El Magazín Cultural

Amar y comer

Digamos que somos migrantes. Somos migrantes. Y llevamos tantos años aquí que se nos olvidan las palabras de allá, sus sabores. Aquí, pensamos, tenemos casa y tenemos voz, una voz que puede decir “yo deseo”. Allá quizá deseábamos, pero no había palabras para decirlo. O no lo recordamos. Entonces decidimos hacer un diccionario para recuperar el lenguaje y una receta, una muy aromática y colorida, para recuperar el deseo. Cualquier deseo.

Juliana Muñoz - julianadelaurel@gmail.com
14 de febrero de 2020 - 02:00 a. m.
La escritora Kim Thúy, publicó en 2013 su novela "Mãn".  / Tomada de Facebook
La escritora Kim Thúy, publicó en 2013 su novela "Mãn". / Tomada de Facebook

Así leí Mãn, una evocadora novela de la escritora Kim Thúy, ella misma migrante, que llegó a Canadá a los diez años en un barco desde Vietnam, huyendo de la guerra, del rojo y del negro de la guerra. Llegó y vio nevar. Sin saber bien uno u otro idioma se hizo traductora, luego abrió su propio restaurante. Más tarde, en un año sabático, se hizo escritora. En sus novelas Thúy creó un diccionario personal, una forma de contar las emociones a través de los alimentos y de sus preparaciones. Rehízo su propia historia.

En Mãn asistimos a ese relato de migración. Una mujer exiliada en Canadá que aprendió a vivir sin el deseo, que aprendió a convivir sin amar, regresa a sus raíces y a sus emociones a través del paladar. Sabe que las tradiciones culinarias se transmiten en secreto, “como trucos de magia”, y en secreto debe mantener lo que siente. El amor, la magia. Es lo mismo. Nos habla de ella, de su primera madre y de la última, de la ciudad, hasta llevarnos a ese amor extraño, sin recetas: “Cuando Luc posaba sus ojos sobre mí, sentía la misma impresión de exclusión, de que las cosas alrededor desaparecían y de que el espacio entre los dos contenía mi vida entera”. Se detiene en esa palabra: “(en chino) el carácter de la palabra <<amar>> contenía tres ideogramas: una mano, un corazón y un pie, porque hay que expresar el amor con el corazón en la mano y andar hasta la persona amada para ofrecérselo”. Y, como si el amar siempre estuviera acompañado de una despedida, nos habla de verbos intraducibles: “Tiễn Đưa| decir adiós, acompañar a alguien hasta el punto de partida”.

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En esta novela Thúy se concentra en los hechos mínimos del día a día y en los pequeños gestos. Así construye personajes únicos: “Julie hablaba tanto con las manos como con los pliegues de la nariz”. Así, también, convierte a la comida en un personaje: “el color púrpura de los plátanos, avergonzados de que los sorprendieran en plena intimidad”. A Thúy vale la pena leerla porque construye belleza para contar el dolor, pues es la belleza lo que nos conecta. Nos hace oler la preparación que nunca hemos probado, nos hace amar al hombre que no existe y que sin embargo sabemos verdadero.

Por Juliana Muñoz - julianadelaurel@gmail.com

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