Publicidad

La vuelta del mundo III

El escritor y sociólogo que mejor conoce el conflicto colombiano reconstruye el surgimiento de las Farc hace 50 años. De vuelta a Marquetalia.

Alfredo Molano Bravo
29 de julio de 2014 - 04:09 a. m.
Eusebio Guarnizo contó cómo Puerto Saldaña fue tomado por la guerrilla el 21 de abril de 2000.  / Cristian Garavito
Eusebio Guarnizo contó cómo Puerto Saldaña fue tomado por la guerrilla el 21 de abril de 2000. / Cristian Garavito

En la escuela, los miembros de la junta me dijeron simplemente: “Mire usted cómo es Marquetalia. Dese cuenta cómo estamos. El camino ya lo conoció; la gente es la que ve; la escuela es la que ahora le quita el viento y a donde vienen 10 niños —cuando el río los deja pasar— a estudiar en un solo salón de primero a quinto. El maestro llegó hace dos semanas, porque duramos ocho meses sin profesor. La Cruz Roja Internacional nos hizo un taller sobre huertas caseras y Acnur nos hizo otro, enseñándonos qué es la democracia y cómo manejar un computador. De resto, en el filo aquel que ve, viven 200 soldados que hacen polígono de noche, y de día y salen a patrullar de vez en cuando. El helicóptero les trae remesa cada ocho días”.

En ese momento se paró uno de los asistentes, el mayor, un hombre de 60 años, y dijo: “Aprovecho la oportunidad para decirle que el Ejército me mató un hijo hace ocho años. Él era un muchacho trabajador, como le consta a todo el mundo. Una madrugada llegaron a su casa, entraron y sacaron a todos los vivientes para hacer una requisa. Lo hicieron entrar después y le dieron la orden de cargar una mochila que ellos mismos habían dejado. Él dijo: ‘Eso no es mío’. Lo obligaron a cargarla y lo echaron por delante. Le dieron seis tiros. Me lo entregaron desnudo en Chaparral. El capitán se disculpó: ‘¿Acaso usted no sabía que era guerrillero?’. Puse las quejas. Nadie me ha dado respuesta. La Acnur llevó la queja”.

La imagen de 200 soldados encaramados en una loma, bien comidos y abrigados y mejor armados, revoloteando por los montes, y de 20 familias campesinas que ordeñan unas vacas para sacar queso, y unos niños que no pueden llegar a la escuela porque no hay puente, me acompañó todo el regreso: ¿Cincuenta años de muertos para ese desconsolador resultado…?

De vuelta me cambiaron el bayo por una yegua alazana muy delicada que no permitía que otra le anduviera a la cola. El camino fue largo y triste. Regresé a Gaitania a las 10 de la noche, pensando si todo el andamiaje era mero honor militar o un andamiaje para construir las hidroeléctricas. Entre 2006 y 2008, de Planadas han sido desplazadas 1.549 personas; de Chaparral, 1.313; de Rioblanco, 1.218; de Ataco, 984, y de Coyaima, 1.099. Son las cifras más altas de desplazamiento individual de toda la región, según cuentas de Naciones Unidas.

Al día siguiente retomamos el camino hacia Planadas, de donde salimos para Bilbao por una carretera pendiente que atraviesa un páramo de bosque húmedo tropical muy bien conservado, donde nos detuvimos a mirar el cañón del Atá. Bilbao es un pueblo quieto, parece congelado. Mientras almorzábamos pregunté a un comensal sin preámbulo: “¿Aquí hay guerrilla, señor?”. Sin inmutarse me respondió, mirando la sopa que se tomaba: “No sabemos si está o no. Porque puede pasar de civil y así no hay problema. Cuando el Ejército o la guerrilla se topan armados, entonces sí se daña la tranquilidad”. Suficiente información. Bilbao está a orillas del río Síquila, que desemboca más abajo en el Saldaña.

Nos detuvimos en Puerto Saldaña, un caserío grande y largo que una vez fue sede de un grupo paramilitar organizado en 1996 como Convivir por un exguerrillero que combatió al lado de Marulanda, conocido como el Canario. Se llamó Autodefensas del Rojo Atá y se organizó para sacar a la guerrilla de donde la había dejado Marulanda en los años 60. Era una punta de lanza pagada por los narcos del norte del Valle para sacar, sin impuesto a la guerrilla, el látex de amapola de toda la región del alto Saldaña.

Eusebio Guarnizo me contó la siguiente historia: “Puerto Saldaña fue tomada por la guerrilla el 21 de abril de 2000. Antes había habido muchas razones y muchos hostigamientos. Faltaban cinco para las 6 de mañana cuando los tiros comenzaron a sonar. Tiraban cilindros desde lo alto. Casi todos cayeron al río; los que cayeron en el pueblo quedaron enterrados. Los cimbronazos rompieron todas las ventanas. Todo el día y toda la noche duraron los combates. La Policía combatió al lado de los paras el día del ataque; el Ejército llegó al otro día. Esa vez murieron dos paramilitares y un policía. El helicóptero no pudo aterrizar, ni los aviones bombardear”.

“El Ejército respaldaba a los paramilitares. Esos paracos robaban y mataban gente; mucho mataron. Por cualquier cosa. Yo tenía un par de muchachos aquí, mis hijos. Había un comandante de las Convivir —que le decían Marco Lobo— y porque los muchachos no lo siguieron los hizo matar. Aquí mataron gente muy villanamente. La mataban, la tiraban por ahí desbaratada. La guerrilla también mató mucha gente. Aquí abajito, donde le dicen El Placer, mataron a siete. Yo fui el último que me salí, que fue como a las 6 y media de la tarde; me monté en una mula y arranqué para abajo. La Policía se quedó, pero como a los dos días se fue. Después llegó el Ejército”.

Se dice que el ataque fue ordenado por Alfonso Cano y que luego de sacar a la Policía y a los paramilitares ordenó tumbar las casas donde se habían alojado los paramilitares. El pueblo quedó sin vivientes un año entero.

La última parada del viaje la hice en Rioblanco, en cuya cercanía don Gerardo Loaiza organizó el comando La Ocasión, al que llegaron Lister, Charro y Marulanda y del que se separaron para formar sus propias guerrillas en Marquetalia. Rioblanco es un próspero municipio. La tarde que llegamos, vísperas de fiesta, las calles estaban llenas y la música sonaba en todos los bares y discotecas.

Desde una de ellas, en el marco de la plaza, la guerrilla hostigó al cuartel de Policía en octubre del año pasado. No hubo muertos, pero la gente aún comenta el hecho de que el Ejército no hubiera salido en defensa de sus compañeros. A Chaparral, cerrando el circuito, llegamos a media noche. El pueblo celebraba el día de la Virgen del Carmen y la ciudad estaba de fiesta. Las cosechas de café y arroz dan todavía para todo.

Por Alfredo Molano Bravo

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar