El Magazín Cultural

“Cuatro días de fiesta requieren un año de preparación”

Los gestores culturales de esta festividad que comenzó en el año 1903 en Barranquilla, encienden motores a las pocas semanas de finalizada la Muerte de Joselito para organizar la que será la siguiente edición.

Efraín Dawkins Sanmiguel
28 de diciembre de 2018 - 02:00 a. m.
Cumbiamba El Cañonazo - Los Altamar. / Fotos: Organización Carnaval de Barranquilla
Cumbiamba El Cañonazo - Los Altamar. / Fotos: Organización Carnaval de Barranquilla

Legados que trascienden

En Barranquilla, desde noviembre no se siente diciembre, como usualmente ocurre en otras ciudades del país. En la capital del Atlántico, fin de año significa víspera de carnavales. Muchas de las comparsas más importantes y antiguas de la región Caribe surgieron como producto de buenas iniciativas en pro de la comunidad. Un caso que vale la pena destacar es el de los esposos Luis y Natividad Altamar, quienes en 1948 construyeron el primer camino de la cumbiamba que se convertiría en una joya de la ciudad: El Cañonazo. Todo para que los niños de su barrio tuvieran un espacio que los indujera a las prácticas y tradiciones que la ciudad custodia y salvaguarda con esmero.

El movimiento cumbiambero no siempre llevó ese nombre. En sus inicios se llamaron las Zardas del Barrio Boston. Los Altamar habían sido bailadores de rueda de cumbia toda la vida. Por eso, cuando dejaron su anterior vivienda para irse a Barrio Abajo (epicentro del Carnaval), formaron otro grupo infantil, Las Estrellitas, que declararon fuera de concurso en la edición de 1961.

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La descendencia de esta pareja se integró a otras agrupaciones a lo largo de los años para, finalmente, después de algunas polémicas, coincidir con la familia Ortega Fuenmayor (también cumbiamberos). De esta unión nació una gran asociación folclórica: El Cañonazo de Barrio Abajo. El nombre fue inspirado en una canción de la Sonora Matancera y su primera aparición en los carnavales fue en 1964.

Luis Altamar no podrá asistir a la siguiente Batalla de Flores, Gran Parada o Guacherna porque falleció el 24 de septiembre, a los 92 años. Sin embargo, su legado continuará creciendo gracias a sus hijos y nietos. Su historia quedará para la posteridad.

Su bisnieta, Nuribeth Altamar, se siente agradecida porque la herencia que le quedó está en la sangre. El matrimonio entre sus padres fue ese detonante que dio origen a una tradición que, en vez de agotarse, adquiere fuerza y compromiso. A principio de año nació una niña que hace parte de la quinta generación de su familia y desde ya la imaginan vestida de cumbiambera junto a las más de 60 parejas que conforman la danza, recorriendo los cuatro kilómetros de la emblemática Vía 40 por donde transcurre el primer desfile de carnaval.

El poder de los versos y las rimas

El rey momo de 2019, Freddy Cervantes, es el primer letainero de la historia en poseer dicha investidura. Es director del grupo Ánimas Blancas, integrado por abuelos, hijos, nietos y vecinos del barrio Rebolo, ubicado en el suroccidente de la Arenosa.

Para este costeño, “el Carnaval no es una fiesta, es una condición de vida (…) Barranquilla es una ciudad monárquica pluricultural. Ser rey significa presidir el evento más importante de Colombia y siento un compromiso con todos esos actores culturales que nos brindaron su respaldo a la causa”.

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El siguiente año su grupo cumple tres décadas y las fiestas que se realizarán del 2 al 5 de marzo serán la oportunidad ideal para celebrar. “Será el momento para conmemorar la evangelización del ‘carnaval callejero’, por decirlo así. La empatía con el público ha sido amena por esta razón, porque es la fiesta de la calle”, dijo Cervantes, extendiendo una invitación al público colombiano mediante rimas: “El rey momo se libera, en una entrevista genial, pa’ que la gente de la nevera se empape de carnaval. Barranquilla no se equivoca, y mostró su jerarquía, porque el turno ahora le toca, al rey de la letanía”.

La letanía en el culto cristiano representa una forma de oración que normalmente se utiliza en procesiones y consiste en repetir versos. Sin embargo, en la Puerta de Oro de Colombia es vista como una forma de expresión cultural en la que se emplean frases y palabras en torno a la festividad, pero con muchas pausas. Como diría Cervantes, “es la voz de la calle”.

Por Efraín Dawkins Sanmiguel

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