, en las fiscalías de turno o en Medicina Legal y otras entidades del Estado. El problema de base es que la sociedad ha construido un símbolo de mujer que no se pertenece a sí misma, sino que es ‘propiedad’ de otro. Lo que permite y promueve casos como el que usted describe, se encuentra en el entramado cultural, social y simbólico de un sistema patriarcal en el que las mujeres estamos sometidas a una serie de subordinaciones.

Casos como los que se conocieron la semana pasada, en que el esposo de una joven la atacó en una tienda, la tiró al piso y le arrancó buena parte de la oreja derecha , ¿son excepcionales por el extremo al que se llegó o son sintomáticos de un comportamiento extendido en Colombia?

Si la situación es como usted la describe, entonces los casos de violencia afectarían a todas las mujeres del país. ¿Cree que llegamos a ese extremo?

Me atrevo a afirmar que todas las mujeres en Colombia hemos sido víctimas de algún tipo de violencia o de discriminación: la académica más importante, la que tiene buen estatus económico, la que se casó, la que optó por no casarse, en algún momento todas hemos sufrido algún tipo de violencia por tener cuerpo de mujer. Los casos que conocemos en la prensa y que parecieran aislados o excepcionales son indicadores del sistematismo de la violencia contra las mujeres. Siga usted los noticieros nacionales y todos los días encontrará descuartizadas, cadáveres en maletas, quemadas con fuego o con ácidos, golpeadas, violadas.

¿Qué mueve psicológicamente a un hombre que desfigura a mordiscos a la madre de sus hijos?

Lo que mueve a los agresores es el convencimiento fuerte de que tienen derecho a hacer con sus compañeras lo que quieran. Este tema de la propiedad incluye un control sobre la vida física, sexual y afectiva de las mujeres. Y tiene un fuerte componente de celos exacerbados que nacen de la necesidad de controlar la autonomía de la otra persona. Ese cuadro está vinculado a una gran inseguridad del victimario. En el patriarcado también los hombres han tenido carencias de afecto y extremos de exigencia en los que se cuestiona su masculinidad. Estas construcciones culturales afectan a toda la sociedad.

Los hombres que violentan a las mujeres, ¿son enfermos emocionales?

Es común creer que los victimarios están enfermos o locos. No es así. La evidencia indica, como lo dije, que existen agresores de mujeres porque hay construcciones sociales que así lo indican y permiten. No podemos terminar disculpando al victimario viéndolo como un pobre hombre o perdonándolo por considerarlo enfermo.

¿Los casos que se exponen en medios de comunicación contribuyen o no a disminuir la discriminación de género?

Contribuyen porque producen rechazo social e indignación, pero no hay que olvidar que a esos extremos de violencia que aparecen en la televisión llega también el hombre que en la intimidad de su casa agrede a su esposa; o el hermano que violenta a su hermana porque considera que está a su servicio. Insisto: el extremo está presente siempre y es sistemático, aunque haya ocasiones —y sólo ocasiones— en que sea notorio públicamente.

¿Qué pasa con los casos en que una mujer es agredida por un grupo en el cual también hay otras mujeres, como ocurrió también la semana pasada con una joven a la que casi matan un policía, otro hombre y una mujer por haber chocado su carro contra un puesto de frutas?

Hay que precisar que la violencia contra las mujeres casi siempre es cometida por hombres, pero no se puede negar ni desconocer que el sistema que les ha enseñado a ellos la subordinación de las mujeres, también enseñó a estas a ser reproductoras de los mismos patrones de conducta. Por eso hay madres que golpean y que aprendieron a ser violentas. Pero tampoco las vamos a poner en lugar similar al de los victimarios, porque ellas siguen siendo víctimas.

Una mujer que sufre ataques sucesivos de su esposo, compañero, hijo o hermano y prefiere callar antes de denunciar o intentar separarse del agresor. ¿Padece alguna alteración psicológica?

Cuando una mujer padece violencia, su autonomía está limitada y no se puede afirmar, desde una perspectiva psicosocial, que quienes la padecen sufren alteraciones psicológicas, ya que esto sería centrar, de nuevo, la responsabilidad en las víctimas y no en los victimarios.

¿Cómo puede describirse, desde el punto de vista psicológico, una relación de pareja en la que uno agrede permanentemente al otro y éste, aunque sufra las consecuencias, tolera la situación y prolonga la relación por años?

En las relaciones de agresión permanente la violencia genera ciclos en los que se crean dependencias afectivas que están en estrecha relación con la violencia psicológica. Y ésta acompaña la mayoría de los otros casos de violencia.

Y, ¿cómo alguien puede salir de esos ciclos?

Implica varios pasos: 1. Que las mujeres conozcan sus derechos. 2. Que las entidades responsables de garantizar sus derechos cumplan con su función. 3. Que existan redes sociales solidarias con las víctimas. 4. Que haya procesos de acompañamiento que permitan a la víctima reconstruir su identidad y superar el sufrimiento.

Explique, por favor, ¿cuál es la relación que existe entre la violencia física y la psicológica, según dijo antes?

Muchas veces la gente dice que a las víctimas les gusta que les peguen u opinan que no hay que meterse porque hoy les pegan y mañana arreglan el problema con su victimario. En realidad lo que sucede es que la violencia física está ligada a la psicológica. La mujer que es violentada físicamente tiene baja autoestima, no posee autonomía y ha construido un pobre concepto de sí misma. Por eso es muy difícil, pero no imposible, que las víctimas se desvinculen psicológicamente de sus agresores. Del otro lado, y de acuerdo con el patrón de conceptos según el cual el cuerpo de las mujeres es propiedad del hombre, éste siente que puede lastimar, usar, violentar el cuerpo de su compañera. Esta creencia permite que la violencia se exacerbe y se ha exacerbado en todos los escenarios desde tiempos inmemoriales.

