El Magazín Cultural

Álvaro Barrios: entre lo cósmico y lo terrenal

Bajo la mirada del todo como sagrado y bello, las estrellas, los sueños, la luna y la basura se juntan en su más reciente obra.

Manuela Cano Pulido
05 de mayo de 2018 - 03:00 a. m.
Álvaro Barrios expondrá hasta el 26 de junio en la galería Duque Arango de Medellín. / Cortesía
Álvaro Barrios expondrá hasta el 26 de junio en la galería Duque Arango de Medellín. / Cortesía

Conversador, esotérico, poco creyente de la improvisación y entregado a su tiempo, porque “es con lo único que debería estar comprometido aparte de consigo mismo”, Álvaro Barrios es un artista conceptual y perfeccionista. Así lo dio a entender en la entrevista que le hicimos sobre su nuevo trabajo: Luna, estrellas, sueños y basura. Conceptos, aparentemente contradictorios, entre lo cósmico y lo terrenal, lo sagrado y lo profano, se comprenden como una totalidad en su más reciente obra, que estará expuesta durante dos meses en la galería Duque Arango en Medellín.

En torno a la luna, las estrellas, los sueños y la basura rondó nuestra conversación, en la que se reflejaba la innegable influencia e importancia de la obra de Marcel Duchamp para el artista. Al hacer una retrospectiva de su trayectoria, desde unos de sus primeros trabajos, cuando aún era un dibujante, hasta la actualidad, es evidente cómo este insigne artista del siglo XX se convirtió en un pretexto para el desarrollo de su propia obra.

Barrios define su relación con Duchamp como “un diálogo” entre su obra y la de aquel artista que considera como “la figura más importante del siglo XX, pues es quien sentó las bases para el arte posmoderno y contemporáneo”. Quizás es por ello que Barrios no considera su obra como un homenaje sino un punto de reflexión, “como si fuera una especie de bola de cristal, que activa la clarividencia. Las bolas de cristal no son clarividentes en sí, sino que activan la clarividencia en aquel que tenga la capacidad de desarrollar esa facultad”.

Así, en un diálogo constante que se prolongará durante años, Barrios podría comprender su propia concepción del arte contemporáneo, así como el significado de ser artista, y le daría su propia interpretación a la figura de Duchamp. Del arte contemporáneo afirma que, más allá de unos estilos determinados, “es aquello que, como su nombre lo dice, es de nuestros días”, es decir, “el arte siempre fue contemporáneo”. Pero sólo puede ser arte, según Barrios, aquello que va más allá de la técnica. “De nada sirve ser un técnico ni bueno ni malo si no tienes una idea trascendente que expresar a través de esa técnica o de cualquiera a otra”. Pero un artista es también, para Barrios, “un reflejo del cambio diario de la sociedad”, son ellos los primeros que cambian, y concluye, riendo, que “si no seríamos unas estáticas piezas de museo o como el mundo de las ideas de Platón o algo así”. Asimismo considera que no cualquiera puede ser artista, pues, para él, lo es quien tenga unas cualidades extrasensoriales, puesto que, como Duchamp decía, “el artista era un médium, y resulta que yo creo que lo decía literalmente”.

Entonces, literalmente hablando, para Barrios ser artista es como ser un médium. Y él descubrió que lo era en los años sesenta. Las obras de Barrios son así. Obras que comunican, obras que han surgido de la privacidad y obras trascendentes, y la última no es una excepción. Esta obra tan particular nos llevó a hablar de cada uno de los aspectos que la componen y por qué juntos pueden llegar a ser armónicos y bellos. De la luna, las estrellas y los sueños dijo que “han sido recurrentes” en su trabajo; sin embargo, cada uno tiene una historia particular.

La luna, dice Barrios, “es mi versión del orinal de Duchamp, pero esta vez está hecha de un vidrio plateado y colgado del techo, como si fuera un astro. Tiene un reflector y entonces se ilumina como la luna, que no tiene la luz propia sino que recibe la luz del sol. Pero, sin embargo, la luz de la luna es más importante desde el punto de vista filosófico o poético que la del sol. Porque aunque la del sol es una luz propia, es la que le da vida a nuestro planeta, la luna con su luz reflejada, que es fría y una luz muy calculada, y medida, reina en la noche y no en el día”.

Las estrellas, en cambio, provienen de un interés de antaño del artista por el cosmos. A lo largo de su recorrido se han convertido en un elemento clave de su iconografía al ser parte de su “interés esotérico”. Además, son también parte de la experiencia del artista y de su diálogo constante con Duchamp, el cual, cuenta el artista, “hizo una acción sobre su propio cuerpo”. Una tonsura como aquella que se hacen los sacerdotes en la parte de arriba de la cabeza. Esta se hace con “el fin de recibir mayor iluminación”. Barrios se hizo una “en forma de estrella de cinco puntas” para ver si la tonsura podía servirle “como una iluminación, ya no en un sentido religioso sino en un sentido creativo”.

Por otro lado, los sueños están basados en sus Sueños con Marcel Duchamp, que “comenzaron como unas hojas volantes, que tenían una imagen de perfil de Duchamp, y luego un texto”, pero, posteriormente, fue él mismo quien comenzó a escribirlos. Barrios dice que ha ido “escribiendo textos que ahora suman más de cien y que no fueron creados con la pretensión de que fueran piezas literarias, sino como pretexto para seguir desarrollando fantasías acerca de Duchamp y sobre la teoría del arte (...). Los textos fueron adquiriendo su propia personalidad, su propio desarrollo y entonces empecé a ilustrarlos a partir del 2013”. Afirma, también, que aunque al comienzo era difícil lograr esa transición del lenguaje escrito al visual, luego llegó a ser mucho más fácil y le sirvió “para plantear alguna forma visual que expresara esas teorías filosóficas fantasiosas”. Así, pues, su obra actual contará con 15 o 17 de estas ilustraciones, inéditas y diferentes a las que ya había puesto en exhibición. Estarán acompañadas con unos de sus sueños denominados vintage, que hizo sobre periódicos y revistas, muy apreciados por Barrios por su físico envejecido, “porque se envejecen de la materia (...) pero rejuvenecen las ideas que aparecen allí”.

Por último, la basura, aquel elemento que pareciera no armonizar dentro de la obra, también tiene su razón de ser. Para Barrios, hace parte de su lucha contra “la belleza tradicional”. Es la continuación de su “reflexión sobre Duchamp en un viaje en 1983 a su tumba en Ruan”. Éste comenzó con la pretensión de tomar unas fotografías, pero terminó, como él recuerda, con la recolección de “lo que el azar había dejado sobre las dos piedras”, sin saber en qué se convertían 35 años después. No fue hasta conseguir unos bellos relicarios que las piezas encajaron; la basura reemplazó a los santos que las adornaban y el resultado fue una obra respetuosa, en donde el artista logró romper con la clásica concepción de la basura. 

Así, retomando su diálogo con Duchamp, pudo comprender y expresar cómo no sólo lo bello, sino también lo feo, puede ser sagrado, sacralizando “lo que otros botarían”, lo que otros no considerarían, pues, como bien lo comenta el artista, todo sigue siendo parte del universo.

Y así, bajo la mirada del todo como sagrado y bello, las estrellas, los sueños, la luna y la basura se juntan en la más reciente obra de Álvaro Barrios.

Por Manuela Cano Pulido

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