El Magazín Cultural

César López: líder de la resistencia musical

López, de 45 años, ha dedicado toda su carrera al restablecimiento de la memoria colectiva y la cicatrización de las heridas de la guerra.

Laura Camila Arévalo Domínguez
11 de abril de 2018 - 02:10 a. m.
César López con el grupo Recuperando el Folclor de Munchique, con el que grabó el disco “Yo no me voy”. / José Luis Molina
César López con el grupo Recuperando el Folclor de Munchique, con el que grabó el disco “Yo no me voy”. / José Luis Molina

De niña vi por televisión varias veces a un músico que se había ingeniado convertir una escopeta en guitarra. Cuando vi las imágenes de los diminutos colores que reemplazaban las balas y comencé a entender que había convertido la herramienta que mata en la que produce música, quedé encantada. ¿De la muerte a la vida de una forma tan astuta y recursiva? Me pareció fabuloso. Ahora recuerdo por qué estaba tan maravillada y lo considero nefasto. Crecí en un país en el que la transición de la guerra a tener como prioridad la vida era una idea utópica. Había naturalizado el conflicto y tenía menos de diez años cuando supe de la escopetarra.

Cesar López hoy

En el exterior, luz del día natural. En el interior, la iluminación, a cargo de César López. Su calidez me desarmó. Se presentó y me invitó a subir al segundo piso, donde estuve a punto de caer varías veces por el desnivel de uno de los escalones. Debí permanecer atenta para no irme contra el piso intentando seguir sus pasos. Se sentó, intentó conversar, se levantó, caminó, siguió hablando, volvió a sentarse, se burló de él mismo y se volvió a levantar. Ambientó con High and Low de Empire of the Sun y comenzó la conversación con un: “Bueno, ¿y entonces? ¡Ah sí!”, y de nuevo intentó sin éxito tomar una pausa de toda esa extraordinaria energía que le secuestra el cuerpo.

Me sentía en medio de un juego que no entendía, pero me divertía. Un tipo que le pone color al hecho ineludible de ser adulto.

López: melodías para la paz

Se apasiona por intentar que las heridas cicatricen por medio de la música. Hace unos años, los colombianos vivíamos en medio de un bombardeo incesante de noticias repletas de masacres. Se fijó y pudo ver que estaba en un lugar que necesitaba una dosis de sensibilidad más intensa. Dejó rastro en tres universidades en las que le apostó a lo mismo: la música. No terminó. Cursó alrededor de 14 semestres para concluir que su tiempo en la academia lo podía invertir en la gente.

Sus pupilas y oídos fueron más allá y se concentraron en las víctimas de un conflicto absurdo y voraz. Enfocó su energía en los vulnerables y allá lo recibieron, lo reciben y lo recibirán. Allá, en las montañas colombianas, donde la sangre corrió y corre, donde el nivel de violencia ha disminuido pero aún está presente. Allá, en la tierra donde la esperanza sigue viva.

Todavía cantamos,

todavía pedimos,

todavía soñamos,

todavía esperamos;

que nos den la esperanza

de saber que es posible

que el jardín se ilumine

con las risas y el canto

de los que amamos tanto.

Víctor Heredia

A Víctor Heredia le desaparecieron un hermano y escribió la canción Todavía cantamos. Caminando por la 9 de Julio en Buenos Aires (Argentina), subió a una tarima a cantarla; se convirtió en el himno de todo un país que rechaza la injusticia y el irrespeto a la vida. López recuerda este ejemplo con una voz que se divide entre la esperanza y la frustración. En Colombia, con una cifra importante de canciones dedicadas al perdón, no existe un consenso social en el que primen estas composiciones. “Todavía creo que algún día sucederá. Aunque no sea en mi presencia, hay que allanar el camino. Los padres siembran para que los hijos recojan”, dice López.

La gente se ha ido del campo, dejando la loma verde y su cafetal.

La gente se ha ido del campo, dejando la loma verde y su cafetal.

Ojalá, ojalá que

ellos puedan volver.

Ojalá, ojalá que

ellos puedan volver.

Estoy segura que

volverá a florecer.

Estoy segura que

volverá a florecer.

Eunice Vergara

Memoria Sonora para la Paz de Buenos Aires, Cauca, es el proyecto que produjo un disco y documental llamados Yo no me voy. Se le entregó el 9 de abril a la comunidad del municipio de Buenos Aires, uno de los territorios colombianos que tuvieron que soportar el desastre del conflicto armado por años. López, con el apoyo de la fundación PLAN, un ingeniero de sonido, el documentalista y el productor de campo, viajó a un escenario que contiene historias que aún no se hacen visibles. La propuesta para los residentes del territorio fue cantar, bailar y recitar las historias que tuvieron que vivir por el hecho fortuito de nacer en medio del absurdo de la guerra. Los bonaerenses aceptaron. Una producción valiente que convirtió el dolor en arte.

Recorrieron doce veredas con el estudio de grabación al hombro. Poemas, coplas y canciones compuestas por las víctimas que se cansaron de que las revictimizaran. Cada persona hizo lo suyo cuando se enteró del proyecto.

Eunice Vergara, la compositora e intérprete de Loma verde, es una partera del municipio de Buenos Aires que recibió los niños nacidos en medio del fuego cruzado y los hostigamientos por parte de los grupos armados que permanecían en la zona.

Buenos Aires, Cauca: en medio del fuego

• Masacre de La Balsa, del 2000: un grupo de paramilitares matan a cinco personas, desaparecen a treinta y de las violaciones no hay cifra exacta.

• Masacre de El Naya, en el 2001: un grupo de paramilitares del bloque Calima hace un trayecto del 10 al 13 de abril en el que asesinan a campesinos que luego se encuentran con signos de tortura y algunos cuerpos descuartizados. Los paramilitares los señalan como colaboradores de la guerrilla. La Fuerza Pública llega apenas el 26 de abril.

• Masacre de Buenos Aires: el 7 de mayo de 2011, en la zona rural del Bajo Naya, guerrilleros del frente 30 del bloque Alfonso Cano de las Farc asesinan a cinco personas pertenecientes a una misma familia.

El 9 de abril se celebró que las víctimas de la intolerancia y los desmanes de los poderosos siguen con vida. Son el rostro y los nombres de los inocentes que han sido castigados.

César López festejó el 9 de abril y lo continúa haciendo todos los días. Su carrera está dedicada a la sanación y conservación de las vidas que quedaron, y a la recuperación de la memoria colectiva que inmortalice a los que violentamente se fueron. El batallón artístico, la escopetarra y el banco de instrumentos son algunos de los proyectos que ha construido en pro del cambio social. “Mi búsqueda siempre ha sido descifrar el poder del arte para la trasformación social, pero eso es muy difícil de medir. ¿Cómo sabes que un joven en un concierto se transformó por una hora, seis años o una vida? Hay que seguir”.

La vida y obra de López es uno de los testimonios de la validez que tiene el arte en la vida de los seres humanos. Él es una de las figuras que se han despojado de la ignorancia y el miedo para acercarse a la guerra y hacer algo. Es activista, músico y mucho más. Uno a César López quiere contarle la vida. Es confianza y apoyo. Es empatía.

Por Laura Camila Arévalo Domínguez

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