¿Cuándo se materializa la violencia emocional? Deme un ejemplo.

Ese tipo de violencia puede surgir cuando a una mujer le gritan bruta, tonta, gorda, fea, boba. O cuando la intimidan amenazándola con que no puede salir de la casa, que la van a despojar de su dinero o de sus propiedades; cuando le dicen que no puede abandonar al esposo porque quedará en la calle o cuando éste la obliga a tener relaciones sexuales sin que lo desee.

Pero es evidente que algo se ha avanzado: cada vez hay menos tolerancia hacia la violencia contra las mujeres.

Sí, hay grandes logros y no se ve bien que un hombre ataque a una mujer. Lo que le ocurre a la pareja no es un asunto que se arregla solamente en casa, como antes. Hoy es problema de salud pública. Pero en la medida en que ha sido más visible y que la resistencia de las mujeres está tomando forma, también surgen los movimientos en sentido contrario para mantener la dominación impuesta por el sistema patriarcal.

¿Se podría asimilar a una especie de lucha de poder, como la que ocurre en los escenarios políticos?

Negociar el poder en nuestra sociedad es un tema complejo. Tomará mucho tiempo antes de que los hombres aprendan que las mujeres son autónomas, dueñas de su cuerpo y de sus decisiones, y que no se les somete mediante violencia. Quienes han ostentado el poder históricamente no quieren redistribuirlo ni repensar una forma distinta de relacionarse en sociedad.

¿Reconoce algún avance en las presiones públicas contra la violencia por género o se trata sólo de escándalos momentáneos y en el fondo sigue la tolerancia social a ese fenómeno?

Hay avances, pero también hay más retos. La feminista Rosa Cobo (directora de la maestría en género y políticas de igualdad de la Universidad de Coruña) hizo un análisis muy interesante, según el cual cada vez que las mujeres resisten a las condiciones de subordinación y opresión, el patriarcado crea estrategias de castigo más fuertes para no permitir que le fragmenten el poder. Las violencias contra las mujeres se exacerban cuando se presentan movimientos liberadores. Si bien existen avances, también encontramos retos en todos los niveles: educativo, económico, social, político y emocional, antes de que haya un cambio realmente duradero y transformador.

Las entidades estatales, ¿también son ‘patriarcales’, según las denomina usted?

Suelen serlo, porque replican lo que ocurre en el resto de la sociedad. Por ejemplo, las comisarías de familia en vez de servir de apoyo a las víctimas, suelen revictimizarlas.

¿De qué manera?

Cuando las víctimas van a denunciar al agresor, en lugar de aplicarle a este los castigos previstos, obligan a la denunciante a conciliar con él. Los funcionarios de las comisarías, comúnmente actúan como si las mujeres fueran culpables de la situación que padecen. El Estado colombiano va a tener que actuar reformando esos sitios de atención y sancionando a quienes incumplan la ley que, justamente, proscribe la violencia contra las mujeres (Ley 1257). En este tema sería relevante preguntar cuáles son las posibilidades que tiene quien denuncia, de que se tramite su demanda dentro de las instituciones a las que les corresponde esa función. Habría que revisar la tolerancia a la violencia contra las mujeres a la luz de la impunidad y de la revictimización de las denunciantes.

¿Es cierto que también existe violencia patrimonial y económica, y en qué consisten?

Es cierto y consiste en que a las mujeres se les niegan los derechos que tienen a la propiedad. Por ejemplo, hasta hace un tiempo, y a pesar de que muchas pagaran la casa en la que vivía la familia, su propiedad estaba a nombre del primo, del tío, del papá, del hermano o del esposo. Aún existe esa forma de discriminación: no tener el control de la tierra o de los bienes. En el programa de restitución de tierras ha sido necesario crear una unidad especial para la atención de mujeres por razón de la violencia económica que se ejerce sobre ellas. Hay mujeres a las que todavía les retienen papeles, dinero y otras pertenencias.

¿Realmente existen diferentes tipos de violencia dependiendo de la región en que se encuentran las mujeres?

Realizamos un estudio entre 2009 y 2011 tratando de identificar los tipos de violencia que sufren las colombianas, además de la prevalencia de la violencia sexual en la vida cotidiana y en el conflicto armado. Ese estudio y nuestro acercamiento a las regiones nos permitieron tener una lectura específica sobre las formas que toman las relaciones violentas en las distintas zonas y encontramos que el factor territorial determina las problemáticas, según las características de cada sitio. Por ejemplo, los puertos tienen conflictos relacionados con el narcotráfico y las formas violentas que de allí se derivan; los lugares de extracción minera suelen generar redes de prostitución. Y en los lugares donde viven las poblaciones indígenas o las comunidades afros, las víctimas también sufren violencias diferenciadas, además de la que ya tienen que soportar por ser mujeres.

¿En cuántas regiones y cuántas personas participaron en el estudio?

La primera encuesta de violencia sexual contra las mujeres en el contexto del conflicto armado colombiano se desarrolló en 407 municipios en los que había presencia de la Fuerza Pública, de la guerrilla, de los paramilitares y de otros actores armados. Participaron en ella 489.678 mujeres (buscar en www.casmujer.com).

Por Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador

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