El Magazín Cultural

El día que conocí a Juan Bosch

La reunión con el escritor dominicano se dio por el Encuentro de intelectuales y artistas de América Latina convocado por la Casa de las Américas en septiembre de 1981 en La Habana, Cuba.

Eduardo Márceles Daconte
22 de septiembre de 2019 - 01:01 a. m.
El escritor dominicano Juan Bosch, (izquierda), con Eduardo Márceles Daconte, durante su encuentro en Casa de las Américas en La Habana, Cuba. / Cortesía
El escritor dominicano Juan Bosch, (izquierda), con Eduardo Márceles Daconte, durante su encuentro en Casa de las Américas en La Habana, Cuba. / Cortesía

El gobierno de República Dominicana promulgó el pasado 2 de agosto la ley que declara Patrimonio Documental Cultural de la Nación Dominicana a la obra literaria de Juan Bosch (La Vega, 1909-Santo Domingo, 2001), referente de la narrativa y primer presidente elegido en elecciones democráticas tras la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo (1930-1961). Un reconocimiento a su larga trayectoria como escritor e historiador, así como fogoso ideólogo y político de izquierda moderada que, sin embargo, vio truncada sus aspiraciones de sacar al país de su rezago histórico cuando un golpe militar lo derrocó a solo siete meses de asumir su mandato (febrero- septiembre 1963).

La inestabilidad política desembocó en una guerra civil que condujo a que en 1965 el país fuera invadido por tropas de EE. UU. que puso fin a cualquier intento de modernizar la isla caribeña, pero se instauró una democracia más o menos estable que persiste hasta la fecha. Fue un autor prolífico que aprovechó largos exilios para escribir su obra literaria en Cuba, Puerto Rico, Costa Rica y España, dedicado a la investigación y a la lucha por la restauración moral de su país, hasta que regresó a República Dominicana después del asesinato de Trujillo. De su producción literaria se destacan dos novelas, decenas de cuentos, ensayos sociopolíticos e históricos, conferencias y artículos de prensa.

Lo conocí en La Habana cuando se celebró el Encuentro de intelectuales y artistas de América Latina convocado por Casa de las Américas en septiembre de 1981. En aquella ocasión presentó su libro de carácter histórico El Caribe: De Cristóbal Colón a Fidel Castro. Nos volvimos a encontrar a mediados de la década del 80 cuando llegó a Bogotá invitado por la Unión Nacional de Escritores mientras me desempeñaba en la UNE como Secretario de relaciones internacionales. Tiempo después, durante una visita como jurado de un salón internacional de artistas en Santo Domingo, nos reunimos en la Galería de Arte Arawak, pero el tiempo no alcanzó para conversar sobre los acuciantes temas del momento; entonces me invitó a su casa donde tuve la oportunidad de dialogar con él sobre su narrativa y la cuentística de América Latina.

Siempre me llamó la atención su lúcida imaginación y la manera sencilla de exponer sus convicciones literarias y teóricas. Era un político de larga trayectoria que fundó los partidos más influyentes de su país como son el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) durante su exilio en Cuba en 1939, el cual abandonó para crear el Partido de la Liberación Dominicana (PLD). No obstante su pasión por la política, nunca dejó de escribir. A través de su vida, sus maravillosos cuentos son ejemplos de sensibilidad social y maestría técnica.

Uno de los cuentos más impresionantes que se hayan escrito en castellano es aquel que relata la historia de una pareja que ha reñido con violencia, la mujer tirada sobre la carretera calcinada, y del buen samaritano que termina inmolado cuando se proponía ayudarla. Se trata de un argumento que confirma el dicho aquel de que en riñas de marido y mujer es mejor no entrometerse. Juan Bosch escribió La mujer en Santo Domingo a donde había ido a vivir a sus 22 años dejando su nativa región del Cibao, un valle feraz que cubre la tercera parte de República Dominicana.

Su estilo literario es sencillo, directo, y goza de los beneficios de una actitud descomplicada que se traduce en textos que, en el decir de Cortázar, son “imantados” pues seducen al lector desde la primera línea. La mujer tiende a confirmar su creencia de que el cuento, como la poesía, es un producto de naturaleza instintiva y un género que se sostiene por sí mismo. Bosch me contó, con su inveterada modestia, que su padre alternó la albañilería con el oficio de arriero; de ahí que sus primeros cuentos enfoquen la temática campesina sin pretender estancarse en el fácil costumbrismo, sino enfatizando su aspecto crítico. Quería él llamar la atención sobre la condición de sus protagonistas, personajes anónimos que se debaten en la miseria y la opresión. Entonces, la crueldad que destilan algunos de sus cuentos no es gratuita sino consecuencia lógica de ese estado de zozobra económica que viven los campesinos de nuestra América.

Recuerda él que su inclinación por la justicia social se remonta a su adolescencia cuando el hambre de sus compañeros ensombrecía su existencia hasta hacerle llorar de impotencia. No obstante ser uno de los más prestigiosos escritores del Caribe, en su juventud Juan Bosch soñó con ser escultor. Pero las limitaciones de su acceso a una educación artística y la carencia de materiales en su tierra, transformaron sus urgencias iniciales para canalizarlas después hacia la palabra escrita. Desde el principio se sintió subyugado por el género cuentístico. Leyó la obra de Guy de Maupassant, de Rudyard Kipling, de Edgar Allan Poe, pero en ninguno encontró esa inquietud de carácter social que habría de marcar su futura producción literaria.

Su verdadero maestro, según me comentó, fue Horacio Quiroga, a quien descubrió durante su prolongado exilio en Cuba, allá por 1939, a dos años del suicidio de aquel ingenioso uruguayo, tiempo después de que pudiera escabullirse de la persecución demoníaca del dictador Trujillo. Eso sí, siempre puso "cuento dominicano" como subtítulo a sus textos en un afán por ubicarlos geográficamente. Bosch ha especulado acerca de este género literario en algunos de sus ensayos. Su opinión del cuento es que ha de ser intenso y breve, es decir reducido a su mínima expresión. Así mismo, tiene que ser capaz de impactar tanto en la sorpresa de su final como en la sustentación del argumento a través de todo el relato. Un cuento tiene que estimular las sensaciones, su trama debe ser contundente, sin ambigüedades conceptuales; si es necesario ha de mostrar la crueldad de la existencia, a fin de sacudir las emociones escondidas del lector.

Uno de los cuentos favoritos de Bosch es La nochebuena de Encarnación Mendoza el cual narra las peripecias de un fugitivo que ha sido forzado a matar a un militar y escapa de la cárcel. Cuando descansa en un cañaveral es descubierto por un niño quien da la voz de alarma. En muchos momentos parecería que Mendoza elude la persecución de la policía, pero finalmente cae abatido por la fusilería enemiga. El cuento tiene un final de suma crueldad, pero así es la vida en nuestros países avasallados por la violencia que genera la pobreza con su secuela de represión y criminalidad. En ese sentido, Juan Bosch es quizás el más articulado de los narradores caribeños para captar esa franja de horror que siempre nos acecha en algún paraje solitario de la ciudad o en la espesura de la selva tropical.

Por Eduardo Márceles Daconte

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