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Tortugas, loros y micos: especies de mayor tráfico en Colombia

Cada día, se registra un promedio de decomiso de 160 animales en el país.

Agencia de Noticias de la Universidad Nacional
26 de noviembre de 2013 - 08:23 a. m.
Tortugas, loros y micos: especies de mayor tráfico en Colombia

Aunque no se cuenta con cifras exactas, se sabe que en Colombia el tráfico ilegal de fauna silvestre es el cuarto negocio que genera mayores ingresos después del narcotráfico, las armas y la trata de personas.

A nivel internacional el tráfico ilegal genera unos 17.000 millones de dólares al año, según datos de Interpol.

Cada día, se registra un promedio de decomiso de 160 animales, particularmente en los departamentos de Sucre, Valle del Cauca, Córdoba, Santander y Bolívar. Estos especímenes son cazados en diferentes zonas del país, entre las que se cuentan Amazonas, Antioquia, Casanare, Putumayo, Chocó y los Llanos Orientales.

Lo que la mayoría de la sociedad suele ignorar es que rehabilitar un solo animal para reintegrarlo en su hábitat natural es mucho más costoso, y no solo en términos económicos, sino por el impacto que se está generando en el medioambiente: el tráfico de vida silvestre es la segunda causa de extinción de vida silvestre a nivel mundial.

El tráfico de fauna, como todas las actividades, tiene que ver con una demanda. “A veces las personas compran un animal porque creen que salvando por lo menos a uno están haciendo algo por preservarlo, pero no es así, mientras el traficante gane dinero seguirá con el negocio”, afirma Claudia Brieva, directora de la Unidad de Rescate y Rehabilitación de Animales Silvestres (URRAS), de la Universidad Nacional de Colombia.

La experta agrega: “Si de verdad queremos a los animales y nos gustan debemos abstenernos, bajo cualquier circunstancia, de comprar de manera ilegal porque con solo esa compra ya estamos provocando una pérdida irreparable a nuestros ecosistemas”.

Además, se ignoran aspectos claves del comportamiento de algunas especies. Por ejemplo, en el caso de las tortugas, se suele creer erróneamente que son buenas mascotas porque no hay que sacarlas, no botan pelo y no ladran, pero se desconoce que en su flora intestinal tienen una bacteria, la Salmonella, que puede ser peligrosa para los niños; si ellos la cogen y no tienen cuidado de lavarse las manos se pueden infectar.

Justamente, la profesora Brieva hablará en el Foro “Animales de marca”, organizado por la Revista Ecoguía, sobre la tarea de recuperación y rehabilitación de animales silvestres, con el fin de dar a conocer la situación actual de las especies en peligro y las experiencias empresariales de apoyo a animales amenazados.

La rehabilitación es un proceso que empezó entre los años sesenta y setenta en países como Estados Unidos e Inglaterra, donde empezaron a crearse técnicas de recuperación para animales víctimas de accidentes que vivían cerca de asentamientos humanos.

Esas técnicas se extrapolaron a los animales víctimas de tráfico de fauna. En Colombia y en otros países ricos en biodiversidad estas han sido sumamente valiosas, pues al tener gran cantidad de fauna silvestre, también es amplio el tráfico de individuos que se mueve”, explica la investigadora.

Los animales víctimas de tráfico deben adaptarse nuevamente porque el contacto con la gente les hace olvidar aspectos claves de su naturaleza, que les ayudarán a sobrevivir en su hábitat natural.

El coste de recuperación de un animal o una especie es alto en la medida en que se debe tener en cuenta que esta implica un trabajo multidisciplinar, es decir, participan profesionales de diferentes áreas y este trabajo especializado tiene un costo.

En la URRAS de la U.N. se trabaja con estudiantes en calidad de voluntarios, lo que hace esta labor menos costosa. “La falta de recursos nos ha vuelto ingeniosos en la búsqueda de los mismos. Además, tenemos una gran ventaja al estar inmersos dentro de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia de la principal Institución del país”, comenta Brieva.

El proceso de rehabilitación se realiza en tres fases. Una clínica, a través de la cual se evalúa el estado en el que llega el animal; otra comportamental, donde se les entrena nuevamente para su vida en el hábitat natural; y la de acostumbramiento, en la que se les traslada a sus lugares de origen y durante un tiempo están acompañados por un equipo de profesionales.

Las especies más vulnerables al tráfico ilegal en su orden son: tortugas, por sus huevos; babillas y caimanes, por su piel; iguanas y boas para ser mascotas; loros y guacamayas por su llamativo plumaje y comportamiento social; los turpiales y los sinsontes por su canto; micos y osos perezosos para ser mascotas; jaguares y tigrillos son cazados por su piel o para ser mascotas; y finalmente saínos, dantas, lapas y venados para comercializar su carne y piel.

Por Agencia de Noticias de la Universidad Nacional

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