Farid, un joven que padece una enfermedad en la piel, no puede recibir el sol. Por tal motivo debió pasar la mayor parte de su niñez en el interior de su casa, sin poder compartir en la calle con los demás niños del barrio y sin acudir a la escuela. Su vida cambió cuando la Asociación de Discapacitados del Valle (Asodisvalle) le brindó transporte especial para que se trasladara a la escuela. Así como también se transformaron las vidas de John Mina, un niño de siete años, y Andrea, de tres, quienes tienen una discapacidad que no les permite caminar, cuando recibieron una silla de ruedas, donación de la empresa Loard.
Todo es obra de Jeison Aristizábal, un hombre con la discapacidad de insuficiencia motora de origen cerebral, quien nunca se ha dejado vencer por ésta y es fundador de Asodisvalle.
Siendo un niño fue consciente de su discapacidad: no podía caminar más de cinco cuadras porque se cansaba. Desde entonces decidió que se movilizaría por sí mismo, aprendiendo a manejar bicicleta por las calles de Aguablanca, Cali. Un día, mientras recorría la zona, una mujer se acercó a él y le dijo que fuera a una casa y conociera a un “niño como él”. Era un pequeño de ocho años que no podía caminar y, como su familia era pobre para comprar una silla de ruedas, había pasado sus días en una cama. “Eso me tocó profundamente. Empecé a ayudar a los niños y a construir este sueño de la fundación”, recuerda.
Y así fue. La idea se materializó hace 15 años en una conversación con personas con discapacidad durante una terapia y se gestó en el garaje de la casa de los papás de Jeison. Empezaron consiguiendo sillas de ruedas, a través de anuncios en periódicos, luego montaron una sala de fisioterapia donde atendían a 20 niños. En una semana ya eran 50. La gente seguía llegando y se expandieron hasta la sala de la casa, luego a un cuarto, donde pusieron en funcionamiento el consultorio de psicología, y al final terminaron alquilando la vivienda de al lado, donde crearon un colegio exclusivo para niños con discapacidad.
Hoy la fundación atiende a 480 menores de los 20.000 que hay con discapacidad en Aguablanca. Los apoya en los procesos de rehabilitación, escolaridad y alimentación de manera gratuita. “Es casi menos del 1% de los que necesitan ayuda, entonces tengo mucho por hacer”, afirma Aristizábal, finalista del concurso Titanes Caracol en la categoría de Salud y Bienestar. Estudió la carrera de derecho al ver que a los discapacitados les negaban cirugías, operaciones y medicamentos. “Entendí que era una forma de ayudar. El niño en condición de discapacidad puede superarse, rehabilitarse como cualquier otro”, agrega.
María Mónica Melo, mamá de una de las niñas beneficiarias, sostiene que llegó a la institución desanimada y triste, como muchas otras madres de niños con discapacidad, “porque los médicos te han dado un diagnóstico de que no hagas más que darle comida a tu hijo y esperar a que se muera, pero cuando conocí a Jeison me di cuenta de que podía hacer algo por mi hija y él me motivó a hacerlo”. Otras mamás, como María Constanza Viveros, lo califican como un milagro hecho realidad.
Gracias a un plan padrino lograron recaudar fondos para el sostenimiento del programa de rehabilitación con caballos, Equinoterapia, y para que los padres se capaciten en actividades como la peluquería, manicure, pedicure y fabricación de sandalias. La idea es que puedan crear microempresas y mejoren su situación económica, porque finalmente “un discapacitado no es digno de lástima, sino merecedor de oportunidades”, como Aristizábal ha reiterado en varias ocasiones.