El Magazín Cultural

De las muñecas a los fusiles

Tatiana Torres* representa los 16.000 casos de reclutamiento forzado en Colombia. Historias de miles que fueron despojados de su infancia. La realidad los sacó a la fuerza de sus sueños para convertirlos en niños soldados.

Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad
02 de julio de 2018 - 02:41 a. m.
Ilustración Eder Leandro Rodríguez
Ilustración Eder Leandro Rodríguez

El 11 de mayo de 1996, en Barrancabermeja, Tatiana Torres salió a comprar el desayuno del día siguiente. Eran las 8:30 de la noche y su abuela le pidió que llevara chocolate, leche y unos huevos. Al frente de la tienda había una camioneta parqueada. El ambiente era tenso. Torres, quien en ese momento tenía 11 años, no se preocupó. Lo creyó normal. No preguntó y tampoco nadie dijo nada. Al salir, dos hombres armados la tomaron por cada brazo y la subieron a la fuerza a un camión capotado.

Con ella había 60 niños más. Estaban golpeados, gritaban, lloraban.

Durante toda la noche y gran parte de la madrugada viajaron en el camión hasta la orilla del río Magdalena. Al llegar los montaron en canoas con destino al Valle del río Cimitarra. Caminaron durante casi cuatro horas. Lo primero que vieron fue a un niño que les dijo: “Bienvenidos a las Farc, el verdadero ejército del pueblo”.

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Después, la persona al mando del campamento les dijo: “Siéntanse orgullosos del lugar al que han llegado”, a lo que Torres respondió: “¿Y quién le dijo a usted que yo quería ser guerrillera?" El dirigente se rio de la reacción de la nueva integrante y celebró su valentía: “Eso me gusta. Que sean berraquitas”.

En el camión iban 60 niños, pero en el campamento, según cuentas rápidas de Torres, había 360 menores de edad. Después del recibimiento se inició la entrega de la dotación: dos uniformes, dos mudas de ropa interior, un jabón, una carpa y un par de botas pantaneras.

La rutina comenzaba a las 4:30 a.m. y terminaba a las 8:00 p.m., hora en la que el silencio, dictador y absolutista, tomaba la batuta del campamento. Las jornadas se repartían entre el adoctrinamiento político y el físico. Los niños, ahora soldados, pasaron del salón de clases al campo de batalla. No había diferencia entre hombres o mujeres. Las órdenes y el trato no discriminaban estaturas. La consideración era un concepto lejano, posible en un mundo casi que utópico para estos humanos a los que les cambiaron el balón por un fusil.

Al completar 15 días de ser reclutada y en medio de un campo abierto, Tatiana Torres fue violada. Cinco hombres se turnaron para abusarla. Se burlaron, la insultaron y la golpearon. Desde ese momento comenzaron a ser frecuentes los días en que tenía que cerrar los ojos y apretar los dientes para aguantar cada abuso. Hoy no recuerda cuántas veces fueron. “Me cogieron de caballito”, dice Torres, quien tuvo dos hijos producto de esos encuentros. Allá, en esos lugares en los que permanecían mientras no hubiese un combate, las órdenes eran claras y los escarmientos, cotidianos. Si no acudían a las horas impuestas para comer, no comían. Cargaban leña. Cuando incumplían una orden eran castigados. En una ocasión, Torres tuvo que cavar un hueco de 10 metros con un palo por insubordinación, y muchas veces quiso escaparse pero temía que la encontraran y luego fuese sancionada por deserción. Las faltas más graves se juzgaban en un consejo de guerra en el que dictaminaban la pena. Unos fueron fusilados, otros no soportaron y se suicidaron.

En el 2007, Tatiana se voló. Después de llegar al encuentro con un familiar que la ayudó en la fuga, se entregó. La respuesta a la pregunta de si alguna vez asesinó es: “no sé. Es muy difícil determinar si la bala de tu fusil fue la que mató una persona. Yo solo puedo asegurar que nunca quise dispararlo. Me forzaron”.

Tatiana Torres aprendió a defenderse a las malas. Al son de los tiros y las bombas.

Según un informe del Centro de Memoria Histórica, en Colombia todos los grupos armados reclutaron menores de edad.

La organización documentó más de 16.000 casos a lo largo de 56 años de guerra.

En el libro Reclutamiento de niñas y niños como crimen internacional de las FARC en Colombia, se explicó que el reclutamiento puede darse de distintas formas, lo cual profundiza en la justificación que han dado los grupos armados sobre el ingreso voluntario de los menores a las filas. La investigación concluye que “el reclutamiento siempre será forzado” ya que un menor no tiene la capacidad para tomar ese tipo de desición, además, debido a la experiencia en ataques bélicos, quedan convertidos en víctima-victimario-víctima”, consecuencias que afectan a los niños social, física, psicológica y culturalmente.

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Según el informe Niños y niñas soldado: consecuencias psicológicas e intervención, realizado por Flora Blom y Noemí Pereda, publicado por la Universidad de Barcelona, los síntomas más comunes son los postraumáticos de ansiedad y depresión. Los trastornos de conducta y sentimientos de pérdida y desarraigo.

Tatiana Torres se obliga a mantenerse valiente por ella y los que continuaron combatiendo. Por los que obligaron, mataron, y por los que forzaron a tomar la decisión de quitarse la vida. Continuó su lucha y mantuvo sus anhelos. Peleó por dejar de cargar un fusil.

*El nombre de la protagonista fue cambiado por su seguridad. 

 

 

 

Por Laura Camila Arévalo Domínguez - Twitter: @lauracamilaad

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