El Magazín Cultural

Arte y grafiti: nuevas estrategias

El jueves 30 y viernes 31 de agosto, la Biblioteca Luis Ángel Arango será la sede del II Seminario Internacional Cultura y Arte para la Transformación Social. En este especial, escribimos sobre un tema esencial para la sociedad.

Armando Silva
20 de agosto de 2018 - 01:00 a. m.
Carlos Blanco
Carlos Blanco

El nuevo siglo llega con nuevas expresiones en la calle y no solo en el plano físico sino en los ambientes digitales. De aquello que denominábamos grafiti, como la escritura que se hacía en un muro y que se hizo notoria en París del 68 o, con un sentido más ideológico, en Latino América, en la década de los 70 cuando se arremetía en muros con frases anti-imperialistas, hemos pasado a otros momentos, en los que Bogotá ha sido protagonista internacional, por ser, junto con Nueva York y Sao Paulo, los principales gestores de su paso hacia el arte 

En mi reciente libro, Atmósferas ciudadanas, intento una síntesis de esas experiencias callejeras, encontrando más de una veintena de nuevas maneras de creación, pero me concentro en tres de ellas dada su importancia para definir lo urbano desde su producción   de figuras, dándoles una denominación y un límite del concepto: el arte urbano, grafiti y el arte públicos 
El arte urbano recoge a los artistas callejeros y a quienes hacen de la calle su escenario de trabajo. Proviene del arte visual: sencillamente lo que se hacía para mostrar un espacio de arte se hará ahora en la calle lo que, por supuesto, otorga una expresividad callejera. 

Foto: Lyliam Alburquerque (Buenos Aires imaginada).

Caso paradigmático, el inglés Bansky, una especie de “artista guerrillero”, quien llenó calles de Londres y Nueva York
con imágenes desafiantes y extrañas como un bazucazo lanzando flores etc. Estuvo en Bogotá, en total misterio y anonimato, y el 24 de marzo del 2010 dibujó en el centro Colombo Americano esta mujer maravilla exigiendo al organizador de su galería, Carlos Blanco, que la borrase en 24 horas; lo que así se hizo. 

Foto: Madelaida López Restrepo

El arte público, en un nuevo sentido de arte antropológico o cultural, que recoge las acciones y creaciones de artistas que intervienen, performatizan o actúan; fuertemente influenciado por la filosofía y la semiótica o las disciplinas sociales, hasta hacer del pensamiento mismo la obra de arte, como lo asume en general el arte contemporáneo. Son parte de esta tendencia acciones como las de Doris Salcedo, en su “sábana de la paz”, tejida en colectivo en la Plaza de Bolívar o, con otra perspectiva, el grupo “Lavamoatumba” que viene haciendo  ocupaciones a casas que van a tumbarse en Bogotá, al estilo de okupa de Barcelona, pero en este caso con permiso de los propietarios, quienes ceden la casa por el tiempo para derribarla y ellos la vuelven una galería de arte efímero, con distintas intervenciones, como hacen en este momentos en el Barrio La Macarena. 

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Foto: Hanni Uesseler

Y finalmente el grafiti, en su más legítima y ruda expresión, proviene de la calle desde tiempos cercanos al nacimiento de la ciudad en Occidente y al que le queda como suyo la expresión del conflicto. Su sentido profundo es cambiar el mundo y su estética beligerante y los lugares elegidos para sus acciones conllevan a su prohibición. No se puede hacer grafiti con permiso de las autoridades. Esto sería arte urbano.

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El grafiti cuenta con varias derivaciones como pichaçãos en Brasil, o la piratería de hackers, que siguen siendo expresión de combate y que, en principio, no aspiran a entrar a galerías comerciales, pero en los últimos años han ganado una gran calificación estética que las han hecho rivalizar con el arte urbano, o incluso con el llamado Street Art, perdiendo en apariencia su autonomía.

Un nuevo modelo que he visto es la de resignificar grafitis con fotografías, como lo hace Madelaida López en Colombia, pues al anuncio del miedo se agrega el paso de los inocentes estudiantes o Bruno Giovanneti en Sao Paulo, como esta caperucita en una calle de su ciudad: su trabajo consiste en esperar a que ocurra alguna escena como el homeless que cae rendido al frente de la caperuza y es cuando él toma la foto para volverla obra- pensamiento-político.

Foto: Bruno Giovanneti

Estos tres géneros conviven hoy como vecinos y contertulios en el espacio urbano físico (aun cuando no se expresan exclusivamente allí) y han transformado a los ciudadanos en su público de cohabitación estética. No se hablará en estos casos de visitantes (como en los museos o galerías) sino de ciudadanos que disfrutan o reniegan de estas imágenes en varios grados de provocación, incendiando así, aún más, al vecindario plástico. 

Junto a esos tres géneros citaría los memes digitales en los que se difama, acusa o desafía en las redes, como tanto pasa hoy dentro de la polarización colombiana en donde izquierda y derecha se arremeten sin piedad, a veces con ingenio, y los nichos estéticos en los que hablamos de una estética de marca como este artista argentino, Formes, tatuando todo su cuerpo, haciéndolo equivalente al cuerpo de la ciudad.

Por Armando Silva

